A Elon Musk, el empresario sudafricano dueño de Tesla y otras compañías punteras, mayo solo le está trayendo alegrías. Si a principios de mes nacía su sexto hijo (a quien, por cierto, le ha puesto un nombre incomprensible), ahora acaba de hacer historia con el primer lanzamiento espacial de su empresa SpaceX.
Ocurrió el sábado pasado. La cápsula espacial Crew Dragon despegaba desde Cabo Cañaveral (Florida) y llegaba sin contratiempos hasta la Estación Espacial Internacional (IEE) con dos pasajeros a bordo: los astronautas Doug Hurley y Bob Behnken. Era la primera vez que un equipo de astronautas de la NASA llegaba a la IEE en una nave proporcionada por una empresa privada, así que este sábado se abría la era de los viajes espaciales comerciales. A Musk ahora solo le falta rodar una película en el espacio, pero tranquilos, eso ya lo tiene en mente. Y con Tom Cruise como protagonista.
Pero aunque cualquier mínimo detalle de esta historia es ya de por sí épico, algunos solo se fijaron (y mucho) en los trajes que llevaban Hurley y Behnken durante el lanzamiento: minimalistas, de líneas simples, aspecto retro y aparentemente ligeros. O sea, parecían salidos de una de las película de ciencia ficción que tanto le gustan a Elon Musk.
Pues algo de razón hay en ello. El diseñador detrás de los uniformes es José Fernández, creador habitual de vestuario para películas. Nacido en Miami hace 55 años, Fernández comenzó su carrera realizando esculturas para la mítica película ‘Gremlins’ (1989). Después, a través de su compañía, Ironhead Studio, ha vestido a todo un universo de superhéroes de Marvel y DC, como Batman, Thor, Spiderman… Y también es el responsable de la estética de Daft Punk, el dúo de música electrónica que no sale de casa sin su casco futurista.
José Fernández ha asegurado en una entrevista que, cuando le encargaron el proyecto, pensaba que SpaceX era una película, no la compañía de Musk.
Los uniformes diseñados para SpaceX pesan un 40% menos que los trajes espaciales convencionales, los naranjas de toda la vida, y protegen a los astronautas de una posible despresurización a bordo. También pueden conectarse con todos los sistemas de la nave a través de un conector en el muslo. Y, además, son bonitos.
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