Ana de Armas, historia de una conquista

«Con el tiempo, te das cuenta de que lo que pasa en el set no es real. Cuando era jovencita me enamoraba de todos, pero ya no tengo 16 años. Ahora sé que es un trabajo”. Hace tres años, Ana de Armas se sinceraba así con Mujerhoy, en una de las últimas entrevistas en profundidad que concedía a un medio español antes de convertirse en un imparable fenómeno en Hollywood. Con 31 años y muchos más rodajes a sus espaldas, esa tendencia a dejarse llevar por las pasiones dictadas en las páginas de un guion, volvía a materializarse hace unos días en una galería de fotos paseando con Ben Affleck por las calles de La Habana, comiendo en un restaurante, haciéndose selfies con los fans, en una tienda de sombreros o en el control de seguridad de un aeropuerto. Habían terminado de rodar juntos ‘Deep Water’, un thriller de alto voltaje basado en una novela de Patricia Highsmith con estreno previsto para noviembre. La revista People confirmaba la relación citando una fuente próxima y hablando de besos apasionados al pie de un jet privado que las cámaras no captaron. Si su relación se consolida o se queda en un romance pasajero es lo de menos. Lo significativo es que la ha situado en el foco de los paparazzi.

Tras su nominación a los Globos de Oro y a punto de vivir un frenético año de estrenos, una relación de perfil alto con una estrella consagrada era el único ingrediente que faltaba a la historia de aquella chica cubana que siempre quiso ser actriz y soñó con estar exactamente donde se halla ahora.

Pero antes de aterrizar en Hollywood, Ana de Armas llegó a Madrid. Tenía 18 años, 200 € en el bolsillo y no conocía a nadie. Unos amigos de unos amigos de otros amigos le dejaron quedarse unos días en su casa. Hasta entonces, había vivido en Cuba, donde nació y sufrió las estrecheces del Periodo Especial, sin pasar penurias, pero conociendo la austeridad, los cortes de luz y las comidas sencillas y repetitivas. Su madre trabajaba en recursos humanos; su padre hacía de todo: director de banco, profesor de escuela, teniente de alcalde…

Sin hablar una PALABRA de inglés y sin un plan, hizo las maletas y se plantó en LOS ÁNGELES, donde compartió con una amiga un piso de una sola habitación

Con 14 años y después de superar unas durísimas pruebas de acceso, ingresó en la Escuela Nacional de Teatro. Allí aprendió a recitar a los clásicos y a construir escenografías empuñando clavos y un martillo. En casa no encontró oposición. “Siempre confiaron en mi sentido común y me dejaron tomar mis propias decisiones. Me dieron espacio para equivocarme y pude elegir sin sentir los grilletes”, explicaba en aquella entrevista. Un par de años después, rodó su primera película (‘Una rosa de Francia’) y, cuando cumplió la mayoría de edad, cogió su pasaporte español (herencia de sus abuelos palentinos y leoneses) y se compró un billete de avión a Madrid. Sin plan y sin colchón, pero con toda la ambición del mundo. Solo unos días después de aterrizar, logró un papel en ‘El Internado’, el fenómeno televisivo de aquella temporada.

Convertida en un estrella adolescente gracias a la serie y a películas de poco fuste, pero buen rendimiento en la taquilla como ‘Mentiras y gordas’, de Armas entendió que la industria española se le quedaba pequeña. Su primer contacto con Hollywood fue a través del director venezolano Jonathan Jakubowicz, ahora uno de sus mejores amigos en Hollywood. En 2014 se fijó en ella para el papel femenino de ‘Manos de piedra’, biopic del boxeador panameño Roberto Durán, en el que compartió reparto con Robert DeNiro.

Entonces tomó una decisión tan drástica como arriesgada. Sin hablar una palabra de inglés y sin un plan mínimamente elaborado, hizo las maletas y se plantó en Los Ángeles, donde alquiló un apartamento de una sola habitación que compartía con una amiga. En cuestión de semanas y mientras se apuntaba a un curso intensivo de inglés, los pocos contactos que tenía en la ciudad dieron sus frutos. Edgar Ramírez, el actor venezolano que daba vida al boxeador en aquella película, le presentó a su agente. Días más tarde, estaba sentada en uno de los despachos de CAA, la agencia de representación más importante de Los Ángeles. Aunque era incapaz de seguir las conversaciones en las que agentes y representantes discutían su futuro, poco después estaba rodando su primera película, una cinta de terror (‘Toc, toc’) junto a Keanu Reeves. Para salir del paso, memorizó fonéticamente los diálogos. No sabía lo que decía, pero al parecer sabía perfectamente cómo tenía que decirlo.

Utilizó el mismo método para aprenderse los guiones de ‘Juego de armas’ y ‘Overdrive’, rodajes en los que apenas podía comunicarse con directores y compañeros de reparto. En 2017 llegó la oportunidad que había estado esperando. Un casting en el que demostró buena química con Ryan Gosling le abrió las puertas de ‘Blade Runner 2049’. La película decepcionó a la crítica y no funcionó en taquilla, y la actriz pasó casi un año en blanco. En aquella época, comentaba: “Hollywood es un mercado competitivo y salvaje. Y Los Ángeles, una ciudad surrealista y superficial donde todo el mundo lucha por lo mismo y se relaciona calculando qué le puede dar el otro. A veces es agotador y ha habido momentos en los que he pensado: “¿Qué tengo yo que no tengan las demás?”; o “¿Cómo haría este papel una americana?”. He aprendido a no juzgarme, y me he dado cuenta de que mi punto fuerte es, sencillamente, que no existe otra actriz ni otra persona como yo”.

En Hollywood no pueden ocultar su ENTUSIASMO de estar asistiendo al NACIMIENTO de una estrella

La siguiente oferta que sus agentes pusieron sobre su mesa llegó con una descripción tan sucinta como estereotipada: “Enfermera latina y guapa”. Su primer instinto fue rechazarla. Ni siquiera quiso hacer la prueba. Solo aceptó cuando, finalmente, los productores renunciaron al secretismo y le enviaron el guión de la comedia de suspense ‘Puñales por la espalda’. Con un reparto de relumbrón (Daniel Craig, Toni Collette, Chris Evans, Christopher Plummer, Jamie Lee Curtis…), su personaje era el más poliédrico e interesante de todos. Y llegó con una nominación al Globo de Oro bajo el brazo. No se llevó el galardón, pero esa noche la actriz brilló en la alfombra roja de los premios. Con un vestido de lentejuelas azul firmado por Ralph & Russo, su look fue de los más celebrados. No era producto del azar. De Armas tiene en nómina a la estilista Micaela Erlanger, que tiene clientas como Meryl Streep o Lupita Nyong’o. También resulta absurdo negar lo evidente: su belleza le ha abierto muchas puertas, aunque en aquella entrevista confesara haber perdido ciertos papeles por ser “demasiado guapa”. “A veces ser bella te sirve si quieres hacer una princesa de Disney, pero si quieres otro tipo de papeles, no”, aseguraba.

En abril, iba a estrenar el taquillazo que debía certificar su estatus de estrella global. Ser la primera mujer Bond de la era ‘post-MeToo’ requería a una actriz diferente. Cary Fukugama escribió el papel pensando en ella y, cuando la producción ya estaba en marcha, Phoebe Waller-Bridge, actriz y creadora de la serie Fleabag, reescribió algunos diálogos y personajes femeninos. Y entonces, llegó el coronavirus. Aunque la crisis sanitaria ha retrasado el estreno de ‘Sin tiempo para morir’ hasta noviembre, la industria no puede ocultar el entusiasmo de estar asistiendo al nacimiento de una estrella.

La revista Hollywood Reporter, biblia del sector, le ha dedicado una portada junto a Lashana Lynch, la coprotagonista de este nuevo 007. Igual que Vanity Fair, que en febrero le daba la bienvenida al club de las elegidas, donde se reivindicaba: “Estoy muy orgullosa de ser cubana y latina y siempre lo estaré. Tengo mucho más que ofrecer que ser la empleada doméstica o la prostituta”. Por si alguien no había entendido el mensaje. Sin embargo, la publicación también planteaba la duda legítima sobre si es la propia industria, más desesperada que nunca por abrazar la diversidad, la que está tratando de fabricar una nueva Penélope Cruz en tiempo récord.

A Ana de Armas no le faltarán oportunidades para demostrar que con ella se rompió el molde. No hay más que ver su agenda. En abril Netflix estrenará ‘Sergio’, sobre el diplomático de las Naciones Unidas Sérgio Vieira de Mello y en la que la actriz da vida a su amante. Antes de que termine el año, cuando la plataforma digital lance ‘Blonde’, en la que interpreta a Marilyn Monroe (basada en la novela homónima de Joyce Carol Oates), explorará la faceta más íntima del mito. Algunos medios especializados ya apuntan que podría ser su pasaporte a los Óscar. Épica no le falta, desde luego. La osadía de una actriz cubana que hace apenas cincos años no hablaba (ni entendía) inglés dando vida al icono norteamericano por excelencia es el tipo de historia que puede impulsar una carrera hacia la estatuilla.

Por si no fuera suficiente, en noviembre llegará a las salas ‘Deep Water’, el thriller erótico en el que conoció a Ben Affleck y que ha dirigido Adrian Lyne (Atracción fatal, Una proposición indecente). Esa en la que Ana de Armas volvió a caer en aquel pecado de juventud de colgarse del compañero de reparto de turno. Se dejó llevar, como ha hecho siempre.

Compañeros de Armas

Amores de película


Alfombra al éxito

Ana de Armas ha entendido cada photocall como un escaparate y cada alfombra roja como una pasarela al estrellato. Repasar sus looks desde que llegó a Hollywood es una lección de cómo una actriz debe presentarse para dejar huella. Tras el esmoquin de Alexandre Vauthier, con el que apareció en la premiere londinense de ‘Puñales por la espalda’, o el minivestido de lentejuelas de Anthony Vaccarello que lució en Toronto (en la foto) el año pasado, está el gusto experto de la estilista Micaela Erlanger

A Ben Affleck lo conoció rodando su última película, 'Deep Water'.

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