Terremoto en la élite del tenis, uno que además promete réplicas. A sus 23 años, Naomi Osaka ha abandonado el prestigioso torneo parisino Roland Garros tras recibir una sanción de 15.000 euros por no acudir a una rueda de prensa. Una decisión inédita para la tenista número 2 del ranking mundial, la más valorada e influyente del circuito. Su explicación: sufre episodios de depresión desde 2018. La tenista japonesa compartió lo sucedido en las redes sociales, donde pudo explicarse sin presiones.
«Siento que no existe ningún tipo de cuidado de la salud mental de los deportistas. (…) He visto demasiados vídeos de deportistas rotos por una derrota durante ruedas de prensa y no entiendo que sigan existiendo. (…) Las organizaciones no puede seguir diciendo que si no vas a las ruedas de prensa te van a multar, no pueden seguir ignorando que la salud mental de los deportistas importa«. En una publicación posterior de Twitter, Naomi Osaka escribió: «El enojo es solo falta de comprensión. El cambio incomoda a la gente».
Su decisión ha levantado ampollas en la élite del tenis mundial, sobre todo en ‘los royal’: torneos más prestigiosos, jugadores y entrenadores de la élite masculina y, en general, profesionales que llevan ya muchos años en el circuito. Contrasta muchísimo con los apoyos que ha recibido Osaka,la tenista que más dinero gana al año en la ATP: no solo la ha comprendido perfectamente Serena Williams, sino muchísimas mujeres famosas en la élite de todo tipo de profesiones, desde la directora de cine Ava DuVernay o la ex tenista Martina Navratilova hasta Alexandria Ocasio-Cortez. Todas saben de los agravios comparativos que sufren las mujeres quese ponen frente a los focos de los medios de comunicación.
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No cabe duda de que esta es una demostración de poder de Naomi Osaka, la tenista que ha ganado más dinero en 2020 que cualquier otra deportista de la historia: 55,2 millones de dólares, 5,2 millones en premios y alrededor de 50 millones por acuerdos fuera de la cancha con más de 20 marcas Un poder del que sigue una gran responsabilidad, pues está llamada a continuar la lucha por actualizar las viejas reglas del tenis de élite que comenzó Serena Williams. Recordemos: Williams ya denunció sexismo y racismo en las pistas o luchó por superar los estrictos códigos indumentarios de ‘las chicas del tenis’. Osaka se ha significado con Black Lives Matters y, ahora, con la salud mental. No solo porque le incumben a ella, sino por las deportistas que la sucederán.
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No cabe duda de que esta rebeldía de Naomi Osaka tiene mucho que ver con la irrupción de una nueva generación de mujeres en la élite de muchos deportes. Lo que muchos deportistas y entrenadores admitieron como inevitable años atrás (incluso hoy en día), resulta inaceptable para las nuevas estrellas femeninas, deseosas de renegociar condiciones de colaboración con viejas instituciones que aún se rigen con maneras jerárquicas, diseñadas por hombres. Cuesta admitir que una mujer veinteañera y racializada pueda tener la capacidad de cambiar lo que tantos aprendieron a soportar, probablemente con ciertocoste para sus vidas. Pero lo va a hacer. Lo mismo que otras estrellas del atletismo o la gimnasia, por ejemplo.
El pasado julio, Simone Biles (24 años), la estrella absoluta de la gimnasia estadounidense, abandonó a su influyente patrocinador, la todopoderosa marca Nike, por la pequeña firma de ropa deportiva Athleta. El motivo: «Prefiero colaborar con una marca que no solo me apoya como deportista, sino que también respalda mis ideas», explicó. Un año antes, la estrella del atletismo Allyson Felix abandonó Nike porque no apoyaba a las deportistas que se quedaban embarazadas. No solo está sucediendo en el deporte. La británica Michaela Cole, directora, escritora y actriz de la superpremiada ‘I May Destroy You’, se fue de Netflix y despidió a su agente por aceptar un acuerdo económico que no incluía un porcentaje de los derechos de autor de su serie. Ahora ella es su propio agente.
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Hay quien ha calificado el comportamiento de Naomi Osaka como «un capricho de diva». Otros deportistas han argumentado que el mundo del tenis necesita la prensa para mantener el interés del público, los llenazos en las pistas y la solidez económica propia y del circuito. Billie Jean King, el icono que ganó 39 títulos de Grand Slam en las décadas de 1970 y 1980, ha declarado: «Admiro y respeto plenamente lo que está haciendo Naomi con su plataforma. Si bien es importante que todos tengan derecho a decir su verdad, siempre he creído que, como atletas profesionales, tenemos la responsabilidad de ponernos a disposición de los medios«.
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Se pierde de vista en este tipo de argumentaciones el trato que tantas mujeres reciben de los periodistas, una cuestión que han puesto sobre la mesa dos documentales aquí (el de Rocío Carrasco) y allá (el de Britney Spears). Recordemos de nuevo: en el Roland Garros de 2018, un periodista deportivo llegó a preguntarle a Serena Williams «si no estaba intimidada por el aspecto de supermodelo de Maria Sharapova». Precisamente Maria Sharapova tuvo que soportar de todo. A los 17 años, en una de esas ruedas de prensa posteriores a los partidos, un periodista le preguntó lo siguiente: «Te has convertido en toda una ‘pin up’, especialmente aquí en Reino Unido. ¿Lo estás disfrutando?».
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En 2016, un estudio de Cambridge University Press analizó el lenguaje que utiliza el periodismo deportivo para describir a las estrellas masculinas y femeninas. Ellos son calificados como «rápidos», «fuertes», «grandes». Las palabras más comunes en los textos sobre ellas fueron «soltera», «casada», «embarazada» y «mayor». ¿Por qué soportar con una sonrisa este tipo de trato? Sobre todo si formas partes de una generación para la que la televisión y la prensa son canales que no necesitan para mantener su vínculo con sus seguidores. A Naomi Osaka le basta sus redes sociales, sus colaboraciones con las marcas o el streaming global. En julio, cimentará su status de poderosa y joven estrella con una docuserie para Netflix. Ya es otro tiempo.
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