Jamás nos hemos preocupado tanto por el estado de forma de nuestro sistema inmunitario: todo lo que podamos hacer para blindarnos ante un ataque vírico nos parece poco. Pero nos conviene también saber que este muro de defensas tiene su gemelo en el plano emocional.
“El sistema inmunológico emocional crea un escudo que favorece el sustrato químico del organismo –explica Meritxell Margarit, terapeuta y directora de la Fundación Rovira–. Su estado óptimo es el optimismo, pero no como capricho anímico, sino porque activa la fabricación de ciertas hormonas, el llamado cuarteto de la felicidad: endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina”.
¿Cómo podemos gestionar emociones como la tristeza, el miedo o la incertidumbre con la inteligencia del enfoque positivo?
1. REDUCIR LA INTENSIDAD EMOCIONAL. Al sobrevenir las emociones negativas, hay que evitar una escalada. Respirar larga y profundamente permite regular su intensidad. Prueba la respiración pranayama, los ejercicios respiratorios del yoga que conducen a la concentración.
2. APRENDER A OBSERVARNOS. No debemos reprimir ni tratar de evitar la emoción, por desagradable que resulte. Pero en vez de dejar que nos embargue, juzgarla o rechazarla, podemos aprender a observarla. Dedicarle atención desde cierta distancia mental y ver qué nos dice.
3. ENTRENAR LA MIRADA POSITIVA. Probemos a disciplinar la mente para el optimismo como ejercitamos el cuerpo para estar en forma. Se trata de sonreír frecuentemente, relacionarnos desde el buen humor, favorecer la risa, optar por los aspectos positivos de las situaciones complicadas, desdramatizar, agradecer y sentirse agradecido…
4. EVITAR EL EFECTO CONTAGIO. Gracias a las neuronas espejo, los estados emocionales se contagian. Un sistema emocional fuerte resiste ese efecto nocivo de la empatía, pero aún así compensa una estrategia de evitación. Huye de la negatividad, la crítica constante, el estrés, el pesimismo y el desgaste de las luchas por el poder. Busca la creatividad, la vitalidad y el sentido del humor.
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