Que la historia se repite es algo de lo que no hay duda si recordamos el caso de Alice Keppel y Eduardo VII, bisabuela de Camilla Parker Bowles y tatarabuelo del príncipe Carlos. Una relación que ya hace décadas demostró los problemas de aunar los conceptos de matrimonio concertado y amor verdadero. Ha sido precisamente la serie The Crown lo que ha renovado el interés por esta insólita mujer del árbol genealógico de la duquesa de Cornualles. Se dice que la primera vez que Camilla conoció a Carlos, ella le dijo: “¿Sabía que mi bisabuela, Alice Keppel, fue amante de su tatarabuelo?”. Cómo no caer rendido ante algo así.
Historias similares, finales opuestos
Los paralelismos entre Carlos de Inglaterra y Eduardo VII son sorprendentes. Al igual que Carlos, su tatarabuelo tuvo que esperar a llegar al trono durante mucho tiempo debido a la longevidad de su madre, la reina Victoria. Ella murió en 1901 y su hijo en 1910, por lo que apenas sostuvo la corona durante nueve años.
Aún siendo príncipe, en 1863, Eduardo se casó con Alexandra de Dinamarca en lo que fue un matrimonio de conveniencia. El amor lo encontraría en otra mujer, Alice Keppel. Proveniente de una familia de la alta sociedad –su padre fue almirante en la marina británica y su abuelo había sido gobernador de las islas Jónicas–, y casada con George Keppel, séptimo conde de Edmonstone, su belleza la hizo muy popular entre los hombres, entre ellos Eduardo, quien se quedó prendado de ella al conocerla en una fiesta en 1989. Ella tenía 29 años y él 56.
La aventura entre Eduardo y Alice no fue ningún secreto. El historiador Theo Aronson, como se recoge en este artículo, indicaba “el concepto que Eduardo VII tenía de Alice era demasiado elevado para someterla a la indignidad de la clandestinidad”. “Todos sabían acerca de la relación entre el rey y la esposa de George Keppel…”, corroboraba el diplomático y político lord Hardinge de Penshurst en sus escritos. Incluso Alexandra, la esposa de Eduardo, le guardaba cierto aprecio por ser más discreta que las anteriores amantes de su marido.
Su papel no se limitó a la de simple amante de Eduardo. De ella se recuerdan también sus habilidades diplomáticas. "Hubo una o dos ocasiones en las que el rey estaba en desacuerdo con la Oficina de Asuntos Exteriores y yo pude, a través de ella, aconsejar al rey con ua visión de las políticas del Gobierno que fue aceptada. Ella era muy leal al rey y patriótica al mismo tiempo", dijo de ella el virrey de la India.
La suerte para Alice cambió al fallecer Eduardo: todos los privilegios que había tenido por su cercanía al monarca –disfrutó casi de mismo nivel de vida que la propia esposa del rey– desaparecieron. Las crónicas relatan que sufrió un ataque de histeria a los pies de la cama de Eduardo, ya en su lecho de muerte, y que tuvieron que sacarla de sus aposentos. Los Keppel pasaron a ser miembros repudiados de la alta sociedad británica y la familia real. Ya no había sitio para ella en la corte de Jorge V. Se llegó incluso a decir que era una espía que había trabajado para la inteligencia alemana desvelando secretos de la corte.
Alice se acercó a dos aristócratas que habrían podido proporcionarle estabilidad y dinero: lord Alington y lord Stavordale, hasta que finalmente hizo las maletas con su marido y se mudó a Italia. Cuentan que cuando se enteró de la abdicación de Jorge VI por Wallis Simpson, expresó: "Las cosas en mi época se hacían de otra manera". A los 79 años falleció víctima de cirrosis hepática, solo dos meses después de la pérdida de su marido.
Se dice que una de las hijas de Alice Keppel, Sonia, no fue concebida por el que debería haber sido su padre, George, sino por el propio rey Eduardo VII. De ser así, Carlos y Camilla estarían emparentados, aunque de forma lejana. Algo que la familia real británica nunca ha confirmado.
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