‘Supervivientes 2020’: El desgarrador ‘puente de las emociones’ de Elena y Ana Mar\u00eda

El ‘puente de las emociones‘ volvió a Supervivientes 2020 y con él las confesiones de los cuatro concursantes que faltaban por cruzarlo. Si la semana pasada los relatos de Hugo, Ivana y Barranco conmovieron a la audiencia, las de esta lograron que se les saltaran las lágrimas, sobre todo con los relatos de la terrible infancia vivida por Elena y Ana María.

La madre de Adara Molinero fue la primera en desnudar sus sentimientos. La triatleta, que siempre ha hablado de su negatividad y falta de autoestima, confesó al fin de dónde le viene. Al pisar el primer peldaño, la ‘culpa’, Elena contó su infancia como si fuera un cuento… de terror. «Érase una vez una niña que tenía una familia maravillosa, de cinco hermanos, un papá y una mamá. Pero esta niña tenía un defecto: no sabía enfrentarse, era disléxica y tenía falta de concentración. Su madre no lo entendía y pensaba que se portaba mal. Su mamá usaba la correa para intentar que esa niña hiciera las cosas bien», decía sin parar de llorar.

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«No sé si hay culpables porque cuando no se entiende lo que pasa o piensas que esa es la forma de educar correcta, no hay culpables. Es verdad que llevo mucho dolor, pero amo a mi madre más que a mí misma», confesaba, aunque sabía que eso había dejado consecuencias a lo largo de su vida. «Cada correazo que me daba hacía que yo me hiciera más pequeña. Hacía que yo dejara de existir y que hubiera un monstruo que me atormentara diciendo que no iba a ser capaz de hacer ni decir nada», lloraba.

La dureza de lo que estaba contando hizo que Lara Álvarez se viniera abajo y comenzara a llorar. «Perdonadme», decía la presentadora que se fundió en un abrazo con Elena. «Es muy duro lo que has contado, te voy a dar un abrazo, no tenía ni idea», la consolaba.

La superviviente confesó que en Honduras «me he quitado un gran peso de encima. Me he ido soltando y adquiriendo otra energía, otra forma de sentirme. Con el tiempo ya había superado mucho pero hacía mucho tiempo que no lo contaba y no hablaba de ello. Espero que esto se quede atrás y que mi familia por contar esto no se enfaden. Al final es mi vida, soy yo», decía.

Tras hablar de su infancia, pasó a la culpa que sentía por la que vivieron sus hijos Adara y Aitor, a los que debería haber dedicado más tiempo «jugando tirada en el suelo». Pero había más. «No tengo derecho ni a pedir perdón. Mea culpa y tendré que vivir con eso. Cuando ella (Adara) salió (de GH VIP 7) no hablé con ella de eso porque siento vergüenza de mí misma. Por haber llenado un hueco de mi soledad, de mi cansancio y de mi forma loca de llevar la vida (separada y con dos hijos) acabé estando con cualquiera y los padres no se sustituyen. Cada uno tiene su lugar y el que venga, tendrá que respetar. Y meterse la mano en los huevos. Cuando yo salga de aquí, si ellos quieren, esto se llevará al juzgado. No quiero que me perdonen», explicaba. «Fui culpable por no darme cuenta antes de lo que pasaba. Nunca he hablado con esto de vosotros pero hay cosas que yo no tenia que haber permitido y como madre soy culpable», les decía a sus hijos.

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En casa, Adara Molinero se sorprendía con la confesión de su madre: «Madre mía, ha sido fuertísimo porque son temas que yo viví. Yo he vivido temas muy fuertes en mi infancia y nunca lo conté en Gran Hermano«.

De un testimonio dramático, a otro igual de sobrecogedor. Ana María Aldón se subía al puente de las emociones dispuesta a contar una historia que dejó a Carlos Sobera y a la audiencia con los pelos de punta. Toñi Moreno, que es del mismo pueblo que la mujer de Ortega Cano, daba fe de la historia que narró una destrozada Ana María, que cambiaba el orden establecido de los peldaños para comenzar por el perdón para poder olvidar el calvario que vivió con su padre. «Tengo la necesidad de perdonar a mi padre porque era un hombre muy duro, a veces inhumano con su propia familia pero especialmente con mi madre. Fue une bestia inhumana, durante años torturo a mi madre y nosotros lo veíamos día tras día, los seis hijos», soltaba del tirón.

Y seguía: «Mi hermano Fermín y yo nos agarrábamos de la mano y nos metíamos debajo de la cama mientras esos episodios sucedían día tras día. Desde que tengo uso de razón he querido tener un cuchillo en la mano para matar a mi padre, para ser lo suficientemente mayor y matarlo pero nunca llegaba el día», ha confesado desgarrada. «Al día siguiente me iba al colegio y agachaba la cara de vergüenza cuando veía a mi madre con la cara morada. No era justo porque mi madre es un ángel que bajo del cielo y no se lo merecía, ni ella ni sus seis hijos», decía mientras en el plató Carlos Sobera y los colaboradores escuchaban con un nudo en el estómago.«Yo creí que le había perdonado pero no es así. Ahora que he estado aquí me he dado cuenta que es el momento de perdonarle, de librarme de esa carga en la que tanto me escudé detrás de ella, de esa infancia tan dura por la que pasé. Aquí me he dado cuenta que ya está perdonado», reconocía.

Y llegó el momento de retroceder peldaños y confesar su culpa: «Me escudaba detrás de una niña prepotente, maleducada, haciendo sufrir a mi madre, a mis hermanos, haciéndoles pasar vergüenza y me arrepentía cada día pero no era capaz de pedirles perdón», decía sobre su adolescencia. «Me distancié de mi familia, de mi madre y mis hermanos. Hice barbaridades y quiero pedir a mi familia que me perdone, aunque yo sé ellos me quieren muchísimo, pero quiero que entiendan que mi forma de vivirlo que pasé en aquella infancia quizá no era la misma que vivieron ellos pero fue mi vida, mis sentimientos y lo que pasaba por mi cabeza cada vez que ocurría eso», decía rota.

Jorge Fernández, el más hermético de la isla, también se abrió en canal en los peldaños del ‘puente de las emociones’. El guardia civil reconocía: «Me siento culpable, porque hay una persona con la que no me he comportado bien. He tratado y juzgado duramente. Mi padre tuvo cáncer y si bien es cierto que estuve dedicado en cuerpo y alma a él, es una persona que no ha cuidado de su salud. Tuvo una recaída y yo me alejé de él porque no podía soportar que una persona con tanta gente buena a su alrededor que le quería, no pusiese de su parte. He sido muy duro con él, no ha tenido una vida fácil y no he sabido entenderlo. No se puede juzgar a las personas así, cuando estás tocando fondo hay que estar ahí y yo no he estado. Es algo que se me clava en el corazón», ha contado sin parar de llorar mientras su mujer en plató tampoco podía reprimir las lágrimas.

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A la hora de hablar del distanciamiento, el superviviente se acordó de su madre: «Es una mujer que a su manera nos quiere pero le cuesta mucho expresar sus sentimientos. Al no sentir su apoyo 100% cuando yo me alejé de mi padre hizo que me distanciase de ella. Eso a ella le ha causado mucho dolor. Gracias a mi madre, a mi hermano y a mí no nos ha faltado de nada. Gracias a esta aventura he descubierto un nuevo yo y estoy deseando estar con ellos para solventar muchas cosas», ha desvelado Jorge. Y dejaba un consejo para todo el mundo: «No sabemos cuando va a llegar nuestro último momento por eso es muy importante que no nos acostemos enfadados con alguien a la que queremos, siempre hay un perdón sincero».

La última en hacer el paseíllo de las emociones fue Rocío Flores quien, en vista de sus complicadas relaciones familiares, dudó hasta el último momento si hacerlo o no pero que al final decidió enfrentarse a ello para ser igual que sus compañeros. El peldaño de la ‘culpa’ tenía el nombre de su hermano David: «Hay algo de lo que me culpabilizo todos los días cada vez que me levanto. Es en una etapa de mi vida no haber podido estar con mi hermano cuando quizás más me necesitaba. No haber podido estar con él y no haber podido ayudarle como hice siempre. También me culpabilizo mucho sobre todo cuando era muy pequeña y me tenía que hacer responsable de cosas que a lo mejor por edad no me correspondían y ver que intentas que haya ese punto de inflexión, esa conexión, no por mí, sino por el que viene detrás de mío y no lo consigues… Para mí era desgarrador. Decir: ‘No puedo cambiarlo, no puedo hacer nada por que haya esa conexión entre ellos y poder ayudar al pequeño'», ha contado la nieta de Rocío Jurado.

En cuanto al perdón, se lo pediría a su hermano y a su padre.«A lo mejor en la etapa más dura que hemos vivido en casa no supe estar a la altura. Soy muy cabezota y a lo mejor irme a la cama sin pedirle perdón o simplemente sin decirle que le quiero o darle un beso», decía sobre Antonio David Flores. «No tengo que perdonar a nadie, cada uno sabe lo que hace somos mayores, quizás no es el ‘Te tengo que perdonar por no haber estado, sino echo de menos el que estés, me falta esa parte'», ha añadido en alusión a su madre, Rocío Carrasco, a la que extraña y con quien le gustaría retomar la relación.

Rocío Flores le manda un mensaje a su madre, Rocío Carrasco ¿Qué te ha parecido su puente de las emociones? https://t.co/NzT6uvqB3J #TierraDeNadie13 pic.twitter.com/dvC5udofqh

«El llevar tantísimos años sin hablar con ella, el fracaso en cada intento y el ver la relación que a lo mejor puede tener mi padre con su madre o la de amigas… Es muy doloroso porque el tiempo nunca vuelve. Puedo dar gracias de que tengo a Olga de que es mi segunda madre pero siempre falta la segunda parte…», decía entre lágrimas. Pero, aunque no ha dado el nombre, Rocío, alentada por Sobera, aseguraba tener claro por qué no se produce ese acercamiento entre madre e hija: «Lo sabes tanto tú, como yo, como todo el mundo», ha respondido ella.

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