Asus 73 años, Pedro Ruiz está en plena forma; para demostrarlo, qué mejor que darse un buen baño nada más levantarse, con el agua a baja temperatura. Un ejercicio que practica tanto en invierno como en verano, porque, dice, el frío aclara las ideas. Aunque si de algo está sobrado Pedro es precisamente de ideas, algunas de las cuales las ha llevado al teatro.
La última: ‘Loc@s. Reír nos cura’, en la que pasa revista a una serie de personajes, unos famosos otros no tanto, y en la que evita caricaturizar a los políticos, convencido de que la mejor manera de sobrellevar la pandemia es haciendo reír a la gente.
¿Qué le trae al teatro después de un tiempo alejado de los escenarios?
Quería volver mucho antes, pero vino la pandemia y todo quedó relegado. Después, cuando pasó el confinamiento me di cuenta de que la gente necesita reír porque esta pandemia nos ha dejado un agujero negro cuya medida desconocemos.
¿Cree que la risa cura?
Yo sí, porque después de reírme me siento mucho mejor, y supongo que tú también. Reír me cura tanto como tirarme a la piscina. Yo me tiro a la piscina porque siempre salgo de mejor humor.
El humor salva vidas, algunos médicos lo recomiendan.
Porque activa no sé cuántos músculos y resortes que no utilizamos hasta que reímos. Yo hacía tiempo que no me reía sobre el escenario, y he aprovechado este año sabático para escribir, y no sabes lo bien que me lo paso en esta obra.
¿Cómo ha vivido estos meses?
Hace más de treinta años que no me hago un análisis de sangre. Yo el día que me ponga enfermo iré al veterinario porque no recuerdo al médico en la vida. Ayer me llamó un amigo y me dijo que desde que se baña en la piscina todos los días, se siente mejor: primero le da frío, pero cuando se tira, se siente Superman.
¿Qué otras cosas hace?
Como poco, no por coquetería sino porque siempre he comido poco, y porque la gente que come mucho siempre tiene el motor en marcha. Yo como tres o cuatro veces al día, poca cantidad, quizá ése es el secreto de estar como estoy.
¿No tener vicios ayuda?
No los tengo porque no me gusta perder la conciencia, me parece un acto de rendición.
¿Los aplausos emborrachan?
A mí no, tú que conoces a Raphael y que sabes que somos muy amigos, en una ocasión me dijo: tú no te dejas aplaudir. Es verdad, me da vergüenza.
¿No peca de humilde?
No, simplemente conozco la impostura de lo que hacemos. Todos sabemos cuáles son los resortes de los aplausos, se trata de decir lo que el público espera escuchar, ir a favor de obra, ser oportunista en según qué instantes de la actualidad, posicionarse ante determinadas luchas sociales o políticas, etc. Hay recursos para que te aplaudan, pero a mí me da vergüenza hacerlo.
Es la manera que tiene el público de decir que le gusta lo que haces.
Sí, claro, recuerdo una cosa que me dijo Ainhoa Arteta: el público es un agujero que respira. Es real porque salir al escenario es un estado de enfermedad.
¿En serio?
Sí, yo minutos antes de salir me pregunto qué estoy haciendo aquí, por qué me meto en esto, por qué escribo estas cosas. Siento vértigo cuando noto que el público se acerca o se aleja, notas su respiración según lo que diga el texto. En el escenario tienes la ventaja de que en dos horas no te interrumpe ni la policía, ni Hacienda, nadie.
No se queje, que ha hecho siempre lo que ha querido.
Esa es la ventaja del teatro, que te da libertad total. El sistema nunca se meterá con el teatro porque en el fondo somos un adorno. Si tienes mucho éxito te verán 600.000 personas en un año o en dos, pocos para alarmarles.
¿No exagera?
No, si fueran 600.000 votos se alarmarían. En esta obra encarno a tres ilustres personajes: Fernando Fernán Gómez, López Vázquez y Luis Escobar.
¿Por qué esos tres?
Porque Fernán Gómez impone tal autoridad que cualquier cosa que digas como si la dijera él, pasa por ser verdadera.
¿Qué tenía de especial para convertirse en actor de culto?
Yo creo que Fernando estaba tan distante de él mismo que seguramente eso le quitaba el compromiso que tenemos los actores con nuestro ego. Y a lo mejor es lo que le hacía muy creíble. Él era un provocador nato, sembraba la polémica y luego se apartaba para escuchar a los demás.
¿A López Vázquez se le ha reconocido su talento?
Los recursos que sacaba de cualquier papel son inacabables. Cuando preparaba el texto sobre él pensaba: cómo hago para no quedar ridículo. Entonces me di cuenta de que la gesticulación cuando hablaba en serio era estirando la penúltima sílaba.
¿Por qué ha eliminado a los políticos de su obra?
Porque prefiero a gente de la calle, porque están ligados a lo que ocurre. Prefiero una niña pija, un observador de guerras que no va al frente de batalla, un cura que confiesa pícaramente, cosas de la calle.
¿Volveremos a la vida que teníamos antes?
El solo hecho de que la gente pague su entrada, se ponga la mascarilla, y vaya a vernos al teatro, merece que nosotros nos volquemos con el público. El teatro no va a ir como antes, pero hay que estar ahí.
¿Cuántas veces ha ido a votar?
No he votado nunca, y sé que hay gente que me lo reprocha. Tengo pensamiento de izquierda, otra cosa es que no crea en la aplicación de esas ideas.
Si hiciera balance de su trabajo, ¿qué nota se pondría?
Lo que mejor he hecho es atreverme a decir lo que quiero en un mundo que pone etiquetas a todo, y en este país especialmente. Yo no canto como Plácido Domingo, pero como me gusta cantar, lo hago.
¿Se siente más Quijote o Sancho Panza?
Quijote, porque tengo una parte anatómica que no se corresponde con Sancho. Soy un soñador, aunque no siempre cumpla los sueños, porque me gusta lo imposible.
¿De qué se arrepiente?
De haber dedicado demasiado tiempo de mi potencial artístico a hablar de política.
¿Ha pagado por ello?
Sí, pero ya no quiero pagarlo más. Un día, estando con Lola Flores, al final de la noche me dijo con esa voz aguardentosa que tenía: Mira, Pedro, yo sufrí tanto en esta aventura amorosa, tanto, que una noche me planté desnuda ante el espejo y me llené el coño de lazos de colores, y dije, ¡Se ha acabado el luto! Bueno, pues yo también me he quitado el luto de la política.
¿A sus 73 años, le da miedo envejecer?
A mí sólo me da miedo depender de otros. No me da miedo el dolor ni la muerte. Ahora bien, no me puedo quejar porque soy un privilegiado, no sólo por la salud que tengo… Si me quejara, sería para matarme.
Los últimos años de su madre la cuidó a tiempo completo.
En la historia con mi madre no hay Edipo ni nada de eso, era una cuestión de orden de valores.
¿Qué es el Cotolengo?
Un lugar donde el Padre Alegre recibe y acoge a gente sin recursos y en muchos casos con grandes defectos físicos, niños con deformidades.
¿Por qué les llevaba allí su madre?
Nos llevaba a mi hermano y a mí un par de veces al mes, aunque ella iba casi todos los días, y en muchas ocasiones llevaba a esos niños a comer a nuestra casa. Ella decía que era una lección de vida: por venir aquí tendría que pagar. Mi madre era una institución en el Cotolengo.
¿Qué aprendió viendo tanto dolor?
Algo muy importante, allí se te quitan los problemas. Nosotros tenemos problemas de diseño, somos una panda de gilipollas quejándonos por el aparcamiento, o el largo de la falda… Allí, hay problemas muy graves.La primera vez que fui allí pensé: ahora me voy a mi casa, pero estos chicos se quedan aquí. Viendo lo que se ve allí, aprendes a valorar muchas cosas.
La pandemia ha sacado problemas que estaban solapados.
Al principio, todos decíamos, saldremos distintos, pero creo que una civilización que no puede parar durante cuatro meses para repensar qué debemos hacer, no se puede llamar civilización. Estamos metidos en una rueda completamente absurda, en la que lo importante es consumir, respirar y cagar.
¿Volverá a la televisión?
Si puedo y me llaman, claro. No entiendo cómo las televisiones públicas no hacen un programa donde dos políticos de distinto signo conversen, donde se les prohíba hablar de política. Yo quiero saber qué hacen sus padres, sus inquietudes, qué leen, sus miedos….
Tenemos líderes que no dirigen la palabra a sus oponentes.
Ése es el problema. Están tirando del mantel de la convivencia y lo van a romper, y por el centro nos vamos a caer nosotros.
¿Qué recuerda de su infancia?
Que hacía mucho deporte, juegos de calle, y que mi abuelo tenía una jaca, y yo iba con él alguna vez al mercado. Mi padre era chófer particular y mi madre puso una tienda de bacalao y verduras.
¿Tiene buenos amigos?
Sí, porque la amistad es como la sangre, acude a las heridas sin que la llames. La amistad te permite escuchar al otro por afecto. En cambio, ahora estamos en un momento en que nadie escucha.
¿Con quién lo pasa bien?
Lo he pasado bien cuando estaba enamorado, pero ahora no hay nada de eso.
¿No será que es muy exigente?
O que doy poco, también puede ser. Yo estoy contento de cómo ha transcurrido mi vida en ese aspecto, no he querido formar una familia estándar.
¿Convive bien con la soledad?
La soledad es una pareja estable. Es muy agradable tener a una persona al lado que te abrace, es lo más agradable del mundo, en cambio, la pasión me parece traidora, porque deja las esquinas llenas de esqueletos. El sexo no une, el sexo cuando une, une de mentira y cuando separa, separa de verdad.
¿Y el amor?
Todo es mejor con amor, un paseo por la playa, un silencio, una película, porque el amor es la roca que nos impide estrellarnos en el vacío de la vida.
¿Quién es él?
Nació en Barcelona, el 17 de agosto de 1947. Tiene un hermano.
Trayectoria: A los 16 años entró en el cuadro escénico de Radio Nacional de España en Cataluña, junto a Constantino Romero. Inició los estudios de Derecho y Periodismo, aunque no los terminó. En 1972 debutó en TVE como presentador de “Estudio Estadio”, y del concurso “¿Le conoce usted?” Tras 12 años apartado de televisión, vuelve con “Como Pedro por su casa”, junto a José Luis Coll y Ana Obregón. En 1992 presenta “Con ustedes… Pedro Ruiz”, en Antena 3. Un año después,“El domin…gol”, y más tarde “La noche abierta”, en la 2 de TVE. Como actor o director, ha trabajado en películas o series, como “Moros y Cristianos”, “Proceso a ETA” o “Los siete pecados capitales de provincias”. En teatro, interpretó a Sancho Panza en “El viaje al infinito de Sancho Panza”, “Pandilla de mamones”, “No estoy muerto”… Ha escrito 15 libros, grabado algunos discos y recibido numerosos premios. Hasta el 18 de octubre estará en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, con “Loc@s. Reír nos cura”.
Su foto favorita
“En esta foto mi madre ya había tenido el ictus, sonreía porque cuando nos la tomaron era mi cumpleaños”.
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