"Guardo cajas llenas de fotos que me da miedo abrir. No es por los recuerdos, sino por el estado en el que pueden hallarse. Si he sido perezosa para andar persiguiendo a los fotógrafos que me retrataron, también lo soy para ordenarlas. No es fácil que encuentre una, y esta captura un momento muy feliz. Estoy con Pedro Almodóvar y mis compañeras de Entre tinieblas en la Mostra de Venecia de 1983. Era la primera vez que Pedro acudía a un festival internacional. Estábamos muy ilusionados, pero no sabíamos qué esperar. La película, por su temática, un convento con monjas lesbianas que consumían drogas, provocó reticencias para programarla. Nadie nos conocía y fue un doble deslumbramiento: para nosotros y para el mundo. Pedro cautivó a la prensa y consiguió que todos hicieran cola para entrevistarlo. Ninguno sabía italiano, aunque hicimos como todos los españoles: hablar en plan macarrónico. Yo estaba en una gira teatral con María Rosa, de Àngel Guimerà, y me quedé menos días que el resto, que fue en el avión privado de Jacques Hachuel (productor y millonario). Íbamos a todas partes juntos, aunque Pedro y su hermano Agustín tuvieron que quedarse en un hotel junto al Lido. A nosotras (Carmen Maura, Marisa Paredes, Cecilia Roth y Cristina Sánchez Pascual) nos alojaron en el que se rodó Muerte en Venecia. Cuando volvimos, cinco años más tarde, con Mujeres al borde de un ataque de nervios, Pedro ya era una estrella y fuimos todos al hotel principal, donde estaban mi admirado Martin Scorsese —estrenaba La última tentación de Cristo— o Sergio Leone, presidente del jurado, que nos chivó que la película había ganado el premio al mejor guion. Aun así, yo eché de menos aquel hotelito decadente, encantador y con tanto sabor desde el que vi amanecer la noche que se proyectó Entre tinieblas”.
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