Harry, Meghan y las patatas

Dos días después de que Harry y Meghan, los exiliados de la corona británica, hablaran con Oprah, más ella que él, y pusieran de acuerdo a todo un país, el de él, contra ellos, la reina Isabel habló. Lo hizo en un escueto comunicado de Buckingham en el que confesaba estar, con estas palabras, preocupada y entristecida con su nieto y su esposa. Cada cual que interprete, pero que no olvide que tiene 94 años y casi 70 de corona. Lo peor de vivir tantos años, para la reina, supongo, no es el riesgo de sobrevivir a su familia, sino tener que aguantarla.

Harry y Meghan hablaron en una entrevista en la que dijeron que los Windsor son racistas. Precisamente Harry, el principito que se disfrazaba de nazi… A día siguiente la charla fue recogida por los tabloides británicos con titulares que chillaban “¿Pero qué han hecho?” y que hablaban de la peor crisis de la familia en nueve décadas desde que Eduardo VIII dejó el trono para irse con su querida Wallis Simpson. Las crisis más fuertes, nos sucede a todos, siempre parecen las actuales. Aquellas que nos sacuden en ese momento porque no recordamos bien, entre la neblina con la que cubre el tiempo los recuerdos y la anestesia que inyecta a las emociones, cómo lo hicieron las anteriores. La casa real inglesa ya pasó sus grandes crisis, en 1992, sobre todo, cuando se divorciaron los príncipes Andrés y Ana y se supo que Carlos y Diana, la pareja feliz, no eran ni pareja ni felices. Y la volvió a pasar en 1997 cuando murió ella y comenzaron las teorías de las conspiración de su muerte.

Esta crisis, en medio de otra crisis, habrá pillado a la pobre Isabel con las fuerzas y la paciencia ya justas y al resto de la familia con poca flema tras las mascarillas. En el único palacio que gustaría la confesión sería, seguramente, en Zarzuela, donde Felipe y Letizia cambiarían por una tarde los lexatines por las palomitas. Después de las declaraciones de la renta de su padre, escucharían a Harry y Meghan con la esperanza de que sus súbditos también lo hagan y piensen que en todas las casas reales cuecen habas. Lo malo es que recuerden también esa frase célebre que dice que los nobles son como las patatas porque todo lo bueno lo tienen bajo tierra.

David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘El traficante’. Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.

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