Sólo trabajo y actos oficiales. Así resumía una fuente próxima a Begoña Gómez y Pedro Sánchez cuál era el papel que la esposa del ya presidente pretendía representar. Eso era en enero, cuando su esposo tomó posesión del cargo. Con esa declaración de intenciones, Gómez pretendía evitar los actos de partido, incluidos los importantes, en los que había participado anteriormente. Pero cuando el gobierno formado por PSOE y Podemos llevaba un mes y medio en ejercicio, estalló la crisis del coronavirus, y cualquier plan que tuvieran el Ejecutivo, la Moncloa y la ya segunda dama –en España la primera es la reina Letizia– saltó por los aires.
En su intento de quedar en un segundo plano y marcar un estilo propio, la experta en marketing y fundraising también evitó eventos oficiales, algunos tan relevantes en la agenda presidencial como la Pascua Militar. Es una tónica que había comenzado en 2019, cuando su esposo se enfrentó a dos contiendas electorales y ella, que siempre había acudido a apoyarlo consciente de lo que se denominó "el efecto Begoña" dejó de hacerlo. Cuando finalmente ganó, las dos veces que acudió a acompañar a Sánchez fue en la noche electoral del 10 de noviembre y en la toma de posesión como presidente, donde no posó con él y prefirió quedarse acompañando, en privado, a los padres del presidente y los suyos propios. Hubo una tercera aparición en calidad de nueva inquilina de Moncloa, fue en la feria de arte ARCO, pero en aquella ocasión acudió sola.
Última aparición pre-Covid: 8 de marzo
La última vez que Begoña Gómez se dejó ver en un acto público no relacionado con su trabajo, fue en la manifestación feminista del 8 de marzo, algo que le valió duras críticas cuando días se declaró el estado de alarma en España y se supo que había dado positivo en coronavirus. De ese modo, como el resto de españoles, Gómez se recluyó y así ha permanecido hasta hace unas semanas, cuando siguió fuera de la agenda presidencial pero fue aumentando, poco a poco, la suya propia.
Los Sánchez Gómez han vivido una pandemia complicada en casa. El hecho de que la propia Begoña, su padre y su suegra, Margarita Castejón se contagiaran de Covid-19 ha hecho necesaria esa reclusión y salir del todo de la escena pública, pues el panorama ha sido muy complicado para el Gobierno que dirige su marido.
Una persona que conoce su tarea como directora en el Africa Center del Instituto de Empresa asegura a Vanity Fair que Gómez no ha dejado de trabajar en todo este tiempo y que como muchos ciudadanos, lo ha hecho desde su residencia, en Moncloa. Desde allí también ha realizado su tarea como coordinadora del máster que codirige en la Universidad Complutense de Madrid sobre su especialidad: la captación de fondos para ONG. Pero Gómez ha tenido en el confinamiento más trabajo que nunca pues a la coordinación de ese máster ha sumado la de otro de nueva creación en el mismo centro educativo, uno que lleva por nombre "Máster en Transformación Social Competitiva", dirigido a formar nuevos modelos de emprendedor más sostenibles en todos los sentidos. Y es detrás de este nuevo empleo donde está la causa de que Gómez se esté dejando ver más de lo que es habitual.
Vacaciones y trabajo
Desde la desescalada oficial, Gómez no ha retomado su papel en la agenda oficial de Pedro Sánchez. Sí se la ha visto con sus hijas pasando unos días en Almería y con su marido en Lanzarote, donde descansaron en La Mareta, residencia que regaló el rey Hussein a Juan Carlos I y esté cedió a Patrimonio Nacional. Al margen de esa actividad privada en una residencia propiedad del Estado, lo que sí ha hecho Begoña es aumentar su exposición pública en lo concerniente a su trabajo, algo que ya había empezado a hacer antes del coronavirus: por ejemplo, participando en unas jornadas organizadas por La Caixa sobre emprendedores en el ámbito rural.
El cambio no es radical, como algunos medios se empeñan en señalar, sino de matiz. No es que se deje ver mucho más, es que se deja ver dondemás le conviene para seguir reforzando la imagen de mujer independiente y con una vida y una carrera al margen del esposo. Un ejemplo es su aparición el pasado 8 de julio en una charla organizada por el suplemento Retina del diario El País en calidad de experta en transformación de las organizaciones.
Allí se la oyó hablar, algo también inaudito, pues no concede entrevistas y cuando ha comparecido con el presidente no hace declaraciones. Tampoco en los eventos de su puesto de trabajo se prodiga, pues prefiere quedarse en la sombra. En julio, sin embargo, con un aspecto rejuvenecido que ya mostró en la toma de posesión de su marido, un tono de voz y una gesticulación pausadas, Gómez expuso sus ideas con claridad y aplomo. El tema ayudaba: es el mismo que ofrece el nuevo máster que dirige y he ahí otra razón por la que se dejó ver a pesar de haber sido tan reticente a hacerlo en el último año.
Esa tarea de promoción va en el sueldo de una directiva como es ella. Es una manera de "vender" el producto y no hay duda de que ella, aunque suscite críticas y animadversiones, también tiene –además de una solvencia profesional que han ratificado off the record personas que han colaborado con ella– una relevancia que ayuda a que cualquier cosa que diga, haga o "venda" reciban una atención extra.
Tras los pasos de Espinosa y Romero
En cualquier caso, lo que está claro es que tras el confinamiento, Gómez no ha hecho más que matizar y reforzar el papel de pareja que tiene una vida aparte de su marido. Ese rol, que en enero y desde Moncloa vendieron como nuevo, no es tan distinto al que desempeñaron otras "primeras damas" socialistas. Sonsoles Espinosa siempre fue por libre y nunca dejó su trabajo com cantante del coro del Teatro Real. Tampoco Carmen Romero, a quien se le afeaba que en muchas ocasiones no acompañara a su marido, Felipe González a actos oficiales durante su primer mandato, durante el que ella siguió dando clases en el instituto madrileño donde había conseguido plaza en 1978. En un primer momento, Romeropidió una excedencia de tres meses para organizar su nueva vida, pero luego volvió a su rutina, eso sí con una jornada reducida. Después optó por presentarse ella también a unas elecciones y su situación cambió, pero hasta ese momento, su papel, como el de Espinosa y ahora también el de Gómez, fue el de seguir con su profesión y con su vida.
"El problema con los Sánchez Gómez es que primero creyeron que podían copiar a los Obama y cuando se dieron cuenta de que no, dieron un paso atrás que resultó un poco extraño", dice una fuente próxima al PSOE intentando explicar qué pasó hace un año para que Gómez dejara de acompañar a Sánchez. También hay quien, como Mas Castro, experta en imagen digital y responsable de NETetiqueta, cree que lo que ha cambiado es el momento, no Gómez. También sostiene la experta que "el efecto Begoña" sigue funcionando, pero ya no es tan necesario: su maridoha alcanzado la cúspide de su carrera política –Trinidad Jiménez aseguró en una ocasión que el matrimonio corría junto esa carrera– y con Sánchez ya presidente, ella ella puede dedicarse por entero a su propia carrera.
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