Cuando Meghan Markle y el príncipe Harry anunciaron su intención de dejar su puesto como miembros senior de la familia real en enero, llegó el final de los meses de especulaciones sobre la diferencia de ideas entre cómo querían vivir ellos y el ejemplo establecido por la reina Isabel. Cuando su hijo, Archie Mountbatten-Windsor, nació, lo protegieron de la prensa de una forma que rompió con todas las tradiciones, y mediante demandas en contra de la prensa, indicaron su infelicidad con un sistema royal que limitaba lo que podían decir y cuándo podían hacerlo. Habiendo anunciado su evento final como miembros de la realeza de forma oficial y fijado el 31 de marzo como la fecha en la que su oficina en el palacio de Buckingham se disolverá, los Sussex están trazando un futuro en el que viven como figuras públicas, en lugar de como realeza, per se.
Casualmente, dos de sus familiares acapararon los titulares de este mes por su propia separación real, esta vez de una naturaleza un poco más personal. La semana pasada, Peter Phillips, el hijo de la princesa Ana y su mujer, Autumn, anunciaron que habían decidido separarse el año pasado, después de 11 años de matrimonio. Una semana después, el fabricante de muebles, hijo de la princesa Margarita y actual conde de Snowdon, David Armstrong-Jones y su mujer, Serena Stanhope, anunció que se divorciaban después de 26 años de matrimonio.
Tanto David como Peter, y de la misma forma que Harry y Meghan esperan, han encontrado diferentes formas de reclamar su independencia y tomar el control sobre sus vidas fuera de la casa de Windsor. Pero como su cuidadosamente redactado anuncio de divorcio demuestra, también se han dado cuenta de que la cobertura de la prensa y el escrutinio no desaparece solo porque alguien no sea representante oficial de la reina -algo que Harry y Meghan también han descubierto, seguramente, en las semanas que han pasado escondiéndose en Vancouver y evitando a los paparazzi-. Así que, ¿qué otras lecciones pueden sacar de estos parientes reales que, contra viento y marea, han forjado vidas relativamente normales, aunque muy ricas?
David, entonces Vizconde de Linley y Serena, la hija de un rico y titulado terrateniente, se casaron el 8 de octubre de 1993, casi once meses después de que la virulenta ruptura del príncipe Carlos y la princesa Diana fuera anunciada al público. Llegando al final de una larga serie de divorcios y malos titulares para la familia real -el famoso ‘annus horribilis’ de la reina- la boda de David y Serena fue un momento brillante muy necesario. La ceremonia fue una interesante combinación de demostraciones de unión familiar y una obvia prueba de su confusión. Margarita y su exmarido, Antony Armstrong-Jones, el primer conde de Snowdon, llegaron juntos y el vestido de 9.000 libras de Bruce Robbins de la novia fue una reminiscencia del vestido que Margarita llevó en su propia boda, celebrada en 1960. La reina llegó sin el príncipe Philip; el príncipe Andrés se encontraba de servicio en Gibraltar en ese momento; y Diana asistió sin Carlos, que se encontraba en un compromiso oficial en Turquía. El Daily Mirror después observó que estaba “desesperado por evitar a su distanciada esposa”.
La cobertura sensacionalista de sus primeros años estuvo marcada por algunos escrutiniosy comentarios similares a los que que predominaban en los días en los que el ‘Squidgygate’ -término que se acuñó para denominar al caso de las conversaciones filtradas entre la princesa Diana y James Gilbey– acaparaba todas las portadas. David y Serena se conocieron a mediados de los 80, cuando el padre de Serena le preguntó al fabricante de muebles que cenara con ellos “podrías bailar”. La primera vez que se les relacionó de forma romántica fue en julio de 1992, cuando fueron fotografiados besándose en Monte Carlo. Anterior a su relación ella, él había tenido una reputación por sus relaciones con chicas de alta sociedad y por llevar ropa firmada por ostentosos diseñadores. Desde el principio, Serena recibió el falso cumplido de ser buena para David, porque no lo eclipsaba. “El verdadero secreto de la idoneidad de Serena es un trasfondo pesado en cría y ligero en cerebros”, decía un perfil del Times después de que el compromiso fuera anunciado en mayo de 1993.
Al principio fue criticada por ser muy recta y aburrida, pero una vez que llegó Agosto, los medios encontraron un poco de suciedad. La publicación The People habló con Alexander Slack, el exnovio de Serena, sobre los detalles de su temprana aventura. “La futura novia royal (es) la imagen de la respetabilidad -recatada, educada y refinada- muy alejada de la adolescente enamorada que amaba las sesiones de sexo bajo las estrellas con Alex durante su aventura de 12 meses”, escribió la revista, acompañado de citas de sus cartas de amor.
En el momento, los amigos y la familia insistieron en que la pareja era devota entre sí. Pero un frenesí menor se desencadenó cuando Serena se saltó el ensayo del día anterior a intercambiar sus votos. Aunque la boda siguó adelante, la pareja fue perseguida por los rumores de una ruptura inminente -solo les hizo falta 26 años para hacerse realidad. Después de que la pareja pareciera infeliz en la boda de Peter y Autumn de 2008, el Daily Mail aseguró que sus amigos ya les llamaban ‘Los Glumleys’.
En los años posteriores, Serena ha desarrollado una reputación de ser extremadamente tímida con la prensa, y casi nunca ha hablado ‘on the record’. David ha seguido siendo un personaje ocasional en revistas y tabloides, en parte para promover su negocio. Desde el principio ha usado astutamente su posición como un miembro menor de la realeza. Conocido por ser una versión real de los pies en la tierra, al presentarse a sí mismo como ‘David Linley’, en lugar de por su título formal, admite que sus conecciones le han ayudado a promocionar su negocio. “Mis hijos no son miembros de la realeza”,solía decir aparentemente su madre, la princesa Margarita. “Simplemente tienen a la reina como tía”.
Nacido sin título y como sobrino del futuro rey, Peter Phillips tiene un estatus similar al de David Armstrong-Jones. También gana su propio dinero llevando una consultoría de administración deportiva y habiendo trabajado como ejecutivo en Jaguar y en la Fórmula 1. Ha recibido sus propias críticas por sus intentos de aprovecharse del nombre de la familia, las más recientes en enero, cuando apareció en anuncios chinos de leche. La boda de los Phillips se mostró controvertida cuando irrumpieron las noticias de que la pareja había ventido sus fotos a la revista británica Hello! por 500 mil libras sin el permiso de la reina. La monarca estuvo disgustada, según se informa, y aparentemente cambió el protocolo de las bodas privadas de los siguientes royals. Cuando Lord Freddie Windsor se casó con Sophie Winkleman un año después, rechazó una oferta de 600 mil libras por la exclusiva de las fotos, que en su lugar se distribuyeron mediante la Asociación de Prensa. Casi todos los primos que se casaron con grandes ceremonias en la siguiente década hicieron lo mismo.
Ser un miembro de la familia real significa asumir que tu vida privada provocará titulares, seas o no un ciudadano privado de forma funciona. Es inevitable para aquellos que juegan un papel importante en los asuntos de estado, siempre que la constitución británica no escrita dé cabida a una monarquía. Durante gran parte de la vida de Harry, eso es lo que él mismo esperaba. Al desmarcarse por su cuenta, Meghan y Harry podrían estar siguiendo el ejemplo de David de cortejar a la prensa útil y establecer fronteras con el resto. Pero independientemente de lo que hagan, atraerán las mismas críticas que Peter por intentar ganar dinero con ello.
Artículo publicado originalmente en la edición estadounidense de Vanity Fair y traducido por Paula Peña. Acceda al original aquí.
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