“Cuando mi padre mostró su lencería para que la compraran, era tan distinta que le preguntaron si era una broma”

“Cuando mi padre entró en una prestigiosa tienda del centro de Barcelona y les mostró su lencería para que la compraran, era tan distinta a lo que tenían que lo miraron a los ojos y le preguntaron si aquello era una broma”, me cuenta Núria Sardá, hija del hombre que revolucionó el interior de la mujeres en una España en la que no había mucho donde elegir y los diseños más íntimos eran hermanos de la ortopedia. “En aquellos años la corsetería era de abuela, muy fea y le hemos de estar muy agradecidas porque arriesgó y apostó por la renovación de tejidos y formas haciendo cosas muy sexis”, comenta Judit Mascó, una de las modelos en quien confió para sus desfiles desde que era muy joven, en el homenaje que el sector de la moda hizo a Andrés Sardá el martes en el marco de la 080 Barcelona Fashion Week. El diseñador, fallecido en septiembre a los 90 años, tuvo un sepelio privado por petición de la familia y este encuentro hizo las funciones de cálido funeral civil.

De las mantillas a la lencería: toda una revolución

La revolución de Sardá no era una broma, no. Pero no está exenta de cierta guasa subversiva. ¿Quién podía pensar que el heredero de un negocio de castas mantillas reconvertiría ese mismo encaje en exquisitos y sensuales sujetadores que empoderarían a la mujer? Probablemente nada de ello hubiera sucedido tan rápido si el Concilio Vaticano II no hubiera levantado la obligación de que las mujeres asistieran a misa con la cabeza cubierta, pero habría acabado ocurriendo igual porque este ingeniero catalán se daba perfecta cuenta de que los tiempos estaban cambiando a gran velocidad.

Aunque sus mantillas eran tan estupendas que hasta llevó una Jackie Kennedy en su visita al Papa, la empresa que fundó su padre en 1898 (y que en aquel momento compartía con sus hermanos) no podía resistir la revolución social que asomaba y las ganas de liberación de la mujer. Así me lo contaba a principios de los años 2000 en una fiesta de la ya extinta pasarela Gaudí con tanta energía y pasión como si todavía fuera aquel jovencito de los años 60 que se lanzó a hacer las Américas durante seis meses para liquidar los stocks de mantillas e investigar cómo podía reconvertir el negocio familiar.

Un ingeniero diseñando ropa interior

Lo recuerdo vestido con un elegante traje, con mirada magnética, amable y de fuerte personalidad. Andrés Sardá era un gran narrador, y además su historia merecía la pena ser escuchada. Aquel día poco a poco el círculo se fue ampliando. Todos querían saber cómo consiguió hacer una lencería y un baño tan sofisticado que vestía en las portadas hasta a Monica Bellucci, partiendo de cero en un país rígido y cerrado. La clave, tener los ojos bien abiertos, y saber aplicar la técnica. Aunque pasará a la historia por la belleza y fantasía de sus colecciones, Sardá era ingeniero, y esos conocimientos le fueron de maravilla para conseguir que la ropa interior cumpliera a la perfección con la función más práctica para la que estaba diseñada.“Un sujetador ha de adaptarse y aguantar muy bien el pecho sin causar incomodidad”, decía con toda la razón del mundo. Núria Sardá, que hoy se ocupa del diseño, defiende esa visión: “Comparo la ropa interior a los zapatos, si son 5 milimetros más pequeños de tu talla ya te hacen daño y no te los pones”.

Lycra y colores pop para las más avanzadas

Mientras viajaba por América, Sardá descubrió que en Suiza se estaba trabajando en el proyecto de la lycra, yse convirtió en el primero en utilizar este tejido elástico en la ropa interior, aunque él comentaba que lo había sido en el vestir en general. Lo aplicó a la gasa bordada y consiguió un prodigio de ligereza y sensualidad. Además, renovó la paleta de colores clásicos, buscando tonos casi pop. Cuando fue a vender sus colecciones, que llamó Risk (realmente no estaban exentas de riesgo) las españolas más cosmopolitas se rindieron a sus pies. “Nos disuadió a las chicas más modernas de seguir buscando nuestra ropa interior en París, ¡Y fue la bomba!”, recuerda Maria Vela Zanetti en el libro que celebró los 50 años de la marca en 2010. La escritora defiende que sus piezas demuestran como la moda cumple una función a veces ignorada de aceleración de una sociedad, “con Sardá somos más nosotras y cada una distinta y libre”, escribía y aseguraba que ella a veces la hacía sentir odalisca, pin-up o hada.

La timidez de salir a desfilar desnuda

También Judit Mascó aseguraba en el homenaje al empresario que “la ropa interior, como el perfume, nos dan placer íntimo. Los sientes muy tuyos, te hacen sentir bien y vibrar, pero es hacia adentro, no hacia afuera. Yo me los pongo para mí y me siento poderosa”. La modelo participó en Madrid la semana pasada junto a las top Martina Klein, Vanessa Lorenzo y Verónica Blume en el desfile homenaje al empresario, que también fue pionero en exhibir ropa interior en una pasarela. Convirtió algo que no estaba bien visto en tendencia total. Y lo hizo mostrando las piezas con elegancia, semicubiertas por estilismos fantasiosos que remitían a la revolución francesa, la Riviera francesa, el Caribe más sensual… “Hay que llegar hasta la alta costura”, decía.

En el libro del 50 aniversario, Martina Klein cuenta que superó la timidez e inseguridad del principiante que con 17 años ha de desfilar casi desnuda porque se sintió muy arropada dentro de esas prendas: “Comprobar que una pieza de lencería puede vestir más que un abrigo es un buen descubrimiento para una modelo”. Las cuatro musas de Sardá (también lo fueron Esther Cañadas o Davinia Pelegrí)al terminarel minuto de silencio previo al desfile, lloraron con Núria. “Era difícil concentrarse para salir”, recordaba Mascó en Barcelona. Escuchándola a su lado, a Núria se le humedecían de nuevo los ojos.

Un hombre inquieto y tozudo, cocinero profesional

Núria Sardà recuerda a su padre como una persona inquieta, que no paraba nunca: “Siempre estaba trabajando pero no tengo la sensación de que fuera un padre ausente, encontraba momentos para estar con nosotros haciendo excursiones por el Pirineo, vacaciones en Menorca…”. Pasaban tiempo de calidad con un hombre multifacético enamorado de la vida al que le encantaba jugar a tenis, a ping pong, pescar truchas, navegar… Y cocinar. Se sacó el título profesional de Le Cordon Bleu cuando no estaba tan de moda ser cocinero. “Su visión era siempre positiva, incluso en las peores circunstancias, y muy tozudo”, cuenta la hija, que paseaba por París mirando escaparates junto a él sin mirar el reloj y a veces le hacía pasar alguna que otra vergüenza.Por ejemplo, el día en que insistía en una tienda que su cartera había caído detrás del mostrador “y aunque le dijeran que no, y yo le instara a que nos fuéramos él se coló para comprobarlo por el mismo, y lo mejor es que la encontró”.

¿Cómo vender cuando las mujeres queman sus sostenes?

Esa anécdota muestra una de las claves de su éxito. Por esa tozudez no tiró la toalla cuando, a poco de lanzar sus modernas creaciones, la revolución femenina dictaba quemar los sujetadores para evitar sentirse como mujer objeto.“Pensé que no todas las mujeres eran iguales anatómicamente y que más de una seguiría necesitando llevarlo”, contaba el ingeniero a su auditorio improvisado en aquella lejana pasarela Gaudí.

Su hija Núria me explica que rediseñó la lencería de la forma más sutil y efímera posible, “con costuras invisibles, tejidos transparentes…” Superaron la crisis. También la época de huelgas de los 70, “que fue dura”, y el boom de ventas “de una faja panty que hicimos abierta para poder llevar con pantalones. Tuvo tanto éxito que se descontroló la fabricación”.Los vestidos de baño fueron la continuación natural de la ropa interior, “unas piezas que hay que diseñar muy bien porque la mujer se expone y necesita seguridad cuando las lleva”, comenta Núria, a quién su padre envió en los 80 a abrir mercado a Alemania. De sus 8 hijos, 4 trabajaban en la empresa: “Me engañó prometiéndome París pero acabé en Dusseldorf”, ríe al recordar. “Abríamos camino desde las capitales europeas porque España estaba cerrada al comercio, había muchos problemas de aduanas, era un trabajo titánico”.

Familia de creativos, que incluye a Enric Auquer

Andrés confiaba en su criterio. Lo demostró cuando le avisó que llegaba una mujer hipersexualizada que quería que la miraran a los ojos aunque su pecho era el centro de los focos ataviado con sujetadores push up. La naturalidad quedaba relegada.“Le costó un poco creerme pero me hizo caso”. Y acertaron.

Mientras me enseña los nueve maniquís que visten diseños icónicos de la casa en una de las nobles escaleras del recinto modernista del Hospital de Sant Pau donde se celebra la O80, Núria recuerda a su padre: “Era hombre de pocos y buenos amigos. Una persona íntegra que no engañaba ni buscaba el éxito a cualquier precio”.¿De dónde venía esa visión tan revolucionaria de la mujer?, le pregunto con curiosidad. “Creo que influyó mucho que su familia siempre fue divertida y diferente, creativos y teatreros en el buen sentido de la palabra”. Entre ellos está Enric Auquer, el reciente ganador de un Goya a actor revelación. Su prima es la joven ilustradora Júlia Sardà, cuyo padre fue el pintor recientemente fallecido Jordi Sardà, hermano del polémico y cosmopolita excónsul de España en Washington Enric Sardà. “Mi padre decía que Xavier y Rosa Maria Sardà también eran familia lejana, pero no lo creo”.

Andrés Sardá se casó con Anna Maria, tuvieron ocho hijos y ahora ya 21 nietos. “Una mujer guapísima y elegante que nunca ha querido estar en el foco social ni empresarial. Se querían mucho. Ella se ocupaba de todo en casa, mi padre sin su ayuda no hubiera podido hacer todo lo que hizo”, explica Núria.

La enfermedad y la venta de una empresa amada por las famosas

Sardá enfermó de Alzheimer poco antes de celebrar el 50 aniversario de la marca. Una de sus últimas y excelentes decisiones fue anticiparse a la gran crisis de 2008 vendiendo la empresa al grupo belga Van de Velde, “una empresa familiar como la nuestra, aunque coticen en bolsa, que entiende que el valor diferencial de nuestra marca es el diseño y la exquisitez”, cuenta Núria, que junto a su hermano Miquel trabajan dentro del grupo. “Ahora acaban de celebrar su centenario en París, y han colocado el retrato de mi padre para recordarlo”, dice agradecida.

Los diseños de la firma que fundó este visionario, creador del concepto moda en lencería,los han retratado grandes como Ferrater, Outumuro, Ellen Von Unwerth, David Hamilton en divas de esencia tan distinta como Mariah Carey,Paris Hilton, Elsa Pataky o Aitana Sánchez Gijón. Encaja tanto con la belleza morena de Penélope Cruz como con la extravagancia de Lady Gaga ola sensualidad de una Julianne Moore que quedó hechizada por un vestido naranja estampado de tul elástico que lució en Savage Grace y pidió que se lo enviaran. Como dice Cuca Solana en el libro, “Julio César dijo: Veni, vidi, vincit. Luís XIV dijo: L’Etat c’est moi. Andrés Sardà puede decir: Llegué al mercado, vi y vencí. La lencería soy yo”.


Fuente: Leer Artículo Completo