Anoche la campaña de Donald Trump tuvo que recurrir a su último cartucho: Melania. La primera dama reapareció en el jardín de la Casa Blanca, vestida con un elegante y negro Dior y calzando sus habituales taconazos (en este caso, unos So Kate negros de Louboutin de 545 euros y 12 centímetros de aguja). Melania se prestó a acompañar a Donald en su enfrentamiento contra Joe Biden: el segundo y último de los debates presidenciales, y su única presencia reseñable en la campaña.
La primera dama llevaba alejada de los focos desde el 1 de octubre, cuando ambos dieron positivo por coronavirus, y que posiblemente contrajo tras el primer debate, el 29 de septiembre, donde también acompañó a su marido, en su última presencia ante las cámaras. Tras el diagnóstico, Melania se recluyó, adoptó todas las medidas de seguridad y, mientras se recuperaba –ha tenido síntomas leves, especialmente tos persistente–, se distanció de la campaña de su marido. Únicamente un comunicado el día 6 de octubre comunicando sus medidas de seguridad y otro el día 14 contando su experiencia con la enfermedad (y el positivo de su hijo Barron) han dado señales de actividad desde su refugio de la Casa Blanca.
Pero anoche había que dar un mensaje. No tanto en el debate, donde Trump y Biden esta vez si hablaron de política –el presidente estuvo más controlado que en el espectáculo del primer debate, quizás por la imposición de la norma de micrófonos cerrados a quien se saltase los turnos– como en la puesta en escena. Una a la que Melania se prestó para el primer apartado –la "épica" subida al Marine One desde el césped de la Casa Blanca, que la institución gubernamental grabó como un anuncio de una peli de acción–, pero que dinamitó al finalizar el debate.
Al terminar el intercambio, las mujeres de los dos candidatos subieron al escenario –donde varios metros separaban a ambas parejas– y Biden intentó hacer un gesto de despedida a los Trump. Donald giró la cabeza ignorando el saludo, agarró la mano a Melania y consiguió dar un total de medio paso antes de que ella se zafase con las cámaras todavía en abierto. Melania ni siquiera esperó: apretó el paso y salió por delante de su marido.
El gesto no significa necesariamente que haya más problemas hoy de los que había antes entre los Trump. Melania y sus biógrafos ya han explicado en varias ocasiones que la primera dama es un ser independiente y ávido de espacio, tanto en la vida como en los gestos. Pero, el gesto ha sido su única participación en la campaña electoral.
Trump sigue en la cola en todas las encuestas, faltan 10 días para las elecciones, y tiene un problema con una base de votantes: las mujeres blancas de mediana edad y clase media de algunos estados clave no están precisamente emocionadas por el actual presidente. Que ha hecho la campaña a solas: Melania no participa públicamente en ningún acto electoral desde la Convención Republicana, a finales de agosto. Y su único acto confirmado, hace dos días, fue cancelado por el coronavirus –la tos, que aún coleaba. La primera dama ha sido más coherente y precavida que su marido con las medidas de seguridad–. Se trataba de un mitin vital para Trump: era en Pennsylvania, donde necesita el voto femenino blanco acomodado para ganar y las encuestas afirman que lo ha perdido. Y la presencia de Melania habría supuesto un gesto hacia ese sector.
Pero, según decían quienes la conocen a la CNN, Melania "hace lo que le da la gana". Dentro o fuera de la Casa Blanca, y sin que parezca importarle mucho que haya un segundo mandato.
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