La película Downton Abbey es una mezcla ingeniosa: los personajes del drama interactúan con los ‘royals’ reales en la gran pantalla. El filme –escrito por el genio de Downton y el libretista ganador del Oscar Julian Fellowes– llega con un impactante anuncio: el rey George y la reina Mary harán una visita sorpresa en la finca de los Granthams. Pero los reyes no son los únicos aristócratas que se cruzarán con Lady Mary (Michelle Dockery) y Branson (Allen Leech): su hija la princesa Mary (Kate Phillips) aparece en la trama que enmarca el problemático matrimonio. Pero ¿cuánta verdad hay en la intrigante historia sobre la princesa Mary y su marido, el vizconde Lascelles?
Vienen spoilers para aquellos que aún no han visto la película.
Resulta que la historia detrás del matrimonio entre la princesa Mary y el vizconde Lascelles es incluso más interesante en la vida real. La única hija del rey George y la reina Mary ha sido ignorada en la historia por la atención que recibieron sus hermanos mayores, Edward –que abdicó del trono– y Alberto, su sucesor. Aunque era tímida y sumisa en la vida real, la princesa tenía un carácter muy interesante. La única niña entre hermanos varones, Mary fue una chica con espíritu masculino en toda su expresión –descrita por The New York Times como “una excelente amazona” y como “demasiado atlética y apasionada a la que le encantaba caminar como si llevara tacones”.
La princesa Mary luchó contra su timidez para hacer una aparición pública cuando solo era una adolescente en la Primera Guerra Mundial: visitó hospitales, se entrenó como enfermera y trabajó dos veces a la semana. Pese a su vocación –establecer el Fondo de Regalos de Navidad de la Princesa Mary, que de acuerdo a la Fundación Harewood House, distribuyó 100.000 libras en obsequios al servicio militar en 1914– los miembros de la familia y los medios de comunicación lamentaban el hecho de que cuando estaba en sus veinte años, la única princesa de Inglaterra todavía no estuviera comprometida.
“Ninguna chica podría ser más solitaria”, escribió The New York Times tras el anuncio del compromiso de la princesa Mary en 1992. “Casarse con un príncipe parecía ser su destino, pero apenas quedaba un príncipe con el que podía desposarse. Parece que ella estaba destinada por las imposibilidades de la posición monárquica a una vida de soledad”. Incluso, el propio hermano de Mary estaba preocupado por que se convirtiera en una solterona. En 1918, como ha informado Telegraph, Edward le dijo a su amante Freda Dudley Ward que Mary se había arriesgado a la ‘ruina total’. Él estaba preocupado por el hecho de que, por lo custodiada que la tenían sus padres, ningún hombre pudiera “ver suficiente de ella como para enamorarse y comprometerse”. Él supuestamente criticó a su padre por “mantenerla vigilada en la corte y no dejarla llevar una vida normal, ya que eso arruinaba sus posibilidades de casarse o incluso ser una chica de 23 años”.
Incluso cuando la princesa Mary finalmente se comprometió con el aristócrata inglés el vizconde Lascelles, la conversación sobre su estado civil continuaba teniendo lugar. De acuerdo con uno de los rumores más potentes, Lascelles –quien era 15 años mayor que la princesa– ni siquiera quería casarse realmente con ella. En cambio, según dice el relato, el “conde de Harewood le había propuesto matrimonio después de perder una apuesta en el club”. Otros rumores malintencionados, que aún circulan, incluyen que “Mary estaba presionada para casarse por los miembros de la familia real y que, al principio, fue muy distante”. El motivo de la presión sería, de acuerdo a otra fuente, que “en realidad, la boda mató múltiples pájaros políticos de un tiro".
Después de la Primera Guerra Mundial, la renombrada Casa Windsor, previamente Casa de Saxe-Coburg-Gotha, estaba desesperada por probar cuán ingleses eran, pese a sus orígenes alemanes. George V seguía de cerca que las bodas de sus hijos respetaran la tradición aristocrática, el rey y sus consejeros silenciaban todas las acusaciones y preocupaciones sobre el hecho de que fueran extranjeros. Además, intentaron sofocar cualquier pensamiento de la población de organizar una revolución inspirada en la que Rusia, Austria y Alemania habían tenido en 1917/1918” (Fellowes le reveló a Vanity Fair que el motivo por el que rey George y la reina Mary habían recorrido el país, durante ese período, era para promover la monarquía y establecer un sentido de pertenencia después de la caída de tantas coronas).
Pese a las quejas de su hermano, la princesa Mary aceptó casarse con el vizconde Lascelles en una boda pública en la capilla de Westminster, aún en contra de sus intereses. Las nupcias reales fueron las primeras en recibir una cobertura de la revista Vogue. La publicación bautizó a la novia como “una princesa de cuento con juventud, belleza y alegría”. Su vestido y el de las ocho damas de honor –incluida a la madre de la reina Isabel II– fueron descritos como sorprendentes. Con la boda inspirada como una innegable tormenta promocional de la monarquía, Edward seguía preocupado–según informó Telegraph– por que era todo demasiado planeado. Aunque la realidad era que estaba contento con que finalmente pudiera escapar de la ‘prisión Buckhouse’, “Lascelles es muy mayor y no es para nada atractivo…Pero es rico, me temo que es algo realmente importante para la pobre Mary. Tengo esperanza en Dios que él la hará feliz”, afirmó.
Lascelles era heredero del conde de Harewood y de un millonario de Yorkshire que tenía la Orden de Distinción por su Servicio. Cuando la princesa Mary y su esposo heredaron la propiedad –que aparece en el filme de Downton Abbey– la princesa había tenido la oportunidad de vivir una vida mucho más reservada. En la propiedad de 100 acres, según consigna el libro de James Panton sobre la monarquía inglesa, la princesa real “había perseguido sus intereses en la ganadería (en lo que se convirtió en una autoridad), las carreras de caballos, el diseño de interiores y el paisajismo”, mientras seguía comprometida con sus compromisos oficiales.
La princesa real nunca había protagonizado ningún rumor matrimonial. Y el reportero de la realiza de Telegraph, Hugo Vickers escribió que la princesa Mary –en su deber y derechos monárquicos– “ciertamente nunca consideraría dejarlo (a su esposo), como hace en la película”. Vickers afirma que The Tongs and the Bones, las memorias de 1981 escritas por el hijo de la princesa, George, evidencian una relación mucho más feliz de lo que se rumoreaba. Refutando los rumores del carácter fuerte de su padre, George afirma que era “tímido, distante, y he oído cosas peores de mi padre desde entonces; pero no era así como lo conocían sus amigos o como se sentía su familia”. También escribió que sus padres “se la llevaban muy bien, tenían muchos amigos e interés en común…En nuestra opinión nuestra madre nunca fue tan feliz como cuando compartía agenda con mi padre”.
Pero es difícil notar que, 15 años antes de publicar la memoria, George Lascelles sobrevive a su propio escándalo marital cuando se hace pública su paternidad fuera de matrimonio. En 1967, de acuerdo con Telegraph, Lascelles “se convierte en el primer ‘royal’ en tiempos modernos que obtiene un divorcio y se vuelve a casar” después de obtener el permiso de su prima, la reina Isabel. Incluso con el permiso de la reina, Lascelles fue extraoficialmente expulsado de la corta y evidentemente se ausentó en el funeral del duque de Windsor y en la boda de la princesa Ana.
“La familia real de aquel momento entendió su responsabilidad con un reinado y un país y eso afectaba directamente todo lo que hacían”, explicó Kate Phillips, que interpretó a la princesa Mary en Downton Abbey. Hablando con el Entertainment Weekly, la actriz simpatizó con la princesa , llamándola “una figura muy amable pero bastante distante… La gente habla de ella en el filme como una persona triste; ella se casa con un hombre con el que, que además de los caballos, tenía muy pocas cosas en común, y como la familia real de ahora, ella estaba muy obligada”.
*Artículo publicado originalmente en Vanity Fair USA. Acceda aquí al original".
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