Irene Montero participa hoy en su segundo debate en tan sólo una semana. La número dos de Podemos, muy activa en la campaña tras haber dado a luz a su hija Aitana a principios de agosto, no tardó mucho en empezar a transmitir a su recién nacida el activismo por un mundo mejor. A finales de septiembre, Pablo Iglesias y Montero se turnaron para llevar a Aitana durante la marcha contra el cambio climático. Y a Montero la hemos visto en la última semana en un encuentro feminista con colectivos sociales, el mitín de apertura de la campaña y el debate a siete del pasado viernes. "Lo lleva en la sangre", nos cuentan desde el entorno del partido: el diálogo, el debate y la discusión política, son parte de las pasiones de Montero, así como de su educación y de sus orígenes.
Y también una constante dentro de la ajetreada vida personal que ha llevado cuando decidió dar el salto al partido morado desde la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en 2014. En estos cinco años, Montero ha emprendido una relación y una familia con Pablo Iglesias de la que su hija Aitana es el último miembro. Sus mellizos, Leo y Manuel, nacieron en julio del año pasado. Y un mes antes de esos nacimientos, Montero tenía que afrontar el golpe de la muerte de su padre, Clemente Montero, por un cáncer de pulmón -como recordaba Iglesias en el debate del lunes. Y al que Irene Montero sigue teniendo muy presente.
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Clemente Montero era la encarnación de la clase trabajadora: nacido en Ávila, empezó la carrera de Medicina aunque trabajó toda su vida como mozo de mudanzas. La madre de Irene Montero, Adoración Gil, es educadora infantil. Y ambos tomaron una decisión que marcaría la vida de la política: unirse a la cooperativa del colegio Siglo XXI, el centro de Moratalaz donde Irene volvió hace tres años a recordar todo lo aprendido y conversar con los alumnos actuales.
El Siglo, como explicaba Manuel Jabois hace un par de años, es un colegio laico, cooperativista, de raíces trabajadoras, y que recogía en el recién nacido barrio de Moratalaz hace medio siglo las raíces de la pedagogía del francés Célestin Freinet. Freinet diseñó durante las primeras décadas del siglo XX varios modelos de escuela de ideas colectivistas y proletarias. Donde la ética del trabajo, la democracia interna asamblearía y la planificación colectiva (de publicaciones, bibliotecas, talleres y huertos) se daban la mano en un modelo educativo forjado a partir de ideas del materialismo dialéctico marxista-hegeliano. Y que ponía especial énfasis, aparte de en la experimentación y la observación, en la importancia de la comunicación y génesis de ideas y textos (una de sus obsesiones, que partía de la imprenta y se extendía a bibliotecas autogestionadas y correspondencias).
El cruce entre familia obrera y educación asamblearia lleva al orgullo con el que Montero resume su currículo oficial como diputada. La portavoz política más joven de esta democracia resalta con igual relevancia su formación reglada (licenciada en Psicología, con máster en Psicología de la Educación, y una tesis doctoral aparcada en varias ocasiones), que también influyó en su trayectoria política -pudo conocer Chile de primera mano a finales de la pasada década gracias a las becas, que le permitió tener una visión de primera mano de los movimientos sociales de América Latina-… Con la importancia que le da a la trayectoria activista que la condujo hasta Podemos tras la explosión: "Desde los 16 años participa en diferentes movimientos populares. Aprendiz de la lucha por el derecho a la vivienda".
Un reconocimiento que también se traduce en la vehemencia con la que se desarrolla su dialéctica política. Un ímpetu bregado desde sus inicios, en el que la defensa de las ideas en las que cree la lleva a enfrentamientos memorables como el que mantuvo con la candidata popular Cayetana Álvarez de Toledo (a su partido lo representa hoy Ana Pastor) en el debate de las pasadas elecciones.
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