Fernand Fonssagrives y Noé Sendas, dos artistas llenos de paralelismos

Durante los años 40, el francés Fernand Fonssagrives era el fotógrafo mejor pagado de Nueva York. En sus imágenes –casi abstractas, casi surrealistas–, la luz jugaba con la piel femenina y trazaba sobre ella formas geométricas. Obsesionado por la composición y los claroscuros, su estilo minimalista y ligeramente perturbador conquistó a las cabeceras de moda. El joven Fernand había querido ser bailarín y, solo cuando un accidente truncó aquel camino, se encontró con la fotografía: su esposa, Lisa Fonssagrives –que tampoco llegaría a ser bailarina, y sí a modelo y musa de su segundo marido, Irving Penn– le regaló una cámara para que se entretuviera en la convalecencia.

70 años después, Fonssagrives cuenta con un discípulo aventajado: el belga Noé Sendas, heredero de su sensibilidad geométrica y de sus referentes artísticos (Man Ray, Dora Maar, John Stezaker). Sendas añade al juego de luces y sombras un componente narrativo –lleno de homenajes musicales cinéfilos y literarios–, que convierte cada una de sus fotografías en un pequeño enigma sin respuesta.

La galerie Miranda de París expone la obra de ambos fotógrafos hasta el 4 de enero de 2020 en la muestra Corps formels [Cuerpos formales], un juego de espejos en el que el clásico Fonssagrives y el vintage Sendas, dueño cada uno de un universo propio, establecen un diálogo visual lleno de puntos en común.

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