Cuando Judy Garland murió en 1969, dejó atrás numerosos objetos que la preservaron en Hollywood como un icono: películas, conciertos que nos romperían el corazón y episodios televisivos que filmó al lado de sus tres amados hijos. Pero Garland también dejó como recuerdo un gran número de cintas de audio que revelaban el drama de sus últimos años de vida—sumida en la deuda, perdiendo la batalla contra la adicción a las drogas, y luchando por la custodia de sus vástagos.
"Se le encargó escribir su biografía pero nunca llegaba a cumplir con la fecha límite, así que optaron por llevarle una grabadora, y le dijeron, ‘mira… esencialmente lo que tienes que hacer es presionar play, comenzar a hablar, y luego nosotros lo transcribiremos” explica el guionista de Judy, Tom Edge (conocido también por The Crown), el biopic protagonizado por Renée Zellweger sobre la estrella recién estrenado en Estados Unidos, cuya llegada se espera en España para diciembre.
“Todo comenzó con esas cintas. En algunas de ellas sonaba como si se encontrara en unas condiciones muy malas.Realmente puedes escuchar su enfado arraigado", explica Edge. "Sentía que estaba siendo explotada y que la habían decepcionado… Se nota que no puede creer que hubiera estado trabajando desde que tenía dos años de edad, con esa carrera cinematográfica, y aún así debiera cuatro millones a Hacienda”.
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“Son cintas difíciles de escuchar, porque a veces hay mucha furia mezclada con esa incomprensión". En una de las grabaciones, disponible online, Garland confiesa, “Soy una mujer enfadada. He sido insultada, calumniada, humillada.. No soy un objeto al que le das cuerda, lo pones en el escenario y comience a cantar los álbumes del Carnegie Hall y luego lo guardes en el armario”, afirma Garland. “He tratado de creer en el arcoiris y he tratado de superarlo, y no pude. ¿y qué? Muchas personas tampoco pueden”. También pide: “No hagan una broma de mi persona. La gente dice, escribe y cree que o soy una borracha o una drogadicta. Lo increíble es que no lo sea,” admite en otra de las cintas.
No importa cuán distorsionado su discurso sea, Garland expresa un inquebrantable amor y orgullo por sus hijos. “Me gustaría hablar de mis tres exitosos hijos,” dice. “Representan el éxito, y lo han logrado sin mucha ayuda” dice. Quizás era la lucha en la voz de Garland de esas cintas– así como el controvertido sentido del humor que solía mostrar en las entrevistas— lo que convenció a Edge de que la estrella era más que un relato con moraleja. "Lo que realmente me sorprendió, cuando comencé a ver entrevistas suyas en aquella época, fue lo graciosa y divertida que era. Era sumamente afilada”. En 1968, durante su aparición en The Dick Cavett Show,el locutor mencionó que sus fans eran tan gritones que era difícil oírla bien en un concierto, a lo que ella respondió: “Eso es porque ellos cantan mejor que yo”.
"Supongo que quizás di por sentado su nivel como intérprete, y en realidad era necesario ver lo compleja que era, capaz de envolver al público, pero también vulnerable, arrastrando el daño que le habían hecho, un tipo de enfrentamiento en el que debía dar un paso atrás o darse por vencida. Hay algo de incompletitud en ella.”
Renée Zellweger canaliza este torbellino de trágicas circunstancias y conflictivas emociones con calma. La película comienza con uno de los momentos más bajos para Garland: cuando ella y sus hijos son desahuciados de una habitación de hotel que ella no puede pagar. Garland, a disgusto, deja a su familia para volar a Londres y actuar en el único empleo — un show de cinco semanas. En ese momento, la voz de Garland estaba flaqueando y su confianza como cantante se tambaleaba. “Para ella era difícil actuar”, dice Edge. “No podía confiar en su voz como antes. No había recibido formación vocal y por ello no había cuidado su voz a lo largo de su vida".
Las críticas de The Talk of the Town fueron dañinas, y se decía que Garland aparecía tarde, ebria o poco preparada para abordar las responsabilidades necesarias de afrontar un show. Durante una de las actuaciones, ni siquiera pudo terminar Somewhere Over the Rainbow. El público —lejos de simpatizar con la estrella en decadencia— le lanzó canapés. “Había un sentido real en atrapar a esta persona en un punto de su carrera, donde se podía ser testigo de la lucha que libraba al no querer estar ahí y sentirse atrapada", explica Edge. Para el guionista, no obstante, parecía que Garland se alimentaba del afecto ocasional del público, y por cada mala noche, también parecía haber otra en la que pisaba el escenario y “parecía que no querría estar en otro lugar del mundo”.
Edge decidió no contactar a los hijos de Garland mientras escribía. “Al final estaba evitando (escuchar) muy de cerca a cualquier persona que tuviera una idea de quién era ella. Ella era tan compleja porque su vida y sus amores se rompieron en mil pedazos, y tuvo que sobrevivir a una complicada dinámica familiar con sus padres, las exigencias del estudio de cine, y todo lo que eso acarreó. Me pareció muy importante intentar mirar y ofrecer un sentido de su persona por mí mismo, de lo que estaba debajo de la superficie, buscando más alla de los rumores”, explica. “Me sentí indignado por todo lo que había tenido que pasar durante su juventud, y todo lo que tuvo que soportar en su adultez solamente para labrarse un camino”.
*Artículo publicado en Vanity Fair USA y traducido. Acceda al original aquí".
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