Cuando salió a la luz que Mary-Kate Olsen y Olivier Sarkozy habían iniciado su proceso de divorcio, ya se intuía que el punto y final no iba a transcurrir por un sendero de son de paz. Sobre todo, porque las intenciones de él pasaban por echar a esta de casa en medio de una situación tan delicada como la que ha dibujado la pandemia.
La actriz y empresaria, que pidió que se retrasara esa salida del que había sido el domicilio conyugal hasta el 31 de este mes, fue quien presentó los papeles para la disolución del matrimonio a mitad de mayo. Unos papeles que debían estar convenientemente sellados para que el proceso diese comienzo.
El problema es que los procesos han cambiado por culpa de la crisis sanitaria. De tal modo que, tal y como recoge el diario estadounidense ‘The Post’ tras consultar fuentes legales, estos se depositaron el 14 de mayo sin sellar y entraron en un sistema electrónico que debeía haberlo hecho de manera automática… pero no lo hizo. Un obstáculo administrativo que supone un nuevo revés para Mary-Kate, que ahora debe estarse felicitando de firmar ese acuerdo prenupcial para salvaguardar su patrimonio.
El entorno de Olsen sostiene que la decisión de forzar este divorcio exprés solicitado por parte e ella, a quien describen como una mujer fuerte, viene empujado, precisamente, por la disolución del contrato de alquiler del apartamento compartido de que quería echarla. Que ella no ha querido nunca tomar una actitud beligerante, pero que no le ha quedado más remedio, por su propio bien.
Esas fuentes, consultadas por el propio ‘The Post’, sostienen que Mary-Kate está bien y fuerte, pero insisten en señalar a Olivier como causante de un clima de tensión que podrían haberse evitado, máxime después de haber compartido su vida durante una década. «Ella nunca habría decidido terminar un matrimonio y mudarse durante una pandemia«, aseguran al mencionado medio.
La pareja, que siempre ha estado envuelta por un halo de misterio, se casó en noviembre de 2015 en una ceremonia secreta celebrada en el neoyorkino barrio de Manhattan ante tan solo 50 invitados. Si en aquella ocasión consiguieron pasar desapercibidos, el punto y final de su historia de amor promete situarse en las antípodas mediáticas.
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