Los ciclos de la moda son imparables. El eterno devenir al que se aferra la industria para mantenerse viva y actual pasa por echar la vista atrás y tentar a los consumidores apelando a algo tan intangible como la nostalgia. Un elemento tan emocional como rentable y que en las últimas temporadas nos ha hecho revivir estéticas tan identificables como la inspiración hippy o el minimalismo. Así hoy nuestros armarios se han vuelto a llenar de prendas de pana, de tejidos metalizados o incluso homenajes y recreaciones de los looks punk que forjaron el aspecto de una generación.
Pero si algo nos ha enseñado 2020 es que los años 80 están en el aire. Y no solo sobre las pasarelas, como nos han demostrado entre otros Olivier Rousteing con sus colecciones para Balmain o Isabel Marant, sino también en nuestras pantallas de televisión o en nuestras playlists.
Desde que en 2016 se estrenara la serie Stranger Things, el ánimo de sus creadores, los hermanos Matt y Ross Duffer, era el de rescatar el imaginario que dejaron en nuestras retinas juveniles las cintas de Spielberg, Wes Craven o George Lucas. Y ahí el vestuario ha sido fundamental. Ambientada a mediados de los 80 en un pequeño pueblo ficticio de Indiana, las aventuras de Will Byers y su pandilla, nos hicieron recordar aquellas prendas que nos acompañaron durante nuestra infancia, desde las sudaderas con capucha, los cortavientos de tactel o las camisetas de estampados psicodélicos. El efecto fue casi inmediato en cientos de marcas de ropa, especialmente las de low cost, que no perdieron ni un minuto en añadir a sus colecciones estilismos inspirados en la serie, incluso alguna de ellas, como es el caso de H&M que en 2019 lanzó una colección cápsula junto a la franquicia televisiva.
Con algunos de sus personajes convertidos en auténticos iconos de moda, entre ellos la renacida Winona Ryder, que en sí misma es un icono inamovible de finales de los 80, el revival ochentero se ha mantenido latente. La mejor prueba de ello ha sido que durante el rodaje de la cuarta temporada, cuyo estreno esperamos inminentemente, una de sus protagonistas, Maya Hawke (hija de Uma Thurma y Ethan Hawke) ha dado mucho que hablar gracias a algunos de los looks con los que se la ha podido ver en el set de rodaje. Especialmente uno en el que lucía un traje masculino extragrande (hombreras mediante) con camisa de cuadros y zapatillas Converse. El epítome de una época cuyos códigos hoy están muy presente en nuestro vestidor.
Aferrarse al pasado viene muy marcado por la situación del presente. Muchos estudios apuntan que lo que hace que nos refugiemos en él es cómo nos afectan esos cambios. Jordi Busquets, profesor de la Universidad Ramon Llull lo explica así: “En un momento de crisis y de cambio, incluso positivo, se necesita retomar el pasado y buscar referentes. El componente generacional es fácil de ver en la música, el cine o la moda. A esto se le puede sumar que los 80 fueron además grandes años de consumo”.
Mientras no paramos de escuchar a Dua Lipa, cuyo disco más reciente, Future Nostalgia es un himno a temas que rompieron las pistas de baile hace cuarenta años (desde Olivia Newton-John a Madonna) o The Weeknd parece la reencarnación musical de Michael Jackson, las hombreras, el lúrex y todo lo que nos recuerde a Alexis Carrington (el pérfido personaje al que dió vida Joan Collins en la serie Dinastía) o a Tess McGill y su retorcida jefa Katharine Parker (Melanie Griffith y Sigourney Weaver en la película Armas de mujer) se ha convertido en nuestra máxima aspiración estilística.
No sin gran tino, Quartz, la organización internacional de noticias en inglés centrada en los negocios, que se lanzó en 2012 y es propiedad de la empresa japonesa de medios comerciales Uzabase, ha acuñado el término Economía de la nostalgia, posicionándolo como la tendencia más potente en la industria de la moda como respuesta a lo que está sucediendo hoy en el mundo. Tras la pandemia y los cambios que ha ocasionado en nuestras perspectivas, el pasado nos parece de lo más atractivo.
“Con todo fuera de nuestro control y la incertidumbre imperante, el resorte de la memoria del pasado es como un salvavidas”, explica la psicóloga de moda Carolyn Mair. “La gente siempre ha echado la vista atrás a las épocas doradas de su vida porque les produce alivio. Asociamos la nostalgia con sentimientos y experiencias positivas, y aspiramos a revivirlas en épocas de crisis como esta”, concluye.
Además, a este efecto general que la nostalgia tiene en todos nosotros como público consumidor, hay que sumar un nuevo factor, el de los millennials. Ellos son aún más receptivos a la nostalgia que otras generaciones porque la década de los 80 es justamente en la que nacieron. Para ellos es mucho más fácil fantasear con aquel pasado ya que reviven su infancia desde un prisma romántico y eso hace que respondan mejor a contenidos y productos y los consuman.
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