La primera película que influyó en la vida del legendario y polémico productor cinematográfico Jon Peters fue Los diez mandamientos. Charlton Heston/Moisés alzaba su cayado, abría las aguas del Mar Rojo y el niño de 10 años que era entonces Peters se sentía parte de aquello. Porque lo era. No es esta la historia de una cinefilia infantil, sino la de un chico al que el director de casting de Cecil B. De Mille eligió para formar parte de la figuración de la película porque le había visto montando en pony. Era ideal para hacer de “niño en burro cruzando el Mar Rojo” tal y como figura acreditado en imdb.
Pero aquella primera puerta cinematográfica no fue ni mucho menos la que le puso en el camino de convertirse en uno de los grandes popes de Hollywood. Su vida estaba lejos del cine al que solo le había acercado una casualidad. Nacido en 1945 en Los Ángeles, su padre era un exmarine cherokee que llevaba un camión de café y su madre, contable en la peluquería de su familia en Wilshire Boulevard.Su padre murió cuando Peters era niño y su madre se volvió a casar con un tipo de cuyas palizas su hijo tenía que defenderla muy a menudo. Un día la pelea llegó hasta la tesitura en la que Peters empujó a su padrastro, que cayó sobre su madre fracturándole una pierna.
Peters tampoco era un santo. Empezaba a hacer trapicheos impropios de su corta edad: un robo en una heladería le llevó a pasar tres años en un reformatorio. A su salida, a los trece años, y para alejarlo de su nuevo marido, su madre lo mandó a Nueva York bajo el cuidado de dos hombres a los que conocía del circuito de peluquería. Allí, después de escapar de las garras de lo que él describió como dos depredadores sexuales, empezó a dedicarse al mismo negocio que ellos. Comenzó barriendo pelo para después especializarse en teñir y recortar el vello público de las asistentes al salón en el que trabajaba, en su mayoría prostitutas. "Tenían la melena roja, el vello púbico rojo y caniches rojos, hice que todo combinara", declaró.
Poco a poco, un joven Jon, ya de vuelta a Los Ángeles se fue abriendo paso en el negocio de la peluquería. Con 21 años ya tenía su primer salón, al que le sucedieron otros tres más. Su fama de buen peluquero corrió de boca a oreja y ciertas clientas afamadas empezaron a llegar. Las primeras fueron las actrices Barbara Eden y Rona Barrett, pero la más importante fue Sonja Henie, la actriz noruega excampeona de esquí, que le introdujo en los círculos de Hollywood.
Mientras tanto, no solo la vida profesional de Peters despuntaba. También se apuntalaba la sentimental. Se casó con la actriz y cantante Lesley Ann Warren en 1967, matrimonio que se mantuvo hasta 1977 y que Peters interrumpió por la llegada a su vida de un huracán. Un huracán llamado Barbra Streisand.
Los contactos de Peters con el universo de Hollywood le habían acercado no solo a las estrellas en su vida social, sino a la posibilidad de trabajar directamente para ellas. Así fue como Peters conoció a la que ya era una estrella, de la mejor manera posible en términos streisandianos: fue el encargado de diseñar la peluca de pelo corto que la actriz lucía en ¿Qué diablos pasa aquí? (1974). Se enamoraron de inmediato.
Barbra venía de haber tenido romances con, ahí es nada, sus compañeros de reparto Robert Redford (Tal como éramos) y Ryan O’Neal (¿Qué me pasa doctor?), así como con Kris Kristofferson. Él también llevaba un buen historial detrás, tanto que Robert Towne y Warren Beatty (que, ejem, había tenido un romance con Lesley Ann Warren) reconocieron que era la principal inspiración, junto al malogrado Jay Sebring, para el protagonista de Shampoo. No parecían destinados a durar mucho tiempo, pero mantuvieron una relación de 12 años. Y él descubrió a una fuerza de la naturaleza, llena de talento, perseverancia y creatividad, que le empujó a dar un paso más en su carrera: había llegado la hora de dejar de ser peluquero para convertirse en productor.
Para ello, primero se midió el lomo con uno de los grandes productores de la época, Ray Stark, que firmaba Funny girl y Tal como éramos, y llevaba a sus espaldas un historial de acosos sexuales gracias a lo que ya entonces era una práctica habitual: el casting couch, lo que viene siendo acosar sexualmente de una actriz a la que estás haciendo un casting. Dos de las víctimas de Stark le tocaban de cerca de Peters: Lesley Ann Warren y Barbra Streisand. Así que cuando lo conoció, sin mediar palabra, en lugar de estrecharle la mano le zarandeó hasta dejarlo casi inconsciente y cuando apenas se podía tener en pie lo sentó en un sofá. Segunda vez que Peters defendía a una de las mujeres de su vida de la violencia de un hombre.
A partir de ese momento, con las manos de Ray Stark lejos de Streisand, la nueva pareja sentimental podía empezar a pensar en su futuro conjunto como pareja profesional no solo musical (Peters empezó produciendo discos de la cantante y se le atribuye la responsabilidad de haberla juntado con Donna Summer para el Enough is enough). ¿Y cuál fue la primera gran idea que salió de esa unión? Una nueva versión de Ha nacido una estrella, el clásico de 1937 y 1954, al que Peters estaba empeñado en acercar al mundo del rock.
Más de una docena de guionistas pasaron por Ha nacido una estrella, entre ellos otra pareja sentimental y profesional, la formada por Joan Didion y John Gregory Dunne. Más o menos el mismo número que de directores. Pero para Peters los directores y los guionistas no importaban. De hecho, su verdadero interés era conseguir a Elvis como protagonista masculino de la película, pero después de comprobar su estado físico en un encuentro con él en Las Vegas, se bajó del burro. Finalmente el encargado de interpretar al interés romántico de su novia sería… su ex, Kris Kristofferson.
Ha nacido una estrella acabó siendo un éxito, ganó cinco Globos de Oro (película, actor, actriz, banda sonora y canción) y un Oscar (mejor canción, por Evergreen), y se convirtió en la tarjeta de presentación perfecta para un productor novato como él. Hasta tal punto que eso le permitió empezar a reunirse con los grandes del sector. Quería demostrar que era algo más que el novio de Barbra Streisand.
La flauta puede sonar una vez, pero que suene dos ya empieza a ser síntoma de algo. En el caso de Peters así fue. En 1980 se las arregló para entrar a formar parte de la recién inaugurada división cinematográfica de Polygram, fundada por el que desde entonces se convertiría en su socio y su amigo y enemigo íntimo (llegó a ir a terapia conjunta con él) Peter Guber. ¿La primera película que produjeron? Flashdance.El éxito de la cinta que nos enseñó que se podía ser soldadora de día y estríper de noche llevó a Peters y a Guber a conseguir un acuerdo con Warner, por el que produjeron los Batman de Tim Burton ya bajo la Guber-Peters Company. Esa fue solo el último gran éxito de una década, la de los 80, llena de bombazos para la pareja de productores: Las brujas de Eastwick, Gorilas en la niebla, El color púrpura (se atribuye haber elegido a Oprah Winfrey, que en aquel entonces estaba muy lejos de la fama que tiene hoy), Rain Man, por solo citar algunas.
También aumentó la lista de sus conquistas célebres. Según él, Jacqueline Bisset, Linda Evans y Sharon Stonen entre otras. Pero tal vez su romance más destacado fue con Kim Basinger a la que conoció en Batman. Ella también era de ascendencia cherokee, algo que él señala como origen del vínculo entre ambos, aunque cualquiera que recuerde cómo era Kim Bassinger en 1988 puede aventurar que seguro no era su árbol genealógico lo que más llamó la atención del productor. Tercera estación en el camino de Peters de salvar a mujeres de hombres maltratadores, ya que, según él, Ron Snyder, elmaquillador marido de la actriz por aquel entonces, la agredía habitualmente.
Al mismo tiempo que las grandes estrellas de Hollywood ponían los ojos en él, los grandes estudios hicieron lo mismo. Sony compraba Columbia en 1989 y le pagó “cientos de millones de dólares” a Warner, tal y como señalaba el New York Times, para que liberara contractualmente a Peters y a Guber. ¿Su destino? Convertirse en los jefazos de la compañía. Pero la flauta no sonó esta vez. Su primera gran producción en la compañía, la adaptación de La hoguera de las vanidades, a cargo de Brian de Palma con Bruce Willis, Tom Hanks y Melanie Griffith en el reparto, fue un fracaso que solo recaudó 15 de los 47 millones que costó. Y este solo fue el principio. Las crecientes peleas entre Peters y Guber tampoco ayudaron, empleados de la época relatan un ambiente laboral que hace que el de Miramax parezca el de un monasterio cisterciense. Hoy día el fichaje de Peters y Guber se llegó a considerar por parte de la industria “la mayor cagada de la historia del negocio” y se estima que le hicieron perder a Sony unos 2.300 millones de dólares, como cuentan Nancy Griffin y Kim Masters en su libro Hit and run: How Jon Peters and Peter Guber took Sony for a ride in Hollywood. Dos años después, en 1991, Guber, más templado y con más experiencia que su iracundo socio –no en vano, mientras Peters todavía estaba dedicado a la peluquería él ya había trabajado en Columbia– que su iracundo socio, se las arregló para despedirlo. Él salió en 1993.
El trabajo como productor de Peters en los 90 siguió siendo notable (Vida de este chico, Batman vuelve, Asalto al tren del dinero), pero cerró la década con el batacazo de Wild Wild West. Y en los 2000 prácticamente desapareció del cine, en algunos casos forzado: Christopher Nolan, como productor de El hombre de acero, exigió que se le prohibiera a Peters la entrada al rodaje, por su fama de metomentodo. Mejor para Peters, que gracias al porcentaje que se había asegurado –Warner mediante– en la franquicia, se llevó unos estimados 80 millones de dólares por no hacer nada.
El productor prácticamente desapareció del cine, pero no de los periódicos. La primera gran noticia que se publicó sobre él fue la filtración, a cargo de la periodista Nikky Finke, de su intención de escribir sus memorias, acompañada de unos extractos del documento de venta que él había preparado junto al escritor William Stadiem. Debido a las amenazas de posibles demandas ya solo por el extracto publicado el proyecto quedó en nada. Hollywood tenía razón al ponerse a la defensiva frente a un posible ajuste de cuentas vía autobiografía de Peters. El nivel de sus declaraciones quedó claramente reflejado en el texto que Stadiem escribió un año después para Vanity Fair USA. Así empezó su trato:
–Por cuánto lo podremos vender.–Depende de lo que tengas que contar.–¿Qué te parece esto? Imagínate que tuviera no una sino dos de mis mujeres llamándome desde la habitación de Lincoln diciéndome: “Me acabo de follar al presidente”. ¿Qué te parece esto?
Dos años después, Peters volvió a las portadas de los periódicos por un asunto mucho peor que adornar recuerdos con medias verdades: En 2011 fue a juicio acusado por una asistente personal de haberla acosado sexualmente. Según declaró ella, entre otras vejaciones por parte de él, durante un viaje de trabajo en Australia, se despertó en mitad de la noche para descubrir con estupor que su jefe estaba tumbado a su lado, abrazándola mientras le decía: “No puedo dormir, estoy solo, déjame quedarme aquí contigo”. El juzgado ordenó que Peters le pagara a su asistente 3,3 millones de dólares por daños.
Desde entonces Peters ha mantenido un perfil bajo, pero en los dos últimos años en los que después de todos los vaivenes asociados a su producción Ha nacido una estrella ha conseguido despegar finalmente bajo las órdenes de Bradley Cooper y el brillo de Lady Gaga, y también gracias a los nuevos ojos que nos ha dado el #MeToo el nombre de Peters ha vuelto a la actualidad. Jezebel recopiló otras cinco demandas que había recibido el productor por acoso, unas desestimadas y otras cerradas con un acuerdo.
Este historial ha llevado a que desde algunas tribunas se pida que pierda el crédito como productor en esta nueva versión de Ha nacido una estrella, a lo que Warner se ha negado a través de un comunicado: “La vinculación de Jon Peters a esta propiedad se remonta a 1976. Legalmente tenemos que honrar la obligación contractual para poder hacer esta película”. El sindicato de productores de América, el PGA, sin embargo, ha dictaminado que Jon Peters no es parte certificada del equipo de producción de esta versión de Ha nacido una estrella, por mucho que aparezca en los créditos, por lo tanto no podrá ser elegido para el PGA. Ninguna de las dos decisiones parecen tener que ver con nada más que el estricto y justo mérito profesional de Peters en la película.
El último testimonio en primera persona que tenemos de Peters es una entrevista que concedió hace poco más de un año al Hollywood reporter.En ella recordaba su devoción por Barbra Streisand, a la que eligió como madrina de sus dos hijas, fruto de su tercer matrimonio. “Ella fue probablemente el amor de mi vida. Era la persona más cautivadora, interesante y creativa que he conocido jamás. A ella le debo haber tenido la vida que he tenido”. Y al mismo tiempo temía que cuando ella se enterara de que había votado Trump, eso pasaría factura a su relación, pero insistía en su decisión política: “Voté por Trump porque sentía en mi corazón que realmente podía hacer un buen trabajo, pero creía que Hillary iba a ganar. Creía que todas esas veces que decía estupideces y se comportaba como un idiota, y todas las cosas relacionadas con las mujeres, creía que todo eso iba a acabar con él. No lo hizo porque hay mucha gente como él. He sido demócrata toda mi vida. He votado las dos veces a Obama. Pero este es un hombre brillante. Vi a un hombre brillante que puede dirigir un imperio y pensé que podía dirigir el país”.
Había tardado diez años en conceder una entrevista y ahora no se espera que vuelva a hablar, ni que acompañe a Lady Gaga y Bradley Cooper a las entregas de premios, tal y como sí hizo en los 70 con Barbra Streisand. Pero desde su retiro ostenta el honor de representar lo mejor y lo peor de Hollywood, algo que probablemente no le podrá quitar nadie.
[Este artículo se publicó originalmente el 7 de octubre de 2018]
Fuente: Leer Artículo Completo