Sofía Coppola inventó en ‘María Antonieta’ el filtro cuqui que hoy triunfa en las series para la generación Z

Aunque la sombra de su padre, el director Francis Ford Coppola, es abrumadoramente larga («El Padrino» figura consistentemente en las listas con las diez mejores películas de la historia del cine), Sofía Coppola ha tenido la valentía de sobreponerse y trazar su propia trayectoria tras la cámara, siempre con la etiqueta de ‘hija de’ sobre su cabeza. Aún así, ya ha rodado varias películas que conectaron especialmente bien con la audiencia que generacionalmente les correspondía, casi siempre gracias a un peculiar sentido de la estética que podríamos considerar un adelanto del gusto por el rosa y, en general, la amabilidad de lo cuqui que defienden las generaciones millennial y centennial. Probablemente las jóvenes de la generación Z no han visto «Las vírgenes suicidas» (1999) o «María Antonieta» (2006), pero si lo hicieran observarían que sus códigos estéticos no son exactamente una invención de su tiempo. Aunque triunfen en series de televisión actuales.

Existe una conexión sentimental entre «Las vírgenes suicidas», probablemente la mejor película de Sofía Coppola a pesar de ser la primera, y «Euphoria», la serie de Sam Levinson protagonizada por Zendaya que arrasó en el streaming de HBO el año pasado. La película de Coppola es también un retrato de la adolescencia, igualmente marcado por un nihilismo poéticamente desplegado y estéticamente muy seductor. Con «María Antonieta» las influencias son aún más evidentes, empezando por la operación audiovisual de recuperar una figura icónica del imaginario femenino y reinterpretarla con las claves de lo actual.

En «María Antonieta», Sofía Coppola ensayó estrategias que ahora estamos viendo en series como la muy apreciable «Dickinson», otra reinterpretación en clave centennial de la biografía de la poeta estadounidense Emily Dickinson (interpretada por Hailee Steinfeld). En aquella, la directora se acercaba a la reina francesa no desde la leyenda negra de su narcisismo y privilegio, sino teniendo en cuenta su juventud e ingenuidad, en un intento de denunciar y cuestionar la tendencia a demonizar las figuras históricas femeninas. Ese impulso feminista está presente de manera mucho más evidente en «Dickinson», donde la poeta es convertida, directamente, en una aguerrida sufragista. Y estamos deseado ver «The Great», con una Catalina la Grande interpretada por Elle Fanning, en otra reinterpretación que tambíen promete la mutación de la emperatriz en una defensora del empoderamiento.

Encontramos más puntos de encuentro entre estas producciones históricas que recuperan figuras míticas femeninas y la producción de Sofía Coppola. Por ejemplo, el uso de canciones actuales para conectar el público juvenil con personajes de siglos pasados. O un calculado esteticismo que entonces contemplábamos con cierta sorpresa y hoy se ha convertido en norma. Todos los filtros de lo rosa y las frecuencias amables de lo pastel y lo cuqui sirven como elemento de seducción visual en historias que, a veces, no alcanzan en sus guiones el lujo de su propuesta estética. De la primera serie de televisión de Sofía Coppola, una versión de «Las costumbres nacionales», de Edith Wharton, para Apple TV, esperamos precisamente eso. Que sepa recrear con preciosismo el ambiente de la Edad de Oro estadounidense, sin aligerar ni un ápice la ácida crítica al mundo de la fama que representa Undine Spragg, su inolvidable protagonista. Estamos deseando verla.

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