Benjamin Button y la sexta gran extinción

En El curioso caso de Benjamin Button, David Fincher nos contaba la historia de un hombre que nacía envejecido, siendo un bebé anciano, más con pinta de dátil que de niño, del que su padre renegaba y al que abandonaba, y que iba haciéndose joven según crecía y después envejecía, el ciclo de la vida, pero él seguía rejuveneciendo físicamente hasta morir viejo pero siendo niño, con aire y grima de torero precoz. En vez de hacerse más alto, grande y arrugado fue haciéndose más pequeño y terso hasta extinguirse. Algo así, como el caso de Button, sucede hoy en el mundo animal, donde los científicos están detectando que cada vez son más pequeñas todas las especies.

Vivimos la época de la sexta gran extinción. Ya hubo cinco, pura lógica matemática, antes. Como la de los dinosaurios y el meteorito. Pero esta sexta es la gran ola. El ritmo de desaparición de especies es 100 veces mayor desde el siglo XX. Por el cambio climático, por la pesca salvaje, por la deforestación, por la caza furtiva… En fin, por nosotros, que nos hemos convertido en meteorito de la Tierra desde dentro. La mayor amenaza siempre está dentro, no viene de fuera. Como los espíritus de las mansiones en las películas de terror. Como confirma cualquier psicoanalista después de diez sesiones pagadas.

Los científicos no saben aún, aunque lo intuyen, si esa disminución del tamaño de los animales está también provocada por nosotros. La conocida como regla de Bergman establece que cuanto más bajas son las temperaturas, más grandes son los animales endotermos, de sangre caliente. Nosotros estamos entre ellos. La regla de Bergman la confirmaban las películas del destape: las suecas parecían diosas vikingas al lado de Alfredo Landa. A esa regla de Bergman atribuyen algunos la jibarización de la fauna. También a que la naturaleza se esté buscando las vueltas para sobrevivir. Cuanto más grande es un animal, mayor riesgo de desaparecer. Mermando quizá sobrevivan. Aunque, si seguimos complicándoselo, les pasará como a Benjamin Button. Y nosotros, en cambio, cada vez más gordos.

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