Uno por uno, los principales actores de las sagas de Harry Potter y Bestias fantásticas han ido saliendo al paso de las declaraciones tránsfobas de JK Rowling. Primero fue Daniel Radcliffe, que difundió su mensaje a través de The Trevor Project, una ONG que trabaja con jóvenes LGTBQ+, y se dirigió específicamente a los potterheads, a los fans acérrimos de los personajes, a los que pidió que no los cancelasen, que no los condenen del todo al ostracismo. “A toda la gente que cree que su experiencia con los libros ha quedado dañada o disminuida, siento mucho el dolor que os han causado estos comentarios. Espero de verdad que no perdáis lo que era valioso para vosotros en estas historias”.
Después vino la foto de Emma Watson, con una camiseta con el mensaje “los derechos trans son derechos humanos” y un tuit en el que añade que “las personas trans se merecen vivir su vida sin estar constantemente cuestionadas”. Siguieron mensajes en la misma línea de Rupert Grint (Ron, en las películas de la saga), Bonnie Wright (Ginny Weasley), Evanna Lynch (Lunan Lovegood),Numa Dumezweni, que hizo de Hermione en Broadway, y Eddie Redmayne, el protagonista de Bestias fantásticas. Redmayne se refirió a la autora como “Jo”: “no estoy de acuerdo con los comentarios de Jo. Las mujeres trans son trans, los hombres trans son hombres y las identidades no binarias son válidas”.
Más que un fenómeno a lo Woody Allen, como el que se dio cuando muchos de los intérpretes que trabajaron con él se han ido distanciando y disculpando cuando han reverdecido las acusaciones de abuso por parte de su hija Dylan –en sus memorias, A propósito de nada (Alianza) Allen es especialmente sangriento con Timothée Chalamet, al que acusa de haberlo hecho como gesto para ganar puntos en la temporada de premios–, en este caso, lo que está sucediendo se parece más a una ruptura generacional, una manera de matar a la madre. Excepto Redmayne, casi todos los actores de las sagas que se han manifestado son nacidos en torno a los noventa y encajan con la primera hornada de lectores de Harry Potter, que se está tomando las palabras de J.K. Rowling entre otras cosas como una traición personal.
“A pesar de sus fallos, Harry Potter ha influido a generaciones de niños que han crecido siendo progresistas y hemos terminado siendo más progresistas que los libros en si mismos y que la mujer que los escribió”, resume la periodista Aja Romano en un artículo titulado "Harry Potter y la autora que nos falló". Romano, que se identifica como queer, cuenta cómo esta semana empaquetó los 11 libros de la saga (siete novelas, tres libros complementarios y el guión de obra de teatro), la primera novela para adultos de Rowling, La vacante imprevista, y las cuatro que escribió con el seudónimo de Robert Galbraith y los metió en el armario. “Al guardar esos libros, metafóricamente metí en cajas todos estos años de participación en el mundo fan de Harry Potter, que me ha llevado a escribir fan fiction, ir a convenciones, moderar comunidades de fans y atesorar las amistades que hice allí”, escribe Romano.
The Harry Potter Alliance, una asociación dedicada a “convertir a los fans en héroes” y que financia entre otras cosas lo que llaman la Academia de Liderazgo Granger (por Hermione), una residencia para jóvenes activistas, ha estado canalizando el rechazo de muchos fans y proponiendo donaciones a proyectos de apoyo a las personas trans. Y han surgido iniciativas como la que planea recolectar dinero para causas trans y hacer donaciones coincidiendo con el cumpleaños de J.K. Rowling el próximo 31 de julio (a modo de trolleo) o como Trans-Affirming Magical Care, un fanzine hecho por lectores LGTBQ de los libros que hablan de su relación con la saga en este contexto. Una de ellas, que firma su trabajo como Up The Hill, se dedica a dibujar a los personajes como si fueran trans. Otra de las participantes, Maia Kobabe, que se identifica como no-binaria (que no asume el género masculino ni femenino) ha contribuido al fanzine con un comic protagonizado por el personaje de Nymphadora Tonks, que aparece en el quinto libro de la saga y con el que muchos lectores queer se han identificado tradicionalmente. O por lo menos con su primera encarnación. Tonks, que es como se hace llamar el personaje, repudiando su nombre de pila más femenino (lo que la hermana con la Jorge de Los cinco) tiene estética punk y el pelo rosa y no se presenta como chico ni chica. Al final de la saga, sin embargo, Tonks se ha convertido en una mujer cisgénero y heterosexual a la que su marido llama “Dora” y ha calmado toda su furia adolescente. “Siempre me he preguntado si Rowling creó a Tonks para domesticarla más tarde”, escribe Aja Romano en su artículo, relacionándolo con el texto que la autora de la saga publicó el miércoles en su propia página y en la que habla sobre cómo en su opinión se está actuando precipitadamente con los adolescentes que tienen disforia de género. Rowling incluso cita unos estudios muy discutidos que hablan de contagios de disforia y de “grupos enteros de amigas” que deciden transicionar de género y se usa a si misma como ejemplo de chica que se sentía “mentalmente sin sexo” hasta que “afortunadamente” dejó de sentirse “confundida”. Romano se basa en esos párrafos para concluir que Rowling creó a Tonks como una especie de fábula antitrans, “para que el personaje pudiera crecer y dejar atrás su disforia”.
Clara Duarte es una autora de ficción juvenil de temática LGBTQ – que considera la saga Potter “un eslabón importante en la construcción de la escritora juvenil que soy hoy”. Los empezó a leer con siete u ocho años y los releyó un par de veces más ya con 16. Lo que ha ocurrido con Rowling, que en realidad no es nuevo, puesto que la autora ya había hecho gestos y comentarios en esa dirección en los últimos años, le parece decepcionante. “Fuera de la sentimentalidad de cómo me afecta o no a mí esto, me preocupa el gigantesco alcance que sigue teniendo esta autora y la posibilidad de que su repentina lucha contra una minoría se traduzca en su obra, que afecte a la opinión de una generación aún moldeable que esperábamos que cambiase las normas del juego. Detrás de un discurso meditado y bien escrito, lo que se esconde al final es un mensaje divisorio, de rechazo. Si le quitas la parafernalia a su texto, ¿qué es lo que dice? Que las mujeres trans deben vivir sujetas a un continuo juicio, que tienen tendencias depredadoras y que hay que debatir sobre la veracidad de su existencia”, cree Duarte, cuyo último libro, Cada seis meses (La Galera Young) cuenta una historia semifantástica de amor primerizo entre dos chicas. “Mis primas pequeñas están leyendo ahora mismo Harry Potter. Si se hacen un perfil en redes mañana y la autora a la que admiran les está diciendo: ‘cuidado con las mujeres trans, porque pueden seguirte al baño para abusar de ti, pueden estar mintiendo y ser hombres, no son lo mismo que tú’, ¿qué futuro estamos pavimentando?”, se pregunta.
La polémica ha impulsado una relectura de toda la saga, en la que casi todos los personajes importantes son hombres, y ha hecho que se ponga la lupa en detalles como los duendes banqueros de nariz larga que se asemejan a la clásica caricatura antisemita a varios argumentos de la serie con posicionamientos difícilmente feministas. “Están saliendo análisis interesantes de diferentes elementos de Harry Potter ante la perspectiva de que su autora tenga 54 años y esté mucho menos deconstruida de lo que pensábamos”, resume Duarte en clave generacional. Por su parte, no cree que haya que cancelar o aparcar sus libros los libros, pero personalmente le apetece volver a leerla: “Esta señora se ha levantado en el mes del orgullo LGBT y ha dicho: "voy a dedicarme durante las siguientes semanas de mi vida a levantar todo un debate sobre si las mujeres trans se merecen nuestro amor o nuestra duda", y a mí como que se me han quitado las ganas de leerla, sea su obra buena, mala, misógina o feminista”. Citando a otra autora española de novela juvenil, Iria G.Parente, pronostica: “El siguiente Harry Potter será queer. La siguiente J.K. Rowling también”.
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