El broche ‘blackamoor’ de la princesa Michael de Kent y otros ‘descuidos’ racistas de la familia real británica

Para bien o para mal, Harry y Meghan han removido los cimientos de la monarquía británica, tan resistente al cambio. En el fondo, y aunque la entrevista con Oprah Winfrey no haya sido del agrado de ningún royal senior, han cumplido las esperanzas que la institución tenía depositadas en ellos: que salvasen la brecha generacional tras 68 de tener a la misma reina. Y lo han hecho por uno de los flancos más necesarios: el racismo. Isabel II se ha comprometido personalmente, dicen los medios ingleses, a interrogar uno por uno a los miembros en activo para ver quién es el que ha provocado las "preocupantes" acusaciones de racismo. Algo que podría servir no sólo para que la familia se revisase, sino para que la propia institución se diese cuenta de que no todas las tradiciones, sobre todo las de un imperio colonial, aguantan el paso del tiempo.

La entrada en la familia de Meghan Markle, persona racializada, supuso un punto de tensión en una familia acostumbrada a resolver las cosas o con silencios o con cortesana aprobación a cualquier conducta. Su salida, junto a la de su marido, provocada por esas mismas tensiones, es la que lleva ahora a la monarquía a ponerse delante del espejo y reexaminar sus gestos.

El broche ‘blackamoor’ de la princesa Michael de Kent

La princesa Michael de Kent tuvo una mala idea en la primera cena de Navidad en Buckingham en la que estuvo presente Meghan Markle: llevar un broche blackamoor en la solapa de su abrigo, un estilo de joyería y decoración bastante problemático. El broche es un busto que en sus orígenes representaba al Otelo de Shakespeare, "el moro de Venecia", pero el estilo muy popular entre los siglos XVI y XIX, también abarca todo tipo de representaciones de personas de color, representadas como seres exóticos y rodeados de simbología esclavista o colonial, dependiendo del contexto. La princesa Michael de Kent se medio disculpó a posteriori, afirmando que en las otras ocasiones en las que lo había llevado no había "ofendido a nadie". Y que nunca se había planteado que pudiese resultar ofensivo.

Esto, eso sí, viene de una persona que, según el periodista y escritor angloamericano (de descendencia indopaquistaní) Aatesh Taseer, tenía dos ovejas negras a las que había llamado Venus y Serena, por las hermanas Williams. Taseer, en un artículo para Vanity Fair llamado Raza y Royals, contaba en primera persona cómo había vivido la experiencia (por su relación de tres años con lady Gabriella Windsor, hija de la princesa) en ese mundo tan blanco: no es porque fueran royals, decía, "es porque todos el mundo en Gran Bretaña por encima de cierta edad es un poquito racista". Taseer también cuenta en ese artículo que había nadado en pelotas en la piscina de la reina y que se había metido MDMA con Gabriella Windsor en el castillo de ídem, no tiene desperdicio. Pero el asunto principal, en su opinión, es que en Estados Unidos el racismo no es un tema tabú, mientras que en Inglaterra todo el mundo (blanco, se entiende) niega que exista… O que el pasado colonial demasiado reciente –Isabel II heredó los restos de un Imperio, que hoy representa como a una Mancomunidad– sea un problema.

La Mancomunidad de Naciones

Barbados decidió en septiembre de 2020 que este año la isla de Rihanna dejará de tener a Isabel II como jefa de Estado: "es hora de dejar atrás nuestro pasado colonial", dijo su primera ministra. Es decir, en breve la isla dejará de prestarse a imágenes (suponiendo que los royals así lo decidan) como las de Guillermo y Kate Middleton en su tour oceánico de 2012. Imágenes que son un recordatorio constante de que muchos de estos países han tenido como historia la de la dominación británica, el país que durante más tiempo ha prolongado su dominio colonial.

Los tours fueron en parte un invento de Isabel II para fortalecer la naciente Commonwealth: ahora que ya no eran un imperio, había que caerle bien a los territorios ultramarinos. Es la única razón por la que existen estos tours: para recordar de vez en cuando a los habitantes de lejanos continentes y remotas islas por qué su himno nacional es el God save the Queen y por qué hay una venerable señora inglesa en sus sellos y billetes. Incluso sin este tipo de fotos, todo colonialismo es inherentemente racista. Y este es el mayor problema de la monarquía inglesa: el país al que representa, que ya no es ni europeo, tiene una complicada historia tejida con el resto del mundo (que se resume en guerras, invasiones, incursiones o conquistas en prácticamente todo el planeta, con la excepción de Andorra y otra veintena de países) que está llevando a naciones como Barbados a decir adiós a la reina.

La medalla que el gobernador de Jamaica desearía no tener

En verano de 2020, con el movimiento Black Lives Matter protestando por todo el planeta, el gobernador general de Jamaica, Sir Patrick Allen, emitió un comunicado en el que reunciaba "al uso personal" de la insignia de la Orden de San Miguel y San Jorge, que la reina (máxima autoridad de la orden de caballería, creada por el príncipe regente Jorge, hace 203 años) le había otorgado en 2009, señalando el racismo de la medalla. Sir Patrick Allen es el representante de la reina en Jamaica, en eso consiste ser gobernador general: el hombre de la Corona en el territorio mancomunado, entre los países de la Commonwealth que aún la aceptan como jefa de Estado.

Pero, ¿por qué era problemática una condecoración en tiempos de la muerte de George Floyd?

Efectivamente.

Allen tomó la decisión "al darse cuenta de los problemas sobre los que había llamado la atención la ciudadanía". En concreto, tras una campaña con varios miles de firmas en el que se denunciaba una medalla en la que la figura de un hombre rubio con alasy una espada (San Miguel), que le pisa el cuello a la figura de un hombre negro al que tiene postrado y con una cadena al cuello (Satán). Que no es que tenga connotaciones, es que denota directamente. Allen pidió el rediseño de la medalla, una petición a la que se unió el Monty Python Michael Palin (uno de los centenares homenajeados la insignia, que también cuenta entre sus receptoras honoríficas con Angelina Jolie). Y denunció "el uso de objetos e imágenes que normalizan la degradación constante de la gente de color").

El ministerio de Presidencia (el Cabinet Office) indicó entonces que ese diseño estaba "desfasado" y que los recipientes podían optar por uno nuevo, en el que un hombre rubio le pisa la cabeza a un señor moreno, pero ahora ambos tienen casi casi el mismo tono de piel. Otro problema resuelto por el Gobierno de su majestad.

El gran problema: el eterno "no darse cuenta de que algo es ofensivo"

Una de las explicaciones recurrentes de los ‘tropezones’ de los royals con el racismo es su falta de consciencia de estar haciendo algo ofensivo o inadecuado, como decía la exministra Jacqui Smith de cuando el príncipe Andrés se puso a hacer chistes sobre camellos en un banquete de Estado con el rey de Arabia Saudí. Lo mismo pasó con el Tapiz del Nuevo Mundo, una obra conmemorativa de la colonización de América, que tardó 20 años en completarse, y que entre sus contribuyentes cuenta con un par de hilos cosidos a mano tanto por el príncipe Carlos como por la propia reina.

El tapiz, que presumía de ser el más grande de todos los tiempos, se enfrentó en cuanto se presentó a las acusaciones de ser intolerablemente racista con los nativos americanos. El Congreso Nacional de Indios Americanos, que engloba a representantes de todas las tribus y es la organización más antigua de las que defienden los derechos de los más afectados por la colonización europea, denunció su "descarada perpetuación de un estilo artístico quelleva siglos mostrando a las personas nativas como belicosos salvajes subhumanos". El diseñador del tapiz, Tom Mor, un señor del suroeste de Inglaterra, dijo que aquello no era racista y que los ofendidos (recordemos: representantes de todas las tribus, organizados desde 1944 para denunciar los incumplimientos de los tratados y el abandono de su gente) no entendían nada.

El mural es, la verdad, bastante ofensivo, y destaca por las escenas de salvajes en taparrabos asesinando (la palabra es textual) a colonos. ¿Gente que ha contribuido con sus puntadas honoríficas (de un total de 39 millones de ellas, repartidas entre más de 250 voluntarios) a su elaboración? La reina Isabel, la reina madre, Felipe de Edimburgo, la princesa Ana y, como rematador, el príncipe Carlos, que dio la última puntada al tapiz en el año 2000. Ninguno vio nada malo en el tapiz. Como diría la princesa Michael de Kent: antes de que los ofendidos se quejasen, no había ofendido a nadie.

El cuadro que los Obama no tendrían por qué haber visto

Contexto: eres el primer presidente negro de Estados Unidos. El futuro rey de Inglaterra, su hermano y su mujer te invitan a ti y a tu primera dama a Kensington Palace en 2016. En su salón hay un cuadro, bastante prominente. Elegido supuestamente por Kate Middleton en persona de entre las más de 7.500 obras que componen la Royal Collection. Este cuadro:

Dos señores blancos departen alegremente mientras su criado se ocupa de las bestias. ¿El título del cuadro? El paje negro, que en inglés usaba el término negro, abiertamente ofensivo: The negro page. ¿Nadie fue consciente tampoco en este caso de que podía ser bastante insultante para las dos personas más poderosas del planeta? Oh, sí: uno de los empleados de palacio se dio cuenta de que el cuadro llevaba una placa en el centro del marco con el inaceptable título, y optó por una decisión que es otra metáfora del problema royal: quitar con un destornillador la placa, poner una maceta (se puede ver en la foto anterior) para que no se notasen la ausencia ni los agujeros… Y dejar el cuadro en su sitio.

Es, tal vez, el mejor resumen de lo que denunciaban Harry y Meghan cuando no sólo hablaban de que se tuvieron que ir por el racismo, sino por la ausencia de medidas contundentes contra el mismo. En palacio, solucionar las cosas es tapar lo que señala el problema, literalmente, hasta que no se vea, pero dejar el problema intacto. No vaya a ser que alguien se ofenda.

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