Cuca Gamarrra y Cayetana Alvárez de Toledo son del mismo partido y tienen la misma edad, pero dos carreras y dos maneras de hacer política muy diferentes. En el PP no se cansan de decir que nadie sobra, sobre todo cuando la portavoz se convierte en noticia tras alguna intervención altisonante y aparece la logroñesa para apaciguar los ánimos. No es que lo haga a propósito, ni enmendando la plana: a veces basta con pronunciar su nombre, generalmente junto al de Ana Pastor, para que Pablo Casado logre calmar los ánimos de su entorno y sus votantes más moderados.
Lo que también tienen en común ambas políticas es a José María Aznar. Gamarra se afilió a las juventudes del PP riojano cuando el madrileño estaba en la misión de arrebatarle la presidencia del país a Felipe González. A él recurrió para que acudiera a un mitin de las elecciones municipales de 2015 que la convirtieron en alcaldesa de Logroño a pesar de que el presidente del país y de su partido era entonces Mariano Rajoy. Por su parte, Álvarez de Toledo nunca ha ocultado su aznarismo y él, aunque sea a través de Faes y no con nombre y su cara, le ha dado apoyo en varias ocasiones: la última cuando la diputada llamó a Pablo iglesias "hijo de terrorista". En cuanto al estilo, Gamarra se parece más al Aznar mandatario y Álvarez de Toledo al ya expresidente, cuando elevó el tono y abandonó toda diplomacia. La discípula, sin embargo, acabó superándolo en ese aspecto: "Ha conseguido Cayetana que Aznar parezca un monaguillo a su vera", escribió Rubén Amón en El País
Álvarez de Toledo también ha alcanzado mayores cotas intelectuales que cualquiera de los mencionados. Es licenciada y doctora en Historia y siempre que cita autores, recurre a ensayos y a pensadores, mientras que la riojana, gran lectora, prefiere las novelas. La última con la que se le vio en la mano era de Milagros Frías, En el corazón de la lluvia, un thriller en el que hay un poco de todo –romance, violencia, mundo rural– y nada molesta. Esa forma de leer refleja una forma de ser, también en política: Gamarra está acostumbrada al cara a cara de lo local, el que obliga a conocer personalmente a mucha de la gente sobre la que se gobierna, mientras que Cayetana se mueve en las alturas donde los cara a cara son ideológicos.
Casado eligió a las dos, por eso es a él a quien hay que observar para entender los motivos que le llevan a tener dos perfiles tan distintos en su equipo. Heredero del aznarismo pero deudor del marianismo, ha formado un equipo de extremos y de ese modo, y casi por primera vez, la derecha tiene luchas internas (aunque más discretas) parecidas a las de la izquierda. Otro de los asuntos que enfrenta a la portavoz y a la responsable de Política Social del PP es el feminismo. Mientras la primera se niega a definirse como tal, la riojana se incluye en ese grupo añadiéndole a feministra el adjetivo "liberal".
En ese sentido, Gamarra parece haberse obligado a marcar distancias: cuando en 2019 fue entrevistada en esta revista, aseguró que ella no hacía huelga con motivo del 8 de marzo, pero en 2020 acudió a la manifestación como cabeza visible de su partido. Lo hizo después de que Álvarez de Toledo se autodefiniera, con mucho retintín, como "feminista amazónica" citando a Camille Paglia, que dice cosas como "el resentimiento contra los hombres que enseña el feminismo moderno es puro veneno". Pero la riojana no pudo escoger peor año para sacar pecho feminista, pues esas manifestaciones han acabado convertidas en uno de los caballos de batalla de su partido para atacar al Gobierno de Pedro Sánchez en la crisis del coronavirus.
De ideas o de partido
Gamarra, que es hábil en el terreno dialéctico y domina la escena política, le ha dado la vuelta a esa historia diciendo que volvería ir a la manifestación porque ella, como tantas otras, fue engañada por el Ejecutivo sobre la gravedad de la pandemia. Es un movimiento de alguien muy acostumbrado a los ritmos y los giros de la política. Y de alguien que no se da por vencida. Lo demuestra en sus intervenciones en la Comisión de Sanidad en el Congreso y ahora en la de Reconstrucción, cuando interroga al ministro Salvador Illa. En ellas, se nota que no le tiembla el pulso ni le faltan recursos de oratoria.
También lo hace bien ante las cámaras y en las entrevistas aunque donde Álvarez de Toledo opta por el ataque, ella siempre recurre a hacer lo que vulgarmente se conoce como "la cobra": esquivar la pregunta, contestar lo que quiere. Donde una sigue siendo periodista, la otra es más política y que Gamarra lo es de la vieja escuela se percibe en que uno de sus puntos fuertes es que no libra todas las batallas que los demás le plantean. Las que le niega a Cayetana Álvarez de Toledo son un ejemplo de cómo economiza: escogiendo las broncas y eligiendo asus enemigos. Ella, fiel al partido, ha preferido centrarse en Pedro Sánchez.
Un repaso a sus intervenciones, sus entrevistas y sus redes sociales deja claro que es así, del mismo modo que dan una idea de quiénes son sus aliados en el partido. Teodoro García Egea, secretario general del partido y hombre de confianza de Casado que no acaba de ver con buenos ojos a Álvarez de Toledo, que al contrario que Gamarra, no tiene problema en golpear con las dos manos a la vez que con la lengua. También esos comportamientos con los rivales reflejan misiones distintas: una defiende sus ideas, la otra, principalmente al partido
‘Crack’ versus soldado
Son las dos trabajadoras incansables –"son los amigos y la familia del político los que aprenden a conciliar", dijo Gamarra en Vanity Fair– pero las tareas de la riojana son menos vistosas, también menos llamativas, y más de fontanería. Nada más empezar la crisis fue nombrada coordinadora de la comisión del coronavirus de su partido, tarea que desarrolló en su casa de Logroño mediante videconferencias y llamadas. Desde allí confesó a ABC que gestionaba a su familia –de la que solo se sabe que sus padres viven, que es soltera y que tiene dos sobrinos– y a los amigos que viven solos y por los que se ha preocupado especialmente mientras dedicaba su tiempo libre a leer y confeccionar alpargatas.
Y mientras Cayetana Álvarez de Toledo capeaba las polémicas por sus duras intervenciones en el Congreso, Gamarra dedicó muchísimas horas a estar en contacto con las bases del partido, al que como ella misma reconoce, se debe. Por eso, y aún habido sido sorayista cuando la ex vicepresidenta perdió tras enfrentarse a Casado por el control del PP, acudió en 2019 a la llamada del nuevo líder para dirigir la campaña de las elecciones municipales. Días antes, su jefe había anunciado la incorporación de Cayetana a la manera de los fichajes millonarios del deporte: llamándola crack" y comparándola con el futbolista Leo Messi.
A Cuca, cuenta alguien que ha trabajado con ella, eso no le preocupa en absoluto y recuerda que en alguna ocasión Rajoy pensó en ella para hacerla ministra, algo que nunca le habría ocurrido a Cayetana, que fue durísima con el expresidente. Hay quien piensa que tampoco esa oportunidad la tendría con Casado, que navega entre las distintas posiciones y caracteres de ambas. Un ejemplo es que en los actos del 8 de marzo de este año, el líder popular acudió a las jornadas sobre la mujer que presidió Gamarra no sin antes defender ante los medios a su portavoz, envuelta en la enésima polémica a cuenta de Camille Paglia. Esos problemas no se los da Cuca, que aplica su dureza dialéctica y sus recursos solo hacia afuera, nunca hacia la organización en la que milita desde hace más de 20 años y en la que ha ido ascendiendo confudiéndose con el paisaje y paso a paso.
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