¿Por qué acusan a Natalie Portman –y a otras muchas mujeres– de no ser feministas?

La capa de Natalie Portman no le gustó a muchos, sobre todo a la directora y actriz a Rose McGowan que entró al trapo, que le espetó en redes sociales:Tú eres el problema. El falso apoyo a otras mujeres es el problema. La actriz israelí respondió al ataque y finalmente McGowan, seguramente después de tomarse una tila, reconoció que sus críticas deberían dirigirse hacia la cultura del silencio de Hollywood. Pero la polámica ya estaba servida y el feminismo, una vez más, se había utilizado como arma arrojadiza. Y ya van muchas.

Rose McGowan ha sido una de las más «criticonas» en este sentido. Ella fue una de las primeras en denunciar públicamente a Harvey Weinstein, que presuntamente la violó en 1997, cuando tenía 23 años y después le hizo firmar un contrato para comprar su silencio por 100.000 dólares. Pese a que las denuncias contra el productor de Hollywood fueron el origen del movimiento #metoo, ella se ha desmarcado y ha criticado duramente a sus integrantes.

La primera a la que atacó fue a su amiga Asia Argento. Ambas habían hecho públicos los abusos sufridos por parte de Weinstein y lideraron un tiempo el movimiento de denuncia. En su cuenta de Twitter la acusó de haber sido una «depredadora», por haberse acostado con el actor Jimmy Bennet cuando este tenía 17 años.

Poco después le tocó a Meryl Streep: «Es imposible que Meryl Streep no supierta de lo Weinstein. Todas las actrices de Hollywood son unas impresentables». A lo que la veterana intérprete respondió que no lo sabía y que no entendía aquel ataque.

La actriz Meryl Streeppinit

Pero McGowen no es la única que juzga a otras actrices por no ser «suficientemente feminista». En 2017, Emma Watson, conocida por su militancia feminista, protagonizó la portada de Vanity Fair con una foto en la que no llevaba sujetador. Por ello fue descalificada como feminista. «No entiendo qué tienen que ver mis pechos con el feminismo. El feminismo no es un palo con el que golpear a otra mujer», comentó la actriz. Otras famosas, como la modelo Emily Ratajkkowski, han sido criticadas porque parece que no está bien hablar de feminismo y mostrarse sexy.

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Y aquí llegamos a la madre del cordero. Porque, seamos serias: ¿vale la pena perder el tiempo diciendo que una es una mala feminista cuando se puede invertir en hablar de los problemas –que no son pocos– que sufren las mujeres? ¿Quién decide quién es una feminista «de verdad»? Porque juzgar a otras mujeres por no quejarse de la misma manera que una por ser siempre juzgadas por la sociedad, es cuanto menos una paradoja y cuanto más una majadería.

Esta no es la primera vez que algo por el estilo ocurre, porque el movimiento feminista parece a veces más empeñado en imponer una definición de lo que es, que en avanzar. Lo de “unión hace la fuerza” no se estila mucho en los ambientes violetas.

“Una feminista no debería pintarse los labios ni coquetear”, braman algunas. “Una feminista no puede perderse ninguna manifestación”, espetan otras. Y así, el feminismo corre el peligro de convertirse en una lista de obligaciones más, que encorsetan en vez de liberar, que es de lo que a priori se trata.

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