Cuando Kurt Cobain decidió dedicarse a la música lo que jamás se habría imaginado sería crear una cultura alrededor de sus melodías. Más allá de las letras y del sonido de sus canciones, el cantante popularizó la estética grunge, el subgénero derivado y originario de la combustión entre el rock alternativo y el indie.
La terminología de la palabra dicen que proviene de la jerga inglesa y de las alteraciones en la pronunciación de su lenguaje. Y su traducción es, en español, desaliñado. Sea como fuere, lo cierto es que el grunge define, desde hace cuarenta años, mucho más que un estilo musical. Si Cobain le dio cuerda en ese terreno, la moda se dejó contagiar por su estética y tomó referencia al cantante para adaptar los códigos más válidos de su imagen y crear una tendencia que todavía sigue sonando a día de hoy.
Las zapatillas de Converse, las camisetas se grupos de música, los pantalones vaqueros rotos, los jerséis de rayas y, por supuesto, las camisas de cuadros. Porque si hay que pensar en una referencia visual y escoger tan solo una pieza de esta corriente, los directores creativos de las casas de moda ya han hablado: el grunge es a las camisas de cuadros lo que el tweed a Chanel.
En las últimas propuestas de sus colecciones hemos podido observar cómo este movimiento se ha apoderado de las siluetas contagiando a las prendas de firmas tan exclusivas como Burberry, Givenchy, Isabel Marant o Stella McCartney. Y a pie de calle, las consultoras de moda más prestigiosas ya han adaptado todas las versiones de este estampado a sus estilismos.
Pero además, si la inspiración de Nirvana y los conjuntos de las expertas han creado el deseo más ansiado de comenzar a incorporar en nuestros armarios esta tendencia, las tiendas más asequibles también han puesto su granito de arena acercándonos las camisas de cuadros a las paredes que decoran sus tiendas…
¡La quiero!
¡La quiero!
¡La quiero!
¡La quiero!
¡La quiero!
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