Deberían recetarse abrazos antes que ibuprofenos. Papel, lápiz (o sus sustitutos digitales) y escribir todo lo que sentimos, antes que ansiolíticos.
Estoy convencida que escribir me ha salvado no pocas veces de la locura y la depresión, incluso siendo -como ahora- mi trabajo.
No siempre he escrito, ni tampoco lo he hecho profesionalmente hasta hace algunos años. Todo lo que redactaba, las notas, los diarios, las cartas, los emails, hasta las reclamaciones, lo escribía intentando que quien me leyera lo entendiera fácil y rápidamente. Mi estilo, por tanto, tiende más al sentido práctico que al literario. Como con la música, empleo el pragmatismo: me gusta o no (en el caso de la escritura, se me entiende o no).
Hace casi un año comenté que Amante es mi más fiel lector, quien me inspira buena parte de lo que suelto aquí, y el barómetro por el que me guío para saber si lo que cuento es interesante o aburrido. Tan fan es, que es la única persona que tiene todas mis columnas recopiladas, maquetadas y encuadernadas, en ejemplares únicos (van dos volúmenes) para una única persona. Lo conté en la columna y lancé la pregunta de si a alguien más le interesaría tener un recopilatorio. Contestasteis en tropel animándome a hacerlo, por email y las redes sociales en las que tengo perfil, así que me dispuse a seleccionar y armarlo.
Tengo dos noticias, una buena y una mala. La buena es que conseguí montar una digna selección. La mala es que de momento no hay editorial que quiera publicarlo, porque no es aparentemente rentable publicar algo que ya está disponible en la red (sí, lo sé, hay decenas de libros publicados que son recopilaciones de artículos y entradas de blogs, pero no se discute con un editor que te dice que no. Es una cuestión de dignidad).
Con esta noticia comencé el fin de semana, de bajón. A pesar de ser consciente de que no soy Faulkner y de no tener el más mínimo afán de trascender, el rechazo siempre escuece un poquito.
¿Quién me quitó la tontería una vez más? Amante, por supuesto. Primero con paciencia al escucharme: “¿qué más da lo del libro? A ti te leen muchas personas cada lunes y cada viernes, incondicionalmente”. Después con abrazos, sin hablar y sin pedir nada. Y para rematar con un polvazo que se me olvidó hasta mi nombre. Él es mi cura del fin de semana, me calma y me coloca los pies sobre la tierra.
Ayer, poniendo la casa en orden, como cada domingo, agarré los borradores y el manuscrito y los subí al altillo en una caja, a dormir el sueño de los justos. Next. Me hubiera gustado ofreceros algo físico, pero no pienso empeñarme en lo que no es factible.
Pd (lo mismo dentro de 40 años alguien lo encuentra y flipa con el tratado sociológico de esta época)
Pd2 (si algún editor o editora valiente me lee, que me llame, que soy toda oídos)
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