Cada minuto un terremoto agita el mundo; nuestro corazón bombea 70 veces; el ascensor del Empire State sube hasta el piso 86; nosotros subimos 270.000 fotos a Facebook y la tierra se desplaza casi 2.000 kilómetros alrededor del sol. En un minuto se puede uno enamorar con una mirada, dos palabras o un gesto; odias al conductor de delante y a todo su libro de familia a partes iguales; tu pareja se queda sin ropa delante de una pareja que no eres tú; tiran tu currículum a una papelera después de decirte ya te llamaremos; un presidente de los Estados Unidos mancha un vestido azul y bombardea un país; o en España se pasa en el Congreso de votar a un presidente a temer a un guardia civil.
En un minuto, menos incluso, Pedro Sánchez mantuvo su primer encuentro con Joe Biden. Fue apenas un pasillo caminado juntos. Pero al presidente español no le importó la fugacidad. Tuvo tiempo para hablar de la necesidad de reforzar los latos militares, de América Latina y la crisis migratoria y de cómo Biden le inspira. Todo eso en menos de un minuto de “conversación por separado”, como la llamaron desde Moncloa y la Casa Blanca. Pero hablar de todo eso en menos de un minuto, si se hace, no es una conversación, sino un monólogo. A Biden, quizá, no le pilló desprevenido. En menos de un minuto otro Pedro recitó el santoral en los Oscar.
El éxito de Pedro Sánchez, sin embargo, fue su fracaso. Salió como estaba pactado, salvo por el tiempo. No sabían en Moncloa que la conversación, que captarían las cámaras, sería tan efímera. Pero se quedan con esa foto de ambos juntos, como si fuera una foto y no un vídeo. Si fuese sólo la foto, o incluso si no existiera el vídeo, otra historia contarían. Pedro Sánchez podría inventarse el encuentro, alargarlo, describir incluso cómo presionó a Biden o cómo éste terminó confesándole que el gobierno español le inspira a él. Hay citas y encuentros que salen mal, noches espantosas que si, después se narran bien y se van adornando más cada vez que se cuentan, terminan siendo noches de éxito. La chica sólo sonrió de lejos, pero después de tanto repetirlo y engordarlo acaba convertida en el relato en una noche de sexo, o amor, o ambos, desenfrenado. De las mejores de nuestra vida. Apenas importa ya, tiempo después, que no sucediera así, que no fuera verdad. Ya lo es en el relato y sus consecuencias y poco a poco también en nuestra memoria.
David López Canales es periodista freelance colaborador de Vanity Fair y autor del libro ‘Un tablao en otro mundo’ (Alianza). Puedes seguir sus historias en su Instagram y en su Twitter.
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