Cuando en una alfombra roja se espera a Charlize Theron, Margot Robbie, Jennifer Aniston, Lucy Boynton o Jennifer Lopez, y la cola de limusinas, el maldito azar y las agendas de unas y otras permiten que todas puedan acudir, se infiere que se verán muchos vestidos con escote palabra de honor, larguísimas colas de sirena, costosos bordados a mano y lentejuelas. E incluso que se produzca algún jugoso episodio como aquel que protagonizó el robo del modelo de perlas que lució Lupita Nyong’o en los premios Oscar de 2015. A estas alturas de la semana ya se sabe que la última edición de los Globos de Oro no ha contado ni con ningún hurto destacado ni con ningún vestido destinado a recordarse más allá de las veinticuatro horas que dura una historia en Instagram. Pero si algo puede destacarse de una alfombra roja en la que no sucedió absolutamente nada es que el vestido que habría pasado desapercibido hace un año atesora todas las cualidades que no solo resultan deseables hoy, sino que además lo han convertido en tendencia sin pretenderlo.
Margaret Qualley vestida de Chanel en los Globos de Oro 2020.© GettyImages.
El modelo en cuestión es un diseño de muselina de color negro con una camelia a modo de cierre situada en el escote palabra de honor inspirado en el look 66 de la colección Métiers d’Art 2019/20 de Chanel que lució la nueva y joven musa de Tarantino, Margaret Qualley (hija de la también actriz Andie Macdowell). Sencillo, sí; exquisito, también. La edad cuenta y a veces se impone cuando de lucir un diseño minimalista se trata, pero esta norma no se aplica en las colinas de Hollywood, donde las actrices más jóvenes se entregan a diseños hiperfeminizados con el objetivo a veces no manifiesto de aparentar más edad de la que en realidad tienen. Si la lección de moda más valiosa que una mujer aprende a lo largo de su vida es que simplificar el estilo no solo quita años sino que le permite a una reconocerse y por lo tanto sentirse mejor y más segura, y suele aprenderse cuando el número de reuniones sociales se ha reducido de manera drástica, Margaret Qualley es una alumna aventajada en esto de ser mujer. A sus 25 años, la protagonista de una de las escenas más memorables del año (Érase una vez en Hollywood, el coche, sus pies, Brad Pitt) ya sabe que los vertiginosos escotes y las siluetas ceñidas no van con ella. Y en realidad no es una cuestión de edad, es el autoconocimiento de una misma en el que a veces, y esta puede sea una de ellas, la participación de una talentosa estilista tiene mucho que ver.
Margaret Qualley vestida de Emilia Wickstead en los AFI 2019.© GettyImages.
Jill Lincoln y Jordan Johnson (expupilas de Rachel Zoe que iniciaron su andadura en solitario en 2014) son la pareja que ha conseguido que Margaret Qualley brille sobre la alfombra roja gracias al hallazgo de un estilo que casa tan bien con la belleza desgarbada, elegante y de rasgos sosegados de la actriz que solo podría ser calificado como personal, y no es tan común que una celebridad escape al efecto disfraz que los vestidos de alfombra roja suelen añadir a quien los lleva. La pareja de estilistas sabe identificar los modelos más sencillos y elegantes que sin duda favorecen a Margaret y Margaret tiene ese no sé qué (llámalo gracia natural o llámalo x) que convierte los diseños más elegantes en una suerte de vestido de paseo. Lo llamativo no existe en su vocabulario, pues no hay Gucci de Michele, Chanel de Viard o Rodarte de las Mulleavy que resulte excesivo en ella, aunque los combine con los tacones más altos que existen. De hecho, lo que en el 90% de las mujeres resultarían unos zapatos elegantes, en Margaret mutan en una suerte de Converse que bien podrían haberse colado en esa icónica escena de la película de María Antonieta en la que las mencionadas deportivas se entremezclaban con sofisticados pares de fino tacón y seda. Y otra diferencia entre la actriz y la última reina de Francia: Qualley jamás habría contratado a ese “visionario” peluquero que confeccionaba moños de varios pisos de altura. Sus peinados, aunque también requieren de una cuidada elaboración, concuerdan con ese tono lánguido e inexpresivo alrededor del cual se construyen todos sus estilismos.
Margaret Qualley vestida de Chanel en los Emmy 2019.© GettyImages.
El vestido soso ya no carece ni de gracia ni de viveza. De hecho, todo lo contrario: en manos de Margaret, su ausencia de pretensiones brilla con luz propia. Quizá porque quien lo lleva no tiene intención de destacar por encima de nadie, ni de llamar la atención, ni de ingresar en ninguna lista donde habiten las mujeres mejor vestidas (¿según quién?, dirán algunos), ni de ajustarse a ninguna tendencia, ni de ser aprobada por tal o cual persona. La sensación que se tiene cuando se observa cualquier estilismo de Margaret Qualley, ya sea detenidamente o a través de un rápido vistazo, es que se viste para sí misma mientras el 90% de las estrellas (y los mortales) lo hace para agradar a un ente sin nombre y apellidos que dicta qué es bello y qué no.
Margaret Qualley en el evento L.A. Dance Project’s L.A Dances.© GettyImages.
Lo que esas estrellas (y mortales) quizá no saben es que cuando se acaba el champán, desaparecen los stories, y todos y cada uno de los invitados han regresado a sus mansiones, lo único que queda son restos de confeti y globos que han encontrado una segunda residencia en el techo; y ya nadie recuerda que fuiste las más guapa o que llevaste el vestido más espectacular. Al final de la noche estarás tú y solo tú, así que mejor albergar la sensación de haber sido tú misma durante la mayor parte del tiempo. Aunque haya sido con un vestido que si ha pecado de algo es de sencillez.
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