Lleva más de medio siglo siendo un referente feminista, conviviendo con una percepción de icono que da lugar a situaciones difícilmente asumibles. Cuando llega Halloween, madres orgullosas le envían fotos de sus hijas vestidas como ella en los 70: gafas enormes, melena enarcando el rostro, con las mechas rubias inspiradas por Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. Actrices como Rose Byrne, que la interpretó este año en la serie Mrs. América, y Julianne Moore y Alicia Vikander, protagonistas en diferentes edades de The Glorias (en cartel) quieren parecérsele. Todas, niñas y estrellas de Hollywood, con el puño en alto, cogiendo el testigo de un movimiento que ella y otras tantas mujeres impulsaron.
Quizá por eso, cuando se tiene delante a la escritora, periodista y activista Gloria Steinem (Toledo, Ohio, 1934) choca el poco empeño que pone en mantener esa imagen. Sí, es ella sin duda, con un aspecto envidiable para cualquier edad, con el peso de la experiencia y la autoridad de quien no necesita ejercerla. Sin embargo, lo que llama la atención es cómo mira, entre serena, divertida y curiosa, a través de videoconferencia. “¡Esto es un milagro transatlántico!”, exclama asomándose a la pantalla. Aunque su hogar está en Nueva York, detrás de ella se puede ver una gran extensión de terreno en una mañana soleada. Desde el estallido de la pandemia, se encuentra al norte de Santa Bárbara, California, en el rancho de una buena amiga. “Soy población de riesgo y aquí se dan las condiciones para que pueda pasear y estar al aire libre”, aclara.
MUJERHOY. ¿A qué ha dedicado estos últimos meses?
GLORIA STEINEM. Aunque sigo implicada y colaboro con algunas organizaciones, lo que quiero es dedicarme a lo que me ha convertido en lo que soy: escribir. Mi editor también es lo que prefiere, lleva tiempo esperando a que cumpla un plazo acordado con él.
¿Sobre qué está escribiendo?
Son dos libros y el primero lo estoy escribiendo con dos amigas, que van a ser mis co-autoras. Trata sobre las mujeres negras que formaron parte del movimiento feminista en los años 60, 70 y más adelante. La historia está incompleta. Empezamos a entenderla ahora, porque vemos los resultados de las elecciones y comprobamos que el 96% de las mujeres negras votaron por Joe Biden. No recuerdo la cifra exacta, pero en cambio solo cerca del 50% de las mujeres blancas lo hicieron. No encaja con la narrativa de la historia del movimiento a partir de los años 70.
Estados Unidos vive ahora un momento histórico, con la llegada por primera vez a la vicepresidencia de una mujer, Kamala Harris.
Significa muchísimo, porque es la primera vez que un ser humano femenino entra en la Casa Blanca. También es una mujer de color y alguien que realmente representa a la mayoría de las mujeres. Hemos tenido que esperar demasiado tiempo… Vimos a muchas mujeres llorando de emoción mientras daba su primer discurso tras la victoria, y es porque tiene un enorme significado.
Seguramente sea un fenómeno global, pero en España se habla de diferentes feminismos y cada una se arroga una mayor legitimidad.
Lo que dice el feminismo es que todas las mujeres son seres humanos completos. Y luego, hay mujeres con ocupaciones y necesidades muy diferentes, evidentemente. Por supuesto que hay diversidad y tiene que haberla.
Algunos mensajes feministas los enarbolan ahora incluso los grandes poderes económicos. ¿El capitalismo se apropia de todo?
Claro que la concentración de poder económico en manos de unos pocos es un problema enorme. Como es difícil atajarlo con éxito desde arriba, tratamos de hacerlo desde abajo. También lo haríamos desde arriba si pudiéramos. Solo conquistar la igualdad salarial ya sería un paso enorme en términos de redistribución de la riqueza. Y desde luego, también hay que reducir la concentración del poder corporativo, aunque eso es mucho más complicado, sobre todo cuando tiene que ver con el control de los recursos naturales.
A mí también me gustaría que tuviésemos una ministra de Igualdad en Estados Unidos”.
En su discurso más célebre dijo: “Esto no es una reforma, esto es una revolución”. ¿Se ha producido ya?
Lo empezaremos a saber cuando los hombres se dediquen a criar a los niños pequeños tanto como las mujeres. La familia es la unidad básica de la sociedad y mientras no sea democrática es poco probable que exista una democracia a un nivel mayor. Está cambiando, pero probablemente no lo suficiente. Es como cuando decimos: “Si los hombres pueden comer, también pueden cocinar”. Si pueden tener hijos, también deben cuidar de ellos a partes iguales.
Aquella intervención, en la que sentaba las bases de la reivindicación del feminismo de segunda ola, cumplirá 40 años en julio de 2021. ¿Qué objetivos cree que se han cumplido?
Si miras a nuestro Congreso, a los miembros electos que lo componen, aún no reflejan la realidad de nuestro país. Todavía hay que cuestionar ese proceso democrático. Es cierto que ahora se parecen un poco más al país. Incluso la Casa Blanca se parece un poco más con Kamala allí. Pero es un proceso que lleva tiempo. No es un resultado instantáneo.
En España existe por segunda vez en nuestra historia un Ministerio de Igualdad. Es algo muy controvertido y muchos políticos dicen que es un organismo sin sentido. ¿Cree que todavía es necesaria una figura así?
No puede carecer de sentido, porque a mí también me gustaría que tuviésemos una ministra de igualdad. El mismo hecho de que exista me parece interesante, preciado y una declaración de intenciones en sí misma.
Usted tuvo el coraje de hablar de su aborto en un momento en el que era un tema tabú.
Nunca me he arrepentido de contarlo. Los grupos antiabortistas han utilizado eso contra mí, y algunas veces me han hecho escraches en conferencias, con carteles en los que me llamaban “asesina de bebés” y cosas así… Pero sigo pensando que es muy importante que quienes estamos en el ojo público seamos honestos sobre este tipo de cosas. La realidad es que a una de cada tres mujeres en EE.UU. se les practica un aborto. Es más frecuente de lo que parece. La forma de combatirlo es a través de la educación sexual y los métodos anticonceptivos, no avergonzando a aquellas mujeres que lo han vivido.
¿Sabe ya por qué quiso convertirse en periodista?
Siempre estaba leyendo. Aunque no iba al colegio, estaba obsesionada con la lectura. Mi idea de leer un libro era empezar y no parar hasta terminarlo. A veces, me quedaba despierta toda la noche hasta que lo acababa. No pensaba en escribir de forma profesional porque no tenía ni idea de que pudieras ganarte la vida con eso. No conocía a ninguna mujer que lo hiciera. Más tarde, supe que mi madre había sido periodista y cuánto había significado para ella, porque en aquella época muy pocas mujeres ejercían la profesión. Lo dejó al nacer mi hermana mayor. Quizá yo absorbí esa aspiración, pero desde luego no era consciente.
Le he leído que, de alguna manera, construyó una imagen para presentarse a sí misma: las gafas, la melena, una estética entre hippie y pantera negra ¿Cuándo decidió que ya no necesitaba utilizar ese disfraz para ser usted misma?
Bueno, nunca pensé que eso fuera un disfraz, era el look que me gustaba. Pensaba que era yo misma…
Pero sí ha dicho que era una especie de escudo.
Quizá por el pelo y las gafas, pero no es como si las llevara por esa razón. Eran algo natural para mí. Eran gafas de prescripción médica. ¡Las necesitaba para ver! Y sigo necesitándolas, aunque ahora no las lleve puestas. Las tengo aquí mismo, unas con las lentes más oscuras y otras que son azules. Conservo las mismas gafas de siempre.
¿Nunca le han tentado para ceder su imagen a una marca de gafas?
Nunca promocionaría una marca comercial, no puedo hacer eso. Da igual cuál sea el producto. No creo que las activistas deban aceptar ese tipo de ofertas.
En 2020, usted y su lucha han inspirado la serie Mrs. America (HBO), que creo que no le ha gustado demasiado, y la película The Glorias, basada en su libro Mi vida en la carretera (Alpha Decay, 2016). ¿Se siente cómoda al verse representada en la pantalla?
Odio Mrs. America. Eleanor Smeal y yo escribimos una carta abierta en Los Angeles Times sobre la serie. En cierta forma, me alegra que presente al gran público a algunas personas que, quizá de otra manera no serían conocidas. Pero creo que, en general, esa serie no ayuda en nada. Sin embargo, la película es una creación original de Julie Taymor. Hace algunos años, ella me preguntó si podía pujar por los derechos de Mi vida en la carretera. Y yo le dije algo que no puedo imaginarme diciéndole a nadie más: “Claro, haz lo que quieras con mi libro”. Había visto sus películas y confiaba en que haría un buen trabajo. No sabía cómo iba a hacerlo, porque el libro abarca siete décadas y dos continentes, pero de alguna manera se las ingenió para lograrlo.
Algo que me resulta fascinante de usted es su pasión por el claqué…
¿Eres tú también un bailarín de claqué en la intimidad?
Ojalá, pero no. ¿Baila como el que medita?
No, no elevaría mi claqué a la categoría de meditación. Simplemente, es divertido.
“Ginger Rogers hizo lo mismo que Fred Astaire, solo que hacia atrás y con tacones”. ¿A cuál de los dos habría preferido como pareja?
Todavía me siento más próxima a Ginger Rogers que a Fred Astaire. Es así…
La vida ahora está en la web. Me preocupa que haya mujeres sin acceso a un ordenador”.
Se hablaba de ella como alguien difícil, frente a él, a quien se presentaba siempre de forma muy favorable.
La verdad es que no estoy al tanto de eso. Solo pienso en cómo bailaban.
Aunque ha tenido que enfrentarse a muchas situaciones estresantes, no es fácil encontrar un momento en el que perdiera los nervios. ¿Cómo es capaz de mantener esa calma?
Creo que tiene que ver con la forma de ser del Medio Oeste. No decimos hasta el miércoles que el lunes estábamos enfadados. También tiene que ver con el hecho de ser una mujer. No sé cuál es tu experiencia, pero cuando yo me enfado mucho, lloro. Así es muy difícil hablar. No soy capaz de expresarlo de manera espontánea y normalmente me callo.
En los años 60 y 70, el activismo conllevaba un gran riesgo personal, seguía presente la violencia sufrida por líderes de todo tipo de movimientos ¿Tuvo miedo alguna vez?
Generalmente, la seguridad que sentía tenía que ver con que estaba siempre rodeada de mucha gente en las manifestaciones. Además, siempre había unas cuantas personas hablando desde el escenario. El coraje y la sensación de seguridad venían de estar físicamente juntos.
Como parte de la redacción de una revista, teniendo en cuenta que usted fundó Ms., motor de cambio y fuente de inspiración para muchas periodistas, me pregunto qué haría ahora si quisiera poner en marcha una plataforma feminista. ¿Fundaría una publicación o escogería otro tipo de medio?
Sería, obviamente, un proyecto mucho más multimedia. La vida ahora está en la web. Pero me preocupa que haya mucha gente en el mundo, especialmente mujeres, que no tienen acceso a un ordenador. Si echas un vistazo a los mapas de acceso a Internet, hay grandes áreas del mundo que no están conectadas. Mi mayor deseo es que hubiera un sistema de comunicación global más universal.
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