Seamos justos: en 1958 las mujeres seguían tan enamoradas de las curvas que el Nuevo Look de Dior dibujaban sobre su silueta, que difícilmente hubiera podido convencerlas Cristóbal Balenciaga de que, efectivamente, era muy posible ser sexy en un saco (o en una almohada si hace falta, y si no, que pregunten en Instagram). Aquel año, el modista español proponía una silueta voluminosa que se exageraba en el bajo gracias a la superposición de varias capas de volantes. Pensar en el vestido tarta (de tres o más pisos) que tanto le gusta a las danesas en general y a Cecilie Bahnsen en particular es recordar cualquiera de los vestidos babydoll de noche que despertaron el escepticismo de la crítica. "It's hard to be sexy in a sack!" se lamentaban las páginas del Daily Mirror de acuerdo con los archivos del museo Victoria and Albert de Londres.
El diseñador de Getaria contó con el apoyo de Givenchy que intuyó en su vestido-saco algunas reminiscencias de la robe volante de la corte de Louis XIV. Su principal genialidad consistía en reducir el cuerpo a una figura geométrica, eliminar el talle, abstraer la complejidad de la anatomía femenina hasta una forma básica: el trapecio. Con aquel vestido no solo proponían una nueva silueta, sino una nueva feminidad desencorsetada, libre y emancipada.
Con los años 60 clamando por vestidos MUY cortos ("Más cortos, más", se escuchaba en el taller de Mary Quant) Courrèges, discípulo de Balenciaga, siguió sus directrices y popularizó el uso de la minifalda y el vestido trapecio. Sin duda, la silueta más popular de los 60 allanó el camino de las prendas infantiles hacia el armario adulto. El vestuario de Mia Farrow durante el rodaje de Rosemary's baby (el título en español quizá sea el mayor spoiler de la historia del cine) en 1968 es un buen ejemplo.
Aquella misma estética de minivestidos tan cortos como recatados sería adoptada por la escena del grunge femenino liderado por Courtney Love en los 90. Los mismos vestidos cerrados hasta el cuello bobo con calcetines subidos hasta la rodilla. "Mi enfoque fue la ironía", explicaría la cantante que pretendía parodiar la hipersexualizada imagen de muñeca (que tiene a personificarse bajo el nombre de Lolita) subiendo esa ropa de niña buena al escenario punk. Ni mojigata, ni buscona. O ninguna o las dos.
Décadas más tarde, el vestido babydoll de Balenciaga que nadie entendió a finales de los 50 es el favorito de todas las tiendas (Zara, Bershka, H&M, Mango…) y de todas las mujeres que adoran los vestidos bohemios en su versión larga como en su versión corta. Si el vestido victoriano acabó con la silueta Kardashian, esta sería la versión ligera y estival del vestido pradera.
En el verano de 2020, lo llevaremos como Mia Farrow o como Courtney Love: siempre con unas bailarinas, sandalias o zapatos planos que aumenten el efecto óptico que se opera en las piernas.
© Cortesía de
Vestido mini con extra volumen de Zara (39,95€). COMPRAR
Vestido de gasa con estampado de flores de Bershka.
Vestido puffy de rayas amarillas de H&M.
Vestido mini estructura de Zara.
Vestido rosa con jaretas de H&M.
Sandalias cocodrilo azules de Primark.
Sandalias pala trenzadas de Zara.
Seamos justos: tras la primavera más rara que se recuerda, las mujeres están tan acostumbradas a la comodidad de la ropa de estar por casa que no van a querer vivir en otro vestido que no sea uno de cintura amplia, tejido ligero y silueta favorecedora como estos 10 vestidos babydoll cortos con extra volumen de Zara, H&M y Pull & Bear con sus sandalias o bailarinas correspondientes
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