Cuando una termina Viajeras por el Lejano Oriente suceden dos cosas. Por un lado, se siente más empoderada, con más fuerza y más convencida de que se acabó el silenciar o dejar de lado la labor de las mujeres en el devenir de la historia Y, por otro lado, a uno le dan ganas de coger la mochila con lo básico, dejar los prejuicios inherentes y salir a explorar nuevos mundos y, sobre todo, a redescubrirte como persona alejada de los dictados de la educación y la sociedad en la que hemos crecido y vivimos.
Y es que las trotamundos de las que habla Pilar Tejera en su último libro (Editorial Casiopea) como Ida Pfeiffer, Isabela Bird o Eliza Scidmore, entre otras, son, al fin y al cabo, «las primeras instagramers y couchsurfings» de hace 150 años. A través de sus relatos, sus cartas, sus pinturas… descubrimos tierras del lejano oriente como Borneo, sin ir más lejos, antes inexploradas y, todo, desde una sensibilidad y una empatía muy distinta a los típicos textos de los aventureros de la época, mucho más técnicos. En las páginas de Pilar Tejera nos adentramos en la verdadera esencia de aquellas sociedades, de aquellas tribus, de aquellas formas de vida tan distintas a las de estas pioneras, damas victorianas sometidas a una férrea educación, siempre encorsetadas en todos los sentidos, hasta que gracias a su curiosidad y valentía se liberan y se abren a estos nuevos mundos, en la mayoría de las ocasiones tan duros, para, así, reencontrarse con ellas mismas y, por fin, vivir y ser felices.
La figura de la aventurera y escritora de viajes no se conoce hasta las dos últimas décadas del siglo XX. ¿Por qué entonces?
Por lo menos en España fue así, que llegó más tarde que en otros países. Por ejemplo, en el mundo anglosajón tienen rutas, esculturas, homenajes y hasta estudian a estas mujeres en el colegio. Entonces, en aquella época y en concreto personas como la escritora Cristina Morató y yo nos dimos cuenta de que había un hueco en este tipo de literatura. Iniciativas como ésta, la aparición de internet, la globalización… hizo todo más fácil. Además, en esa época la literatura de viajes de Javier Reverte, el Coronel Tapioca, ese reivindicar la memoria de los exploradores y demás estaban en pleno apogeo. Pero de repente nos dimos cuenta de que hay otros mundos y Cristina y yo empezamos a traer libros de segunda mano y a investigar y a investigar. Yo, de hecho, voy a seguir haciéndolo porque hay mucho por contar todavía.
¿Qué destacarías de tu libro y qué une a todas tus protagonistas?
Cómo enfoco yo los libros es diferente a lo habitual. Nunca se han reunido las historias tal y como yo las cuento. Porque sí que hay un libro de una protagonista en concreto o de un país determinado, pero englobarlas a todas bajo zonas geográficas o bajo conceptos como hice en Reinas en la carretera, es una forma de ordenarlas un poco y de hacer como una especie de ‘arqueología’ de ellas. Contar, por ejemplo, cómo se viajaba por China hace 150 años, cómo se las ingeniaban… es maravilloso. No existían los cruceros de motor, todo a vela, temperaturas bajo cero… Es también muy interesante para darse cuenta de las comodidades que tenemos ahora y lo que nos quejamos sin motivo importante además de considerarnos muy aventureros. Yo, entonces, siempre digo: «Leeros estas historias». Y lo que más me gusta, además, es que nunca se quejan, tienen una elegancia… Les une, sin duda, esa fortaleza, esa temeridad, esa decisión, esas ganas de aventura pura, su capacidad de adaptación… Ellas salían de una cultura victoriana que debía ser tremebunda, que no podían hacer nada y llegaban a las islas de los Mares del Sur y empezaban a acercarse las barcas nativas con todo el mundo desnudo… El shock para ellas… Y luego ‘búscate la vida’ para comer y dormir. Ellas lo tenían crudísimo y es bonito contar cómo lograban sobrepasar esos obstáculos sociales, económicos, vitales, de educación y van creciendo como personas convirtiéndose en mujeres mucho más sabias, más abiertas, más inteligentes, más atractivas, les cambia hasta el físico. No entiendo cómo no se hacen muchas más películas de todo esto.
Además estas mujeres cuentan la historia de una forma diferente a los hombres, más desde el sentimiento, son mucho más empáticas…
Los hombres antes lo que daban sobre todo era información geopolítica, estratégica, botánica o científica de lo que iban descubriendo y cuando llegan ellas y encuentran que en Inglaterra algunos editores apuesten por ellas, que también les costó, y hablan desde las sensaciones, para un inglés, que están educados para no demostrar tus sentimientos, tú imagínate… Entonces, ¿quién conoce realmente como son esas sociedades, los niños, los mercados..? Pues ellas porque han tenido que convivir con ellos, a los maridos (las que los tenían) no les interesaba nada de eso más allá de su trabajo y dominarlos.
Vamos a Constance Gordon porque la describes como la auténtica pionera, escritora y acuarelista, siempre viajando sola, por placer dejando de lado la figura de la esposa…
Esta sí que es la figura del trotamundos junto a Isabela Bird e Ida Pfeiffer. Hablamos de viajar por el placer de viajar. Se quedaban a vivir en los sitios. Constance fue la primera persona que pintó volcanes en activo e iban a sitios donde les decían que ni se les ocurriera. Hay que tener en cuenta que viven a caballo entre las dos Guerras del Opio, mitad del siglo XIX, que fueron tremendas. Aparte de las enfermedades que había o las inundaciones. Además, es bonito cuando cuentan que llegaban a puerto y lo que cogían era un guía y un intérprete y se metían tierra adentro porque les parecía que aquello era muy civilizado porque ya había casitas europeas, por ejemplo. Muchas de ellas, lógicamente, hacían testamento porque no sabían si iban a volver.
Y el tema del amor, qué complicado para estas mujeres, ¿no?
Sí, por ejemplo está el caso de Isabela Bird, una de mis favoritas, se enamora de un forajido, se lían y tienen una historia de amor truculenta de un hombre que habría que verle y una dama inglesa victoriana y virgen. Cuando lees estas cosas piensas en qué momento habrán podido hallar la llave del candado que les cerraba mentalmente para poder dar ese salto.
Después de todas tus investigaciones para este libro, ¿con qué te quedas si tuvieras que elegir? ¿Qué te ha llamado más la atención?
Me quedo con todas ellas, es muy difícil elegir. La esencia para mí está en estos destinos tan diametralmente opuestos y desconocidos entonces, es que ellas quisieran conocerlos, explorar aquello y convivir con estas personas, a esos pueblos remotos sin descubrir. Y es que no es que les pillaran de paso, sino que todas ellas lo elegían como destino. Y, como decíamos anteriormente, con los problemas inherentes.
¿Sigue habiendo verdaderos trotamundos/aventureros como ellas a día de hoy o se ha perdido esa figura a consecuencia de las comodidades?
Yo creo que todavía hay mucho espacio para la aventura. Nosotros hace año y medio o dos años publicamos Sola en bici de Cristina Espinola, por ejemplo, que se recorrió el mundo en bicicleta. También los viajes sola de la periodista Elisabeth Iborra en La vuelta al mundo de Lizzy Fogg. Además, la aventura la llevas tú dentro estés donde estés y si no eres aventurero, puedes estar en un sitio muy propenso a ello, pero no vivirlo por tus prejuicios mentales. Creo que todavía el planeta es un sitio que conserva muchos reductos salvajes, espacios poco habitados y que hay mucha ‘tela’, si no nos cargamos antes el planeta, para descubrir y para descubrirte viajando.
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