82 millones de personas han sido cautivadas por los escándalos de la sociedad del siglo XVIII que se cuentan en la serie Los Bridgerton de Netflix, pero a veces, la realidad puede superar a la la ficción. Un ejemplo de ello es la vida de Elizabeth Chudleigh, la aristócrata bígama que cautivó a la alta sociedad georgiana, y cuyas aventuras son ahora el tema de un nuevo libro de la ex editora jefa de Tatler, Catherine Ostler.
Las estridentes hazañas de Daphne Bridgerton, del duque de Hastings y de todos los demás personajes de la serie se quedan en nada si las comparamos con las de la llamada "duquesa-condesa", como la apodó el célebre escritor y experto de la época en temas del corazón, Horace Walpole.
Como escribe Ostler en el número de mayo de Tatler, se sintió atraída por la historia de la duquesa después de leer sobre ella, no en el contexto del Londres georgiano, sino como una expatriada británica cuya extravagancia cautivó a la corte de la emperatriz rusa Catalina la Grande, en la biografía de Simon Sebag Montefiore Catalina la Grande y Potemkin.
“Para mí, Elizabeth se ha convertido no sólo en un complejo objeto de simpatía y fascinación, sino también en un símbolo desde el que ver la feminidad y la sociedad georgiana, su prensa, su poesía, el movimiento de sus faldas y el poder de sus crueles plumas, mucho antes de que Lady Whistledown de Los Bridgerton pusiera esos temas en nuestra conciencia colectiva", escribe.
Chudleigh fue dama de honor de Augusta, princesa de Gales, y fue durante su estancia en la corte cuando atrajo la atención de Evelyn Pierrepont, segundo duque de Kingston-Upon-Hull, con quien se casó en 1769, convirtiéndose en duquesa de Kingston-Upon-Hull.
El único problema era que ella ya estaba casada, pues se había casado en secreto con Augustus Hervey (más tarde tercer conde de Bristol) unos 25 años antes. Cuando el hermano mayor de Hervey murió y él ascendió al condado, ella se convirtió en la duquesa-condesa de las gracias de Walpole.
Cuando todo esto salió a la luz, el sobrino de su segundo marido intentó presentar cargos de bigamia contra ella, con el fin de excluirla del testamento. El proceso judicial que siguió tuvo en vilo a toda la sociedad inglesa, y constituye una lectura apasionante en el libro de Ostler, que viajó de Chelsea a San Petersburgo y habló con uno de los descendientes del sobrino de Chudleigh de la familia Pierrepont.
Artículo originalpublicado en Tatler y traducido por Estrella Ariza. Acceda al original aquí.
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