El príncipe Guillermo y Kate Middleton cumplen hoy, 29 de abril, una década como marido y mujer. Aunque lo más probable es que no celebren sus Bodas de papel (al menos de puertas para afuera) debido al fallecimiento del abuelo del novio, el duque de Edimburgo, que murió el pasado 9 de abril. Una triste desaparición que provocó que su viuda, Isabel II, no conmemorase su 95º cumpleaños con ningún tipo de actividad.
El vestido nupcial es, por norma general, uno de los secretos que con mayor celo guardan las novias antes de que dé comienzo la ceremonia de sus esponsales. La duquesa de Cambridge no se prestó a ser la excepción y hasta que no descendió del Rolls-Royce Phantom VI de 1978 que la condujo hasta la abadía de Westminster no pudimos contemplar la obra firmada por la discretísima Sarah Burton para la casa Alexander McQueen. La autoría no fue aireada hasta esa misma mañana. Las apuestas eran de lo más variopintas y la sorpresa resultó mayúscula. El desaparecido fundador de la empresa, Lee McQueen, era republicano y muy crítico con la familia real.
En el diseño de color marfil, creado en exclusiva para Middleton, destaca el corpiño inspirado en la era victoriana. Una prenda de corsetería que obsesionaba a McQueen. Estrecho en la cintura y acolchado en las caderas, sirve de eje central del que brotan el resto de las piezas del vestido. El escote en forma de corazón está cubierto por un cuerpo de manga larga con cuello pico en encaje francés bordado a mano en la Real Escuela de Costura. De la falda de seda en forma de A (va sumando volumen según avanza desde la cintura hasta los pies) nace una cola de tres metros decorada con algunos detalles de encaje y flores bordadas.
Kate eligió como velo una sencilla tela de tul prendida de la diadema Halo de Cartier. Una joya pequeña de diamantes que la reina madre recibió como regalo en 1936 de manos de su marido, el rey Jorge VI, cuando aún eran duques de York. A finales de ese año, se convirtieron en soberanos de Reino Unido y nunca más volvió a usarla. Pasó al joyero de la reina Isabel II cuando cumplió 18 años, donde ha permanecido décadas sin pena ni gloria. Sólo la habían aprovechado desde entonces, en público, las princesas Margarita y Ana.
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El conjunto de Middleton visto en su totalidad recuerda al de otra novia real pero ¿al de cuál? Es cierto que el semirrecogido sobre los hombros de la prometida de Guillermo distrae de la tarea de dar respuesta a esta adivinanza, pero si entornamos los ojos es difícil no toparse con la imagen de Grace Kelly vestida de novia. Probablemente la novia más inspiradora del último siglo.
Una novia de Dior
El 18 de abril de 1956 la actriz Grace Kelly se convirtió en princesa consorte al contraer matrimonio con Rainiero III de Mónaco, conocido como ‘el príncipe constructor’ por hacer de su rincón europeo un gran sitio de recreo para los apellidos más solventes del mundo. Esta sencilla ceremonia civil, un mero trámite en un país confesional como Mónaco, se celebró por la tarde en el salón del trono del Palacio Real de los Grimaldi. La novia vistió un dos piezas en rosa empolvado de raso recubierto de encaje de blonda al estilo New Look imaginado por Christian Dior casi una década antes.
La celebración católica tuvo lugar la mañana siguiente en la catedral de Nuestra Señora Inmaculada de Montecarlo. Apenas asistieron miembros de la realeza pese a que el novio era una testa coronada: la novia era plebeya, el matrimonio morganático y por lo tanto, para muchos socios del club de los royals, inaceptable. Cuánto han cambiado las cosas.
Más coincidencias
Grace apareció radiante, como el día, con un vestido de escote corazón y falda corola de tafetán de seda con fajín. Una chaquetilla -de encaje con cuello Mao, manga larga y botones- cubría el corpiño. La descripción coincide con la definición del vestido de la princesa Kate, salvo por la botonadura frontal que en el caso de la británica se ubica en la espalda. El velo de tul nacía de una pequeña –como la tiara de Kate- diadema de flores sobre un casquete bordado con puntilla.
El conjunto lo pagó la Metro-Goldwyn-Mayer, la última productora para la que había trabajado la de Filadelfia, con el objetivo de promocionarse en Europa. Se cree que su confección costó cerca de 60.000 dólares. Seis años antes el mismo estudio de grabación le había regalado a Elizabeth Taylor el atuendo que lució en su boda con Conrad Nicholson Hilton. En este caso el objeto era publicitar la cinta El padre de la novia de la que la londinense fue protagonista y que representaba su paso de niña a mujer ¿Cómo no iban a estar presentes, de alguna forma, en el mediático salto de Grace de actriz a princesa?
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Un diseñadora de cine
De dibujar los tres vestidos (el de Taylor y los dos de Kelly) se encargó Helen Rose, la diseñadora de vestuario de la Metro-Goldwyn-Mayer que ganó dos premios Oscar por su buen hacer en Cautivos del Mal y Mañana lloraré. Helen y Grace se conocieron durante el rodaje de Mogambo en 1953. Hicieron buenas migas. Pero ¿y qué otros looks parecen inspirados en el de la princesa consorte de Mónaco? El Vera Wang de Ivanka Trump; el Marchesa de Nicole Richie; los Valentino de Nicky Hilton y Marie-Chantal Miller; el Ralph Lauren de Lauren Bush y el Richard Taylor de Keely Shaye. ¿Y en España? Es inevitable no pensar en el Antonio Ardón de Rocío Carrasco Mohedano, conocida en su juventud como Rociito, protagonista indiscutible de la actualidad mediática por contar la historia de su vida en el programa de Telecinco Contar la verdad para seguir viva.
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