¡Oh, sorpresa! ¡Que Sálvame es un gran programa!

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Si un árbol se cae en el bosque y nadie está cerca para oírlo ¿hace algún sonido? Ni idea. Pero lo que sí que se pudo oír anoche, aunque sigamos en pleno confinamiento, fueron las caídas del guindo de tantos espectadores neófitos frente a la grandeza de Sábado Deluxe.

Ya saben, España estaba en vilo desde que el jueves se extendiera por Twitter un corte del último programa de ese canal de Youtube del que usted me habla en el que una joven semidesnuda robaba el protagonismo a Alfonso Merlos, en primer término. Una figurante especial en todas sus acepciones –en tele, los desnudos se consideran figuración especial y se pagan mejor– llamada Alexia y que es reportera de Mediaset.

Y ayer, Marta López, la cornuda, en el sofá frente a Jorge Javier y a más de tres millones de espectadores (20% de share) contó su versión. Su verdad, por entrar en lenguaje Sálvame. Y con la coartada (y el morbo) de la entrada en el universo Sálvame del periodismo de ultraderecha, mucha gente que otrora estaría viendo ese remedo descafeinado de Sálvame que es La Sexta Noche se pasó a Sábado Deluxe.

El programa fue una extraordinaria exhibición del catálogo de virtudes que han hecho de Sálvame el tótem que es. Para empezar, una historia con un punto de partida tan potente como reconocible (una infidelidad), unos personajes tan arquetípicos (el infiel, la cornuda y la otra) como dotados de particularidades (Alexia y la televisión de Murcia) y un presentador en estado de gracia (es increíble que el ritmo de trabajo que está llevando Jorge Javier durante el confinamiento no solo no le haga mella sino que le esté dando algunos de sus mejores momentos).

Para seguir un tono a medio camino entre el melodrama (“Yo estaba aprendiendo a querer de otra manera como nunca había querido” o “Yo ya soy pasado”, oímos de la boca de Marta López), el humor (“Aunque estés pasando una mala racha, no te folles a un facha”, “Según San Andrés, la que tiene cara de puta lo es”), el costumbrismo (Alfonso Merlos llevando a su suegro a los toros o yendo a misa dos veces al mes, según Marta López) y lo meta (el recordatorio de que Merlos y Marta se conocieron en De buena ley es una de esas cosas que, como diría Ángel Sanchidrián, le dan calidad a la película), que le da al espectador de largo recorrido una gratificación extra.

Y para terminar, puntos de giro (el vídeo con la nueva infidelidad de él, la entrada de Javier Negre, la aparición de Amor Romeira con la conversación grabada…), un clímax y hasta un epílogo con María Patiño insistiendo, por mandato de Jorge Javier, en que no dejemos de soñar con tanto hartazgo la pobre, que más bien parecía una amenaza y no una de sus enfervorecidas invitaciones.

En fin, Sálvame en su mejor versión, quien lo probó lo sabe. Nada que los habituales no hayamos visto con Bárbara Rey o con Víctor Sandoval o con Belén Esteban o con Rosa Benito. Pero ay, anoche el coro de Twitter se enardeció más de lo común porque se llenó de ajenos. De señoritos televisivos de esos a los que se les llena la boca hablando del pueblo, pero que luego desprecian cualquier manifestación de entretenimiento popular por una mezcla de ese clasismo y esa misoginia que nunca tienen reparos en señalar en los demás, pero que no suelen reconocer como propia ni aunque les golpeara en la cara. Y gozaron, con la coartada del despelleje a dos periodistas ultras, probablemente ajenos a que lo hicieron de la misma forma que lo venimos haciendo los seguidores del programa.

Y antes de que ninguno de esos avezados espectadores se planteara si la única consecuencia real del pábulo a esta historia no es más que la subida de seguidores de ese canal de Youtube del que usted me habla, Jorge Javier hizo lo imposible por dejar en evidencia que el asunto tiene visos de montaje y poner la cara colorada a los presuntos urdidores. Hemos visto a otros productos chanantes de la fábrica Mediaset escaparse vivos ante tertulianos que se dicen de pro, ahí hemos tenido mucho tiempo a la señora franquista. Pero Jorge Javier, experto en confrontaciones gracias a Sálvame y no a pesar de, demostró que probablemente es el único presentador español capaz de darle la vuelta a una situación así. Y hasta se pudo permitir el lujo de poner a sonar Grândola, Vila Morena, de hacer mención a Radio Pirenaica o de preguntarle a Marta López si de esta se haría de izquierdas, porque en Sálvame todo cabe y nada ofende. Al fin y al cabo, es un programa hecho para el pueblo.

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