Según una persona muy próxima a la princesa Ana (Londres, 1950), la única hija de la reina Isabel II es el tipo de mujer con la que te irías a la selva. Austera y trabajadora –es el miembro de la familia real, o La Firma, como la llaman sus miembros, con más actos por año: más de 500 en 2019–,en ella no hay "una onza de vanidad", tal y como confirmó en su día a la revista Tatler un "aristócrata autorizado".
Un joven cabo que tuvo la suerte de verla en mono de combate durante una visita a su regimiento contó que era la única mujer capaz de parecer "sexy" con esa prenda. La princesa real contaba entonces con 19 años de edad, si bien es cierto que su figura apenas ha cambiado en las últimas décadas gracias a la equitación –compitió en las Olimpiadas de Montreal en 1976– y a las largas caminatas que da por los alrededores de su casa de campo, Gatcombe Park, junto a sus perros. Su talla es la misma desde entonces, lo que le permite usar la misma ropa una y otra vez sin haber renunciado por ello –bien al contrario– a la categoría de"icono de estilo". Que lo es lo corrobora el director de Vogue UK Edward Enninful en el número de mayo del año pasado de Vanity Fair USA.
Ana de Inglaterra lleva perfectamente bien la tiara, pero como es realmente feliz es en vaqueros y Barbour, tal y como comentó Richard Ralph, gobernador de las Islas Hébridas, después de una de las visitas de la princesa real en 1996. Se da la circunstancia de que es allí donde se fabrican sus prendas preferidas: las de Harris Tweed. “Estuvo muy de moda durante una época", cuenta en la edición estadounidense de esta revista. "Por lo que a mí respecta me gusta Harris Tweed porque su ropa tiene el mismo aspecto al final del día que cuando te la pones por la mañana. Brillante". Algo a tener en cuenta sin duda si tus jornadas pueden incluir, por ejemplo, un vuelo en helicóptero para visitar una fábrica en Kent o un trayecto de 15 minutos en metro del que hablaremos más adelante.
Sin embargo, además de los paños impecables de Harris Tweed y de las chaquetas Barbour –la princesa se muestra reacia a comprar ropa que no haya sido fabricada en el Reino Unido–, Ana también tiene una importante colección de vestidos de gala que suele reutilizar –en ocasiones con pequeños arreglos– y con los que es capaz de medirse sin pestañear ante las nuevas generaciones de royals. En la visita de Estado de los reyes de España al Reino Unido, por ejemplo, y mientras la reina Letizia representó según la prensa inglesa "la modernidad, con su vestido recto de Armani", Ana desempolvó un modelo en tonos malva con bordados en plata. Con sus guantes de color blanco por encima del codo, como manda el protocolo, y su parure de brillantes, "demostró que una sexagenaria puede defender el look de princesa por antonomasia", aplaudió The Daily Telegraph.
Ana de Inglaterra preside entre otras organizaciones la Asociación del Textil y de la Moda del Reino Unido. El pasado 20 de febrero fue por primera vez a la semana de la moda de Londres. Lo hizo para entregar un premio a la diseñadora de joyas Rosh Mahtani, fundadora de la marca Alighieri. No solo recicló uno de sus trajes de sastre –en concreto uno de color verde esmeralda que había llevado un año antes en el palacio de Buckingham, en una recepción de la reina Isabel a los reyes de Jordania y al príncipe heredero Hussein–: además, fue en metro. Según informó The Daily Telegraph, Ana "y una señora mayor" –presumiblemente su inseparable dama de compañía, Rowena Feilden tomaron el suburbano en la estación de Green Park próxima a Buckingham hasta la de St. Paul en un trayecto de 15 minutos.
Según una persona de su entorno, a la princesa Ana "le importa una mierda" reciclar su vestuario y, naturalmente, apenas ha trascendido el nombre de la diseñadora Maureen Baker, de la firma británica Susan Small, como autora de algunos de sus conjuntos: el vestido abrigo de seda verde que llevó a la investidura de su hermano Carlos como príncipe de Gales en el castillo de Caernarfon en 1969, y que pertenece hoy al Museo Victoria & Albert de Londres, o el de su primera boda con el capitán Mark Philips cuatro años más tarde. Y es que si es, como dice Edward Enninful, un icono de estilo, lo es precisamente por no seguir en absoluto las tendencias, o seguir solo las que se esperan de ella: llevar colores pasteles, apoyar las excelentes manufacturas inglesas, sacar los vestidos de princesa cuando toca y no comprar ropa. Por algo puede utilizar la misma desde hace 40 años.
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Artículo publicado en Vanity Fair el 26 de abril de 2020 y actualizado.
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