Cuando el #Metoo adelantó a ‘Transparent’ por la derecha

En el primer episodio de Transparent, Mort —Jeffrey Tambor— reúne a sus hijos, Sarah —Amy Landecker—, Josh —Jay Duplass— y Ali —Gaby Hoffmann—, para cenar. Tiene algo que contarles. Mientras comen unas costillas pringosas —tanto, que Sarah acaba por limpiarle la cara manchada de salsa barbacoa a su padre—, Mort les dice que quiere dejar su casa. Pero esto es una excusa, no se ha atrevido a confesar la verdad: que ya no es Mort, es Maura.

Tres años antes del estreno de la serie, una mañana de domingo de 2011, Jill Soloway, la creadora de Transparent, recibió una llamada de Harry, su padre: “Jilly, ¿estás sentada?”. Harry ahora era Carrie. Y en ese instante, según escribió Soloway en su libro She Wants It, supo que tendría que hacer algo con todo eso. La primera vez que Soloway vio a Carrie comieron costillas. Durante la cena, Jill y su hermana Faith le limpiaron salsa barbacoa de la cara a Carrie. La noche anterior, Jill había empezado a escribir el piloto de Transparent.

En 2014, Soloway, que había escrito para series como A dos metros bajo tierra y United States of Tara, intentó vendérsela a los principales operadores televisivos con perfil adulto, pero ninguno la quiso. El único que tuvo un argumento para rechazarla fue Fx: años antes habían comprado a Ryan Murphy el piloto de Pretty/Handsome, una serie protagonizada por Joseph Fiennes que nunca llegó a producirse y que también iba a contar la historia de la transición de una mujer trans. Ahora no querían enfadar al creador de Glee adquiriendo una serie de la misma temática.

Sin embargo, Amazon, que empezaba a producir ficción, se arriesgó. Y ganó. Transparent se convirtió en la tercera serie de la plataforma y en la primera en recibir premios —ganó cinco Emmys con su primera temporada, entre ellos uno para Tambor— y en tener una extraordinaria repercusión crítica. No era para menos. No solo era pionera en su temática —habíamos visto personajes trans en series como Dirty sexy money o Nip/tuck, pero no como protagonistas—, también contaba con un gran talento en la escritura, en la dirección y en la interpretación.

Transparent ha dotado de cotidianidad y emoción a cualquier situación por insólita que fuera. Soloway ha logrado que nos enamoremos de unos personajes que van de lo excéntrico —esa Shelly interpretada por Judith Light cantando Hand in My Pocket— a lo hipster trasnochado, del feminismo peor entendido —Man on the Land— al egoísmo más ramplón. Todo contado con ternura y con ambivalencia, sin dogmas, pero desde dentro, en familia.

Pero si la serie empezó con la mancha de salsa barbacoa, ha terminado por culpa de otra que no se limpia con una servilleta. Transparent sobrevivió a las críticas al hecho de que un hombre cis interpretara a una mujer trans, algo que no se cuestionaba cuando nació la serie, pero no superó el #MeToo: Tambor fue acusado de acoso por su asistente y por la actriz Trace Lysette, ambas trans. Soloway explica en su libro sus propias contradicciones a este respecto: un día estaba en una reunión del Time’s Up tratando que se hicieran públicos los acuerdos de confidencialidad que durante años han protegido a los acosadores poderosos en Hollywood y al día siguiente le estaba preguntando a una de las acosadas por Tambor si había manera de que el asunto no trascendiera a los medios.

Finalmente, tras una investigación por parte de Amazon, la plataforma decidió prescindir del actor. Y la quinta temporada se ha visto reducida a un único capítulo, musical —que se puede ver a partir de hoy 28 de septiembre en Movistar+ y en Amazon—, una fantasía que ya existía en la cabeza de Jill y de su hermana Faith, que es compositora.

La fábula de Transparent es la de una serie que corrió más rápido que el mundo en el que nació para que al final este último terminara adelantándola por la derecha. Pero si somos justos, su legado trascenderá una coyuntura que también ha contribuido a cambiar.

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