Hace 10 años Victoria Beckham era una millonaria mujer de futbolista con extensiones en el pelo y un armario que se valoraba al peso: el de los miles de dólares que se gastaba en los bolsos, zapatos y prendas más caras de las marcas más caras. Victoria era la imagen del bling-bling antes de que las Kardashian adelantaran por la derecha. Hoy, Victoria Beckham es uno de los pilares de la Semana de la Moda de Nueva York, y sus desfiles le ha consagrado como una de las grandes.
Su fama como estrella del pop y como mujer de futbolista le había abierto muchas puertas… y cerrado a cal y canto la de la credibilidad. Victoria Beckham era famosa por ser famosa, con sus plataformas imposibles y su bronceado tipo reality show era la antítesis de lo que la industria de la moda consideraba cool. Y menos aún en Nueva York, que en ese momento elevaba a los altares a diseñadores como Marc Jacobs o Alexander Wang.
Pero hace ya 12 años Victoria se propuso transformarse en algo serio y en este mismo momento, en 2007, estaba preparando su primera colección de ropa. Un año después, la presentaría ante un reducido grupo de periodistas: 10 vestidos de edición limitada. Victoria estaba aterrada ante su debut porque sabía lo que se jugaba: podía iniciar su gran proyecto de convertirse en diseñadora “seria” o podía entrar en el grupo de las celebridades metidas a diseñadoras, tipo la desastrosa experiencia de Lindsay Lohan en Ungaro.
El escepticismo entre la prensa era palpable en aquel salón del hotel Waldorf de Nueva York que Victoria reservó para su presentación. Nadie daba un duro. Y quizá precisamente por eso, su colección de vestidos sin estridencias causó sorpresa y muy buena impresión. “Lo crean o no, la colección de vestidos de la antigua Posh Spice es una de las mejores cosas que están pasando en Nueva York esta semana”, escribió la revista Vogue USA. “No me puedo creer que esté escribiendo esto, pero ha sido una colección muy impresionante, muy bien ejecutada, sin un solo defecto”, publicó la editora del periódico The Times que asistió al desfile. Aquel fue el día en que murió la Victoria pop y nació la Victoria “seria”.
Hoy nadie duda de que Victoria, que no tiene una formación específica en diseño, es una auténtica diseñadora. ¿Y cómo ha ocurrido esto? Con una fórmula de éxito: persistencia + un buen capital inicial.
Según ha revelado ella misma en alguna entrevista, todo lo que ha conseguido en su vida ha sido a base de trabajo. “No iba a ser la mejor cantante, pero entré en las Spice Girls. Nunca fui la chica con más talento, pero nunca me quedo sentada esperando que las cosas sucedan: me pongo a ello y lo consigo”. Ahora tampoco pretende ser Balenciaga pero sí una buena diseñadora, dice.
En cuanto a su depurado gusto, dicen en la industria, ha sido algo que ha ido aprendiendo con el tiempo. “Siempre ha estado muy presente en la elección de su ropa, nunca ha trabajado con una estilista y eso le ha hecho tener una visión propia”, declaraba en una entrevista el diseñador Antonio Berardi (que diseñó aquellos looks en morado que los Beckham llevaron después de su boda). Al fin y al cabo, en las Spice, Victoria era supuestamente la pija y con clase, con sus vestidos negros y la melena lisa y corta.
Una chica con colchón
Al principio la carrera de Victoria en la moda comenzó como la de muchas otras celebridades, con colaboraciones que sonaban más a branding que a un desarrollo de producto. “Diseñó” gafas, pantalones vaqueros y puso su nombre a algún perfume. De estos acuerdos de licencias sacó valiosas lecciones sobre cómo funciona la industria de la moda. Cuando se decidió a emprender de verdad en la moda, ni siquiera consideró apuntarse a la Parsons School (la gran escuela de diseño en la que, sí se inscribió, aunque duró poco, su hijo mayor Brooklyn) .
Victoria creó su marca con los millones que había ganado como celebrity pero también con el respaldo financiero de su manager, Simon Fuller (que posee un tercio de la compañía) . Además de inversión, Fuller le dio a Victoria algo igual de importante: una estructura empresarial. Fue él quien le recomendó a Zach Duane, su abogado y vicepresidente de desarrollo de negocios, como director ejecutivo de la nueva marca. Otro buen fichaje de Fuller fue el de Melanie Clark, que había trabajado previamente con el diseñador Roland Mouret (además de con el propio Fuller) y que se convirtió en la jefa de diseño del nuevo equipo de Victoria.
Con esta estructura, Victoria no necesitaba ser una diseñadora al uso. Ni siquiera sabe dibujar un boceto, pero es que no lo necesita. Como ella misma ha reconocido, nadie espera que lo haga de la manera habitual. Son otras las personas que dibujan y hacen los patrones, pero la visión es suya: “Cuando me pongo a trabajar en una colección, me siento con mi equipo y hablo con ellos sobre lo que me gusta, lo que me inspira, lo que deseo, lo que quiero ponerme y lo que no he hecho hasta ahora”, reveló. Hoy ese equipo emplea a casi 200 personas. Y aunque no se han publicado demasiados datos sobre sus cifras, Management Today informó de que en los primeros cinco años de su marca, su volumen de negocio pasó de un millón de libras a 30 millones de libras.
“La primera vez que recibí aplausos como diseñadora, me sentí famosa. Pero ahora lo que siento es el éxito”, ha confesado. Y siguiendo la senda de otras mujeres exitosas, como Rihanna o Kylie Jenner, Victoria va a tratar de aumentar su imperio lanzando su propia línea de belleza sobre la que, hasta ahora, ha revelado pocos -un packagingminimalista- pero importantes detalles porque serán lo más limpios, éticos, sostenibles y respetuosos con el medio ambiente posible. Victoria Beckham se compromete con la "sostenibilidad como parte del lujo moderno", ha subrayado. Este sábado es el gran día. Ella no puede esperar y nosotros tampoco.
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Artículo publicado en Vanity Fair el 12 de septiembre de 2017 y actualizado el 14 de septiembre de 2019.
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