El 25 de abril Sálvame —en su formato Sábado Deluxe y bajo el paraguas #merlosplace— marcó el hito televisivo del confinamiento sentando frente a su programa a tres millones de espectadores —20% de share—. Tan solo tres días antes se había hecho público el vídeo de marras —una chica semidesnuda y entonces desconocida cruza en segundo término en casa del periodista Alfonso Merlos mientras él mantiene una videoconferencia— y el programa de Telecinco, capaz como ningún otro de capitalizar cualquier fenómeno de la actualidad, consiguió hacer suya la historia entrevistando a Marta López, hasta entonces novia de Merlos. Ahora ese tema ha generado horas y horas de televisión de máxima audiencia, ha mojado tinta extranjera —ha saltado hasta a medios como People— e incluso ha sido comentado por una atónita Whoopi Goldberg en su programa The View —impagable escucharla pronunciar Alfonso Meroles—. Pero Sálvame lo vio primero. Algo sorprendente para los neófitos del programa que suelen acercarse a él cargados de prejuicios, pero que en esta ocasión acabaron rendidos ante el espectáculo que ofreció. “Fue un programa de esos que te salen cada tantos años. Me recordaba a los belenazos”, rememora Jorge Javier Vázquez. No en vano se convirtió en la quinta entrega más vista de la historia de Sálvame, justo detrás de la reaparición de Belén Esteban en 2013 tras su desintoxicación. “Es como si te toca el gordo. Tienes que jugar muchas veces, pero cada cierto tiempo sale”.
Sálvame ya se había erigido en faro televisivo del confinamiento por la extraordinaria capacidad de su equipo para leer los signos —pop— de los tiempos, alternando divulgación y entretenimiento. Y no tan pop. No ha sido la primera vez que el espacio ha servido de sostén para unos espectadores castigados. “Sálvame nació con la crisis económica de 2008 y ayudó al sector de la población que más la sufrió. En esta crisis se está estableciendo una conexión especial con el espectador”, explica el presentador. “En estos momentos la labor de acompañamiento es esencial y la gente que intenta distraerse ha encontrado en Sálvame un juguete con el que hacerlo”. Carlota Corredera, también presentadora del espacio, abunda en esta idea: “Siempre he defendido el papel del formato como pacificador social y válvula de escape. Incluso he declarado que debería recetarnos la Seguridad Social. Hoy afirmo que Sálvame está siendo el mejor ansiolítico para combatir el miedo y la angustia”. Incluido el de sus artífices: “Acompañar, entretener e informar cinco horas al día a millones de personas confinadas también es terapéutico para los que damos la cara”. Un pluriempleado Jorge Javier, también al frente de Supervivientes, insiste en este sentido: “Para mí está siendo fundamental ir a trabajar para no caer en estados de ánimo tristes. Más que nunca se está convirtiendo en una válvula de escape. Mi trabajo me ha vuelto a enganchar de una forma brutal. En estos momentos en los que la incertidumbre es tan grande, el trabajo ha pasado de ser un derecho a ser un privilegio. No sabemos lo que es tener un puesto de trabajo ahora mismo”.
Detrás de las cámaras, Alberto Díaz y David Valldeperas, directores del programa, explican las condiciones en las que se ha desarrollado el formato durante el confinamiento: “La Fábrica de la Tele decidió que el equipo se dividiera en dos para aumentar las medidas de seguridad y el espacio entre personas en la redacción”, señala Díaz. “La mitad trabaja desde casa y la otra mitad acude a la redacción. Mediaset España optó por la misma política para hacer el directo, y los medios y el equipo técnico del que disponemos es menor”. La situación también afecta a las reuniones de redacción, según comenta Valldeperas: “Son más lentas y ruidosas. Algunos guionistas están en sus casas, unos con sus hijos en brazos, otros que se olvidan de cerrar el micro y se cuela el ruido ambiente… No invita nada a la concentración”. Y aclara: “A pesar de las dificultades, conseguimos entendernos y reírnos. Las reuniones siguen siendo las mismas".
El resultado se está celebrando de manera inusitada, así lo cuenta Corredera: “Llevamos 11 años en antena y no estamos acostumbrados a los halagos. El reconocimiento del trabajo de Sálvame durante la crisis ha sido un subidón. Me alegro por el equipo que está detrás de las cámaras, en la redacción. Sin ellos no somos nada”. Al hilo del fenómeno Merlosplace, Jorge Javier remata: “Si algo he aprendido con el paso de los años es que el espectador es un lince y es muy difícil darle gato por liebre. No hay un medio más demoledor que la televisión. Como me dijo un compañero hace muchos años, la televisión no fotografía, radiografía”.
¡Buenos días!
Los programas de la franja matinal, que ha concentrado la mayor parte del aumento del consumo desde el inicio del confinamiento, también se han tenido que adaptar a la nueva realidad. “Ahora hacemos televisión de guerra: apenas veo a nadie de mi equipo, porque todas las reuniones son telemáticas, los colaboradores entran por Skype y los pocos presentadores que coincidimos en el plató mantenemos distancias de seguridad”, explica Susanna Griso. “Además, me maquillo, me peino y me visto yo sola. Este ha sido uno de los grandesretos del confinamiento. Siempre he admirado el trabajo de mi equipo, pero ahora les hago un monumento”.
Aunque también hay espacio para momentos más relajados: “Tenemos la mala costumbre de pedir a nuestros entrevistados que ya que están en casa nos hagan un paneo de la habitación… y nos ha pasado de todo”, comenta Griso. “Nos hemos topado con las cenizas del abuelo o con una mujer que sale corriendo porque su marido entra sin avisar en la cocina mientras ella desayuna en bata. Estos días te sientes muy voyeur porque te cuelas en los espacios más íntimos e insospechados".
En El programa de Ana Rosa la reconversión ha sido similar, con turnos de teletrabajo cada 15 días y evitando que los reporteros pasen por la redacción. Así lo explica Xelo Montesinos, directora general de Unicorn Content, la productora del espacio y de Ya es mediodía, entre otros: “Pusimos en marcha esta reorganización justo una semana antes del estado de alarma. Lo cierto es que ahora tenemos sobrecarga de trabajo en la redacción, las personas que teletrabajan van cerrando contenidos desde casa, pero al final la puesta en marcha de estos contenidos siempre pasa por la redacción del programa”.
El resultado de estos esfuerzos, además de rentable, ha sido gratificante, al menos según Belén García, directora de Espejo público: “Aunque se demonice desde algunos sectores, los españoles deberían estar orgullosos de la televisión que hacemos. Cuando vienen periodistas de fuera y ven el trabajo de los programas matinales españoles, quedan impresionados”.
¿Sobredosis de noticias?
La demanda de información, sobre todo al comienzo del confinamiento, ha provocado un crecimiento notable de la audiencia de laSexta, que en marzo obtuvo su share promedio más alto desde octubre de 2017 con la crisis de Cataluña. César González, director de laSexta Noticias, explica su funcionamiento: “El 35% de la redacción acude entre semana a su puesto de trabajo. En torno al 20% —El Objetivo, Sexta Noche y Fin de semana— solo va el día de emisión y cerca del 45% de la plantilla está fuera de la redacción. El 35% que viene está dividido en siete salas, separadas en dos turnos, cada una con sus baños y entradas propios. Sumando el fin de semana, tenemos 15 o 16 minirredacciones que no se tocan. Dentro de cada una hay una separación de un puesto de trabajo vacío. Un verdadero reto logístico”.
La reformulación de los contenidos también ha sido inevitable. “Han desaparecido las secciones clásicas y tenemos cinco temas: primero, el virus; segundo, la economía; tercero, el mayor fenómeno social del siglo, el confinamiento de la población; cuarto, la curiosidad por lo que está pasando en el resto del mundo, y quinto, además del más pesado, la batalla política”. Pero también desde informativos han tenido que ir tomando el pulso a la reacción del espectador para informar sin desatar el pánico: “Tuvimos una crisis en la primera semana. Nos llegó, a través de nuestros padres y abuelos, que la metralleta informativa generaba cierta angustia. Eso nos hizo cambiar. Nos sentimos responsables con los mayores. Somos la ventana más grande de su salón y no podemos asustarlos”.
Mi amigo el papa
La reacción en Lo de Évole fue también inmediata. “El jueves anterior al decreto del estado de alarma nos íbamos a grabar a un preso que estaba de permiso en Elche. Por la tarde abortamos el viaje y dijimos: ‘Deberíamos dejar la serie de las cárceles y ponernos a pensar en algo”, explica Jordi Évole. Tres días después ya tenían el sí del papa Francisco para participar en el programa que se emitió el 22 de abril y logró su máximo de audiencia de toda la temporada, con 2.267.000 espectadores. “El tipo de conversación que hay con el papa es muy coloquial”, comenta Évole. “Se han roto protocolos e incluso le gasté una broma: ‘No le va mal a usted que algunos cardenales estén confinados’. Se partía”.
Las dificultades del formato, grabado desde casa del presentador en conversación con un variopinto abanico de personajes, fueron patentes. “Cuidamos mucho el producto y de repente nos vimos haciendo el programa con una webcam. La manera como se cosió el programa a nivel de realización le dio un look diferente. El equipo de redacción ha encontrado grandes testimonios. No solo de famosos como el papa Francisco, José Mujica —expresidente de Uruguay— y los cantantes Joaquín Sabina y René —de Calle 13—, sino también de anónimos y filósofos como Daniel Innerarity, Marina Garcés y Adela Cortina. Ha sido un formato muy gratificante”. Paradójicamente, la distancia ha convertido las conversaciones de Évole en encuentros cercanos: “Cuando vamos con todo el equipo a casa de alguien, cuesta crear un clima de confianza. Aquí la intimidad ha sido inmediata”.
A pesar del éxito, en el anhelo de Évole está el regreso a la normalidad televisiva: “Espero que en el futuro volvamos a hacer programas como los hacíamos. La televisión confinada ha sido buena para este momento, pero debe tener más matices”. Eso sí, con alguna enseñanza de esta situación: “A veces en la sencillez hay una riqueza de la que nos olvidamos. Esa es la lección que podemos aprender. Lo sencillo no es sinónimo de simple, en lo sencillo hay mucha esencia y la esencia de lo que nosotros hacemos es contar historias”.
Qué difícil es hacer reír
La manida conversación sobre los límites del humor cuando hemos alcanzado el millar de víctimas diarias de la pandemia se ha transformado en una reflexión necesaria en las redacciones de algunos de los programas de entretenimiento de nuestro país. ¿Se ha confinado también el humor en tiempos del coronavirus? “Evidentemente, esta es la época más dura y difícil para hacer comedia que me ha tocado vivir”, explica Andreu Buenafuente. “Por eso, hemos cambiado el tono ligeramente. Hemos buscado nuestra propia voz para intentar despreocupar a la gente, divertirlos un poco si es posible. Los momentos difíciles se pasan con oficio, con actitud y apretando los dientes”. Insiste en esta idea David Martos, director de Late Motiv Motiv en casa (El Terrat, The Mediapro Studio, para Movistar+), que se emite en #0 de lunes a jueves a las 23:00 horas: “En este momento es más difícil hacer reír. El humor funciona en relación con un contexto y ahora mismo es delicado”. Pero ese contexto inédito también ha dado lugar a situaciones curiosas como ver a Buenafuente haciendo un ejercicio de natación sincronizada en su despacho guiado por las nadadoras de la Selección española. “Hizo el pino y todo”, recuerda Martos. “Poder generar instantes así desde casa todavía me parece un milagro. Que nadie salga herido también”. Para el presentador, lo más difícil ocurre tras las cámaras: “La conciliación. Hacer de padre, de esposo, de compañero, de presentador y de productor. Todo a la vez. Es una utopía, pero se intenta. El apoyo de la familia y el buen ambiente en casa resulta vital".
Sentir que estás en pleno apocalipsis no ayuda, ni para hacer reír ni para reírse en general… hasta que te ves, en pleno apocalipsis, haciendo torrijas”, bromea Ricardo Castella, codirector junto a David Broncano de La resistencia, late night, que se sigue emitiendo desde el, ahora desierto, Teatro Arlequín. “Si a alguien eso le hizo el apocalipsis más llevadero, pues para eso era”. Las butacas vacías no ayudan: “En un programa de humor el público es vital. Tenemos tantas ganas de que vuelvan que quizá sea delito”. Ese ha sido su principal cambio. “La resistencia ya era un latenight hecho con un cubo y un palo, el cambio fundamental es que nos han quitado el palo y nos han cambiado el cubo por un chicle. Por eso el programa se transformó en Lo que de verdad importa, algo a caballo entre un latenight y un reality en el que cuatro personas, encerradas en un teatro, tienen que hacer cada día un programa como La resistencia pero sin público ni apenas técnicos. Y el programa queda i-gua-li-to, quitando los planos que hacemos con un iPad. Ahí puedes notar pequeñas diferencias, pero solo si te fijas muchísimo”.
En El intermedio comparten con Late Motiv y con La resistencia la imposibilidad de emitir en directo por dificultades técnicas y la reflexión sobre su tono. “Le hemos dado muchas vueltas a qué tipo de humor podíamos hacer en estos momentos”, explica su directora, Carmen Aguilera. “Es evidente que el humor sigue siendo una herramienta magnífica para la crítica política y también podemos reírnos de nuestra vida confinada, de la afición por el pan de masa madre o el yoga. Cuando nos acercamos a las consecuencias de la tragedia solamente queremos mostrar nuestra cara más amable y solidaria”.
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