Resulta difícil, casi imposible, pensar en Bruce Springsteen como alguien retraído y temeroso. Pero incluso a los dioses del rock les toca lidiar con infancias complicadas. La suya lo fue, y aunque tampoco es que llegase a alcanzar la dimensión de dramón de tintes trágicos, sí marcó a fuego su carácter, y sus deseos de triunfar. El éxito tiene muchas veces algo de venganza.
El joven «boss» ingresó en la escuela parroquial de St. Rose of Lima en Freehold Borough (Nueva Jersey) y pronto empezó a tener problemas con sus compañeros por detalles insignificantes, comoo sufrir un tic nervioso que le hacía parpadear casi constantemente. Sus compañeros se reían a menudo de este pequeño defecto, y no lo hacían por la espalda sino metiéndose con él, como si fuera culpable de algo. Pronto empezó a ser conocido como «Blinky» (parpadeos) en el colegio, pero la cosa no acabó ahí: también se metían con él por el simple hecho de tener el pelo rizado, y eso también traumatizó al pequeño Bruce, que solía cogerle peines y otros artilugios a su madre para alisárselo.
La relación que tenía con su padre, que trabajaba como conductor de autobús, no ayudó a darle la confianza y seguridad en sí mismo que necesitaba para afrontar o incluso repeler el acoso escolar de manual que estaba sufriendo. Sufría una esquizofrenia paranoide no diagnosticada que le hacía maltratar a menudo al pobre Bruce, que no entendía por qué su progenitor actuaba de esa manera. En una ocasión, el padre decidió darle al chico unas lecciones de boxeo para que aprendiese a golpes. Bruce, «emocionado» por la atención que iba a prestarle ese día su papá, se colocó frente a él para recibir la primera clase cuando de pronto recibió un tremendo puñetazo en toda la cara. Lógicamente se echó a llorar, pero la reacción de su padre fue la peor posible: se avergonzó de que su hijo derramase lágrimas en lugar de «comportarse como un hombre», y se marchó dejándolo en la habitación entre sollozos.
Su madre no cometía barbaridades como aquella, pero tampoco es que tuviera mucha empatía con su situación. Sabía que su marido a veces pegaba a Bruce, especialmente cuando estaba borracho. Y aun así, obligaba al chaval a ir a buscar a su padre al bar cuando se hacía tarde y aún no había vuelto a casa. Lo mandaba directo a la boca del lobo.
«Las alteraciones mentales que han invadido mi familia durante generaciones se perpetúan; he desarrollado algunas defensas que me ayudan a combatirlas, pero todavía me vencen», cuenta Bruce en su autobiografía, en un capítulo donde muestra su miedo a convertirse en algo parecido a su padre.
«Eres un desgraciado marica, un marginado, un bicho raro», le decía su padre cuando se activaba la peor versión de sí mismo.Aquello turbaba extraordinariamente a Bruce, que durante un tiempo encontró refugio en la casa de su abuela. «Ella sí me quería y me protegía mucho», contaría muchos años después. La abuela había perdido a una hija (la hermana del padre de Bruce) en un accidente de tráfico a finales de los años veinte, y desde entonces había estado deseando con todas sus fuerzas ser abuela. Su casa era algo caótica y sucia, pero al nieto aquello le parecía el paraíso. Allí se sentía salvo. Y cuando ella murió, se sintió solo ante su padre y sus acosadores del colegio. «Hubo una noche que se puso muy enferma, y mi hermana durmió con ella en su cama», recuerda el artista en sus memorias. «Al despertarnos aún vivía. Pero cuando volví del colegio, mi mundo colapsó. Las lágrimas el dolor fueron infinitos. Quería morirme, irme con ella. Aunque fuera un adolescente, no podía imaginarme un mundo sin ella. Estaba como en un agujero negro, era el Armageddon, nada tenía sentido ya para mí. Mi existencia se disipó. El mundo era un fraude, una sombra de sí mismo. Lo único que me salvó fue mi hermana pequeña y mi nuevo interés por la música».
En el noveno curso, Bruce se trasladó a la escuela regional secundaria pública de Freehold, donde tampoco acabó de encajar (hasta el punto de no querer acudir a la ceremonia de graduación), y después asistió al Ocean County College. Pero sólo duró allí unos meses, ya que afortunadamente fue tan valiente como paraabandonarlo e ir en buscar de sus verdaderos sueños.
Su «compatriota» Sinatra (que también era de Nueva Jersey) y Elvis fueron los dos desencadenantes definitivos. Su música hizo que decidiese ahorrar hasta que pudo comprarse su primera guitarra por 18 dólares, cuando tenía catorce años. Al ver que se lo tomaba en serio, su madre consiguió un préstamo de 60 dólares y le compró una guitarra eléctrica Kent cuando cumplió los dieciseis.
Bruce se unió entonces a la banda local The Rogues, con los que actuó en varios clubes de Freehold. Después entró a formar parte de los Castiles, y ya a finales de los sesenta, salió de su pueblo para tocar por primera vez en nueva Jersey con el trío Earth (con quienes llegó a actuar también en Nueva York).
En 1969 formó su propia banda, Steel Mill, con la que empezó a darse a conocer en condiciones en la costa este, y en 1971 comenzó una carrera en solitario que, sin duda, estaría siempre marcada por una infancia que le hizo tener una sensibilidad distinta a la acostumbrada en el mundo del rock. El resto, como quien dice, es historia.
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