Rocío Carrasco y su divorcio de Antonio David Flores: todo lo que el documental de Telecinco nos está enseñando sobre la violencia vicaria (y sobre las secuelas de la violencia de género)

“Te los voy a quitar, te van a odiar”, con esta frase Antonio David Flores se despedía de Rocío Carrasco cada vez que le devolvía a sus hijos. Él los tenía solo un fin de semana de cada dos, pero presumía en los medios de ser un gran padre. Ella los tenía el resto del tiempo, pero las masas la abuchearon en el entierro de su padre Pedro Carrasco porque para entonces el público ya estaba convencido de que era una mala madre, una mujer promiscua, una mala persona.

Al final Antonio David Flores consiguió su objetivo, le arrebató a la madre los hijos y para conseguirlo puso en marcha una estrategia desde el mismo momento en el que Rocío Carrasco presentó la demanda de divorcio. El mecanismo psicológico que empleó se conoce como violencia vicaria y la última entrega de “Rocío. Contar la verdad para seguir viva” en Telecinco delata que sus hija Rocío Flores ya daba muestras de estar sufriendo esa manipulación a los cinco años de edad.

Tres detalles que Rocío Carrasco ha desvelado que retratan a Antonio David Flores como padre

Desde el mismo momento en el que Rocío Carrasco presenta la demanda de divorcio la pesadilla en la que vive en su relación con Antonio David Flores se recrudece. En 2001, y asesorado por el abogado Emilio Rodríguez Menéndez, Antonio David Flores solicita la guardia custodia en exclusiva de los niños aduciendo que la madre no pasa todo el tiempo con ellos y que el clima en el que viven en la casa materna es perjudicial para los niños (porque para entonces Rocío Carrasco convivía con Fidel Albiac).

De hecho, Antonio David llega a conceder una entrevista en la revista Semana con el único titular de: “Me enferma ver a Fidel con mis hijos”. Y uno de los motivos por los que públicamente afirma que no pasa la pensión de los niños es porque ese dinero tiene que ingresarlo en una cuenta que está a nombre de Fidel (cosa que Rocío Carrasco afirma que no es cierta, enseñando en la docuserie que es una cuenta compartida).

Hasta el momento en el que Antonio David decide poner a los niños en el centro de su estrategia Rocío Carrasco cuidaba de sus hijos exceptuando el tiempo que los niños pasaban con su padre, un fin de semana de cada dos. Para poder ir a trabajar Rocío Carrasco dejaba a los niños con una cuidadora, la “tata”. Desde el momento en el que nacieron hasta el momento de la demanda en los juzgados los niños sólo habían tenido dos cuidadoras distintas, pero Antonio David Flores consideraba que “por estos niños ya han pasado muchas tatas”. El juzgado no lo vio así, consideró que las cosas estaban bien como estaban y la custodia siguió estando a manos de la madre… pero los problemas para los niños ya se empezaban a notar en esa fecha.

En el informe psicosocial realizado por los psicólogos del juzgado se explica cómo Rocío Flores veía a su madre Rocío Carrasco como su persona de referencia, con quien se sentía cuidada y segura, su persona de referencia, pero para Rocío Carrasco en ese informe ya se puede apreciar “la semilla del mal”: en sus páginas también se apunta que la niña sufre ansiedad. ¿Ansiedad en una niña de cinco años?

En la última entrega de “Rocío. Contar la verdad para seguir viva” Rocío Carrasco describe detalles muy crueles sobre la crianza de los niños por parte de su padre. Por ejemplo, relata cuando descubre que Antonio David Flores “provoca” terrores nocturnos a su hija contándole a la niña que cuando se duerme en casa de su madre, esta aprovecha para irse con su novio y dejarles solos a ella y su hermano. O cómo un domingo por la noche Antonio David Flores devuelve a su hijo, un bebé, con el brazo roto. Se lo había roto el viernes… y no le había llevado al médico.

Qué es la violencia vicaria y cómo y cuándo se pone en práctica

Lo que describe Rocío Carrasco, y el triste final que todos conocemos en el que Rocío Flores acaba abandonando la casa materna a los 15 años tras pegar a su madre, es un caso de violencia vicaria, un tipo de violencia que se ejerce contra la madre a través de los hijos. Cuando este tipo de hombres se enfrentan a la decisión de sus parejas de divorciarse, saben que su control y sus derechos sobre esa mujer con la que estuvieron casados desaparecen. Pero los hijos son un vínculo con la madre de por vida.

Los hijos pueden convertirse en una forma de perpetuar el maltrato, todo el mundo sabe que por ellos una madre es capaz de callar, de ceder y de aguantar lo que haga falta. Por eso la amenaza suele ser diaria: “te voy a quitar a tus hijos” es la frase favorita de los que emplean violencia vicaria. Y desgraciadamente hay muchas formas de “quitar” unos hijos, cuando las demandas en los juzgados ya no sirven, quedan otras más silenciosas pero igual de efectivas: generar odio, miedo y estrés en el menor de manera que se mine la confianza que este tiene puesta sobre su madre.

Cuando un niño es sometido a este tipo de estrés y tensión alimentado por un padre que le asegura que su madre no le quiere de forma constante el menor intenta sobrevivir como puede al hecho de que una figura de seguridad esencial de su vida, su madre, ha dejado de serlo y se defiende, normalmente, deshumanizando a esa persona, rompiendo sus lazos afectivos con ella e, incluso (con el tiempo), rechazándola y agrediéndola.

Que Rocío Carrasco denunciara a Antonio David Flores la noche que fue a urgencias con su bebé que estuvo tres días con el brazo roto y que posteriormente retirara esa denuncia nos puede parecer extraño. Que se negara a hablar mal de Antonio David a sus hijos, también. Todos estos son comportamientos que no nos parecen lógicos desde el refugio del sofá de nuestros sofás y nuestras relaciones normales. Pero no podemos buscar normalidad en las decisiones y reacciones de una mujer que sufre las secuelas de haber sufrido violencia de género, porque su vida no ha sido normal, como tampoco lo es un padre que no pasa la pensión o no lleva a urgencias a un bebé con el brazo roto.

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