Club de Lectura Glamour, día 4: el libro MÁS divertido que he leído jamás sobre familia y animales

En mi escena favorita de Hannah y sus hermanas un deprimido Woody Allen se adentra en una sala de cine sin saber qué película se proyectará. En la patalla aparecen entonces los Hermanos Marx golpeando con unas baquetas las cabezas de un nutrido grupo de soldados alemanes como si estuvieran tocando un xilófono. La voz en off del director neoyorquino afirma en ese preciso instante que por cosas así merece la pena vivir. Ni por el amor, ni por el éxito, ni por la gloria, ni por la fama. Los Hermanos Marx simulando que tocan el xilófono sobre los cascos de unos militares. Y ya está.

© Fotografías: GettyImages y cortesía de Fnac/ Ilustración: Mar Lorenzo.

El libro de hoy es otro de esos poderosos placeres. Un delirio de 400 páginas sobre una familia un poco particular que aterriza en Corfú para habitar una romántica y destartalada mansión durante una temporada. Los Durrell –quizá te suene el nombre. Hace no mucho aterrizó una serie sobre ellos en una conocida plataforma de pago– son muchos y todos adoran los animales; y como buenos amantes de los animales que son, en su casa no solo hay perros y gatos por todas partes sino pavos, mígalas, reyezuelos, típulas, camachuelos y otras extrañas especies que los niños de la familia se encuentran en sus expediciones o en el jardín de casa, luego adoptan y por supuesto bautizan con ingeniosos nombres. Es fácil adivinar por qué este libro garantiza evasión y diversión a partes iguales, pero nada de lo que diga se acerca a las desternillantes escenas que esconden sus páginas.

Portada del libro «Mi familia y otros animales».© Cortesía de Casa del Libro.

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Lo mejor: mamá Durrell, sin ninguna duda. Una mujer que se maneja entre críos asalvajados y animales rarísimos con una naturalidad, un saber estar y un sentido común un tanto particulares. Todos piden su consejo en situaciones que ni el mayor genio de la estrategia militar sabría resolver, mientras ella permanece sentada en el jardín observando a los perros pelearse o a los niños jugar con una araña gigante sin inmutarse, como si la cosa no fuera con ella y tampoco hubiera razones de peso para alarmarse. Es un poco hierbas, desde luego, y sirve de catalizador de algunos de los mejores pasajes de la novela que, de hecho, está dedicada a ella –la madre del autor en la vida real. Gran parte de la historia está inspirada en su propia familia–.

En las páginas finales de la edición de Alianza Editorial hay un glosario fantástico de todas las especies citadas en el texto. Un pequeño guiño para los lectores que sientan tanta pasión por la naturaleza como la familia protagonista.

Lo peor: cuando se finaliza su lectura se siente una extraña nostalgia. Da igual que uno haya crecido en la ciudad, que su familia sea poco numerosa y que no haya tenido una mascota en casa más allá de tortugas o peces; de repente se encuentra echando de menos a los siete hermanos que nunca ha tenido, a la caótica mansión que jamás ha habitado y a todos los animales que ni siquiera ha visto en fotografía.

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