Empezó en 2019, pero está claro que 2020 ha sido SU AÑO. No, no me estoy refiriendo al coronavirus, que menuda paliza nos está dando, sino al clítoris.

Aunque algunas marcas (con infinita paciencia) llevan años intentando darle la relevancia que merece, este año, más que nunca, se ha normalizado el uso de la palabra. A ver cómo si no explicamos el boom de los estimuladores del clítoris, la gran revolución sexual, el gadget de los gadgets, el regalo definitivo para tu hermana, tu madre y hasta tu abuela. Si hasta los conocemos por sus nombres de pila: Satisfyer, Womanizer, Sona… Cómo algo tan pequeño ha podido levantar tanto revuelo.

Lo mejor de todo ha sido perder la vergüenza de hablar de él. Con la excusa del cacharro hemos descubierto la forma -real- del clítoris. Ahora ya no valen los argumentos de no saber cómo es ni dónde está situado. Porque os puedo asegurar que en mi larga trayectoria sexual me he encontrado con más de uno (y de tres) más perdidos buscándolo que el Capitán Scott en la Antártida. Mea culpa, siempre, por no decir en su momento “por ahí no es, cari”.

¡Ay!, que nos da cosica lastimar la (muy) frágil autoestima de nuestros compañeros sexuales, sin caer en la cuenta de que a la larga va en contra nuestra.

Da igual si jóvenes o mayores, si expertas o no, siempre hay que decir cómo, cuándo y, sobre todo, por dónde. Luego no vale lamentarse.

Comentaba al principio que este ha sido el año del clítoris y de sus estimuladores. Como yo me debo a la causa y a mis lectoras, y he probado algunos, de los que hablaré en los próximos días.

Ya os adelanto que encontrar “el momento” de probarlos en medio de comidas y cenas festivas, y con niños rondando 24/7 por la casa no ha sido nada fácil.

Pepa Marcos ha vuelto. A ver si consigo mantener el ritmo…

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