Hubo un momento del confinamiento en que alguien imaginó, como por pensamiento mágico, que íbamos a salir mejores de esta. Se hicieron pancartas y camisetas: “Todo va a salir bien”. La esperanza que necesitábamos para no desfallecer. Fue glorioso pertenecer durante unos días a esa sociedad civilizada que se ponía en manos de los servidores públicos esperando su mejor rendimiento y el milagro. Pero el mundo real no entiende de moralejas y en ocasiones es cruel sin pausa y sin sentido.
A riesgo de parecer melodramático, nadie nos asegura que vayamos a volver al statu quo ni pronto ni nunca. El sistema inmunitario de nuestro planeta no se rige por principios de justicia. Es un terreno de juego arbitrario en el que todo puede pasar; por ejemplo, una explosión repentina y salvaje en el puerto de Beirut. Son imponderables de un organismo que se vuelve contra nosotros y sobre el que no tenemos demasiado control, pero hay cosas que sí están en nuestra mano, como no crisparnos.
Desde que la crisis se desatara, hemos apreciado en el Congreso de los Diputados casi el mismo nivel de decibelios que en la vieja normalidad. Un campo de batalla profundamente electoralista con extremos marcados, quizá más dividido que en el resto de Europa. Sin el insulto desde la tribuna o la soflama tuitera parece que el político no se gana el pan. ¿Será por culpa de nuestro apasionamiento mediterráneo? Nos pasa también con el fútbol, con la religión y con los ingredientes de la paella.
Entrevisto este mes a la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, y charlamos sobre cómo ha sido gobernar en pleno encierro y, como impelidos por una fuerza centrípeta, casi todos los temas de nuestra conversación acababan yéndose al liberalismo, a lo que significa y a por qué el centro ideológico es posible. Ella lo defiende con vehemencia a cada momento y me pregunta por qué su partido, Ciudadanos, no es percibido como de centro si ella tiene la plena convicción de que lo es. Sin duda, la foto en la plaza de Colón junto a VOX en febrero de 2019 y el hecho de que Albert Rivera pidiera con insistencia que se ejecutara el artículo 155 contra la autonomía de Cataluña tuvieron que ver con que los sucesivos sondeos del CIS les acercaran a la percepción de extrema derecha, pero Villacís se vende de centro y se lo cree.
"España, que siempre fue juancarlista y no tanto monárquica, se siente más huérfana que nunca"
Según ella, “centro” no significa equidistancia, sino una apasionada toma de partido en cada objeto de debate obviando el color político que lo haya defendido históricamente. Precisamente, uno de los temas que más han roto nuestro pensamiento preestablecido y el eje izquierda-derecha es la reciente marcha del rey Juan Carlos. Aún entendiéndose como no ejemplar la conducta del emérito, España, que siempre fue juancarlista y no tanto monárquica, se siente más huérfana que nunca porque sus últimos excesos conocidos y la descoordinación de la “operación extracción” nos están trayendo gran descrédito internacional.
Nadie duda de la potencia representativa ni del compromiso de Felipe VI y, si bien en términos absolutos todos tenemos claro que un hijo no debe pagar por los pecados de su padre, resulta complicado aislar a la persona de su cargo, sobre todo tratándose de uno hereditario. En esta ocasión los ciudadanos nos hemos encontrado, esta vez sí en el centro —donde quiere habitar Villacís—, para enfadarnos de nuevo. Mientras llegan las buenas noticias, nosotros seguimos utilizando como materia prima con que inspirarnos esta actualidad mejorable. Volcando nuestro cariño en cada página y procurando extraer toda la belleza posible de este extrañísimo 2020.
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