Hay una conocida paradoja del budismo zen que pregunta si haría algún ruido un árbol que cayese en un bosque vacío. Sí, lo hace, parece evidente, porque es una cuestión física y no hay naturaleza que esté más allá de la física. Pero no, no resulta tan evidente, porque el sonido, para ser sonido, debe sonar, es decir, debe de ser escuchado. Existe porque lo percibimos. A partir de aquí los caminos a los que conduce el dilema llevan a cuestionarse la existencia del propio árbol. Y si seguimos dándole vueltas, total, hagámoslo, que si algo tenemos ahora es tiempo, hasta la nuestra propia. Hasta el ser o no ser de Hamlet.
Pienso hoy en ese árbol que cae en silencio porque lo escuché sonar el miércoles en el repicar de las campanas de Notre Dame por el aniversario de su incendio. Recordé entonces que hay políticos que salvarían antes la catedral que el Amazonas. El Amazonas, a fin de cuentas, lleva años desapareciendo, se supone, y ahí sigue. El Amazonas, además, está lejos y lleno de bichos. Notre Dame sí quema, los recuerdos al menos, al arder, pero el Amazonas no hace ruido al caer. Ni lo percibimos ni, parece, lo sentimos. Por supuesto, todo eso no es cierto. Bueno, lo de los bichos sí.
La deforestación tiene un impacto que ahora por primera vez sentimos directamente, o al menos podemos valorar. La desaparición de bosques y selvas expulsa a los animales salvajes de su hábitat y los acerca a nuestras poblaciones y a nuestro ganado. Un tercio de los nuevos brotes de los últimos años, dicen los estudios, como el virus zika o el ébola, están ligados con ella. Las zonas de África que habían sido deforestadas tuvieron mayor sacudida del ébola entre 2013 y 2016. El virus Nipha se contagió en Malasia a los cerdos, y estos nos no lo contagiaron a nosotros, porque se comían los restos de las frutas de los murciélagos. Esto de las pandemias no es solo que haya alguien por ahí comiendo bichos raros, sino también árboles cayendo que hacen un ruido estridente pero que no queremos escuchar.
David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘El traficante’. Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.
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