El caso de Clare Boothe Luce o por qué no sale a cuenta retener a un marido infiel

Clare no tenía tiempo. Como hija de madre soltera en el Nueva York pobre, partió en todo con desventaja y por eso aprendió a ahorrarlo. Querían que fuera actriz, pero ella optó por una ruta más complicada: en los años veinte aún había hueco en escenas ypantallas para una chica bonita, no tanto en la sala de los guionistas. Trabajó duro y se estrenó como autora en Broadway, fue firma estrella en Vogue y antes de cumplir los 30 era directora editorial de Vanity Fair.

Que se deja de ser pobre pero no mujer lo aprendió gracias a una decepción inesperada: cuando su marido, Henry Luce, compró la revista Life y juntos la cambiaron hasta convertirla en un referente mundial, pero él se negó a darle un puesto porque su equipo no quería una mujer al mando. Si hubo gritos en el loft de lujo de las torres Waldorf donde vivían, no hay registro. De lo que sí hay constancia es de lo que hizo Clare: volver al teatro y montar The Women, obra que tuvo el primer reparto íntegramente femenino de Broadway.

Para crearla, no aceptó ni un centavo de su esposo, sí de uno de sus examantes, el financiero Bernard Baruch. A las tablas, subió toda la sarta de cotilleos e insatisfacciones que conocía de esposas de hombres poderosos, carentes de calor, para quienes el colmo de la seducción era ligar con su secretaria. Esto escuchó el público de Nueva York nada más levantarse el telón: “Le dije a Howard: ‘¿Qué esperas que haga? ¿Quedarme en casa todo el día zurciendo tus cal- cetines? ¿Para qué pagamos al servicio?”. Los señores, dicen las crónicas, se incomodaron en sus butacas mientras sus señoras aplaudían con fervor. Y Clare reventó la taquilla con una pieza que George Cukor convertiría en película con Joan Crawford de protagonista.

“Amar a un igual es cosa de hombres y mujeres grandes”

El mismo ímpetu puso para ser embajadora en Italia, siendo la primera estadounidense en lograr un cargo así. Y cuando le tocó renovarlo, volvió a dar un paso al lado al ver que su insistencia ponía en peligro —por la presión de sus rivales— la carrera política del presidente Dwight Eisenhower. Solo hubo un capítulo de su vida en el que la talentosa Boothe gastó su valioso tiempo: cuando su esposoquiso dejarla para casarse con la joven aristócrata Jeanne Campbell y Clare intentó suicidarse en dos ocasiones. A pesar de sus logros —también fue congresista del Partido Republicano—, muchos la recuerdan por ese episodio, que resolvió con un gesto que la describe: enviando un telegrama a la chica en el que le daba permiso para casarse con Henry.

Eso nunca pasó, pero los esfuerzos que dedicó a retener a su pareja le pesaron siempre a Clare. “Amar a un igual es cosa de hombres y mujeres grandes”, le confesó, ya mayor, viuda y con tiempo, a la feminista Gloria Steinem. La frase, casi sentencia, era un reproche: a Henry, pero también a sí misma.

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