De Antonio Resines, más allá de sus papeles en cine y televisión, se sabe poco. Casi nada. El actor ha sabido cerrar a cal y canto su intimidad. Esa que comparte con Ana Pérez-Lorente desde hace 30 años. Las veces que se les han visto juntos durante este tiempo, se pueden contar con los dedos de una mano. La última, este miércoles en la revista ‘Semana’.
Porque Resines nos ha dado una noticia de esas que nos gustan especialmente en medio de la pandemia. Una de las que hacen sonreír: se ha casado con su pareja. Han dado ese paso hacia el altar para sellar su historia de tres décadas de discreto amor con un ‘sí, quiero’ del que la mencionada publicación ofrece las pruebas gráficas.
Porque alguna pista de sus planes había, aunque, tras las palabras de hace unas semanas de Verónica Forqué, gran amiga de Antonio, en ‘El Intermedio’, no hacían pensar que fuese a suceder tan pronto: «Resines se va a casar, me ha mandado la invitación, pero la han aplazado porque los pobres míos se iban a casar a primeros de octubre… La boda se ha retrasado». Finalmente, tuvo lugar el pasado sábado, 10 de octubre.
La pareja, ya casada, no tuvo problema en posar para los pocos fotógrafos que esperaban su salida. Tampoco evitaron manifestar la enorme felicidad que sentían tras haber formalizado una relación que no necesitaba de papeles de por medio pero que, aún así, han querido firmar.
Una celebración muy íntima, acorde a todas las restricciones a las que nos tenemos que atener en medio de los tiempos que vivimos. Estuvo, por supuesto, su hijo Ricardo, fruto de una relación anterior de Antonio. Y el banquete (una comida muy reducida), tuvo lugar en un restaurante muy cercano al domicilio en el que residen (y donde duermen en cuartos separados, como él desveló en una ocasión).
Hace no mucho, ella misma relataba en ‘Mi casa es la tuya’ cómo se conocieron, cómo comenzó esa historia de amor hoy convertida en matrimonio: «Yo iba con mi amiga y me dijo de repente: ‘Nos siguen’. Así que le dije: ‘Vamos a separarnos, tú vete hacia tu casa y vemos qué hacen’. Y efectivamente nos seguían. Así que me pinté el ojo y los labios por si acaso. Y esa noche quedamos. Luego no le volví a verle hasta tres meses después porque no apuntó mi teléfono. Y me lo encontré un día por sorpresa en Sol y le dije: ‘¿Sabes quién soy?’. Y me dijo: ‘Estoy harto de que cada vez que nos encontramos me preguntes eso. Eres Ana’. Y ese sábado me llamó, quedamos y hasta ahora».
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