Cada año, hasta hace cinco, los reyes de Holanda, Guillermo y Máxima, se dirigían el tercer martes de septiembre a la inauguración del curso político montados en la Carroza Dorada, un ostentoso carruaje de finales del siglo XIX del que protocolariamente tiran seis u ocho caballos, dependiendo de si dentro van el rey o la princesa heredera. El Día del Príncipe, el rey da su discurso en el Ridderzaal, el más llamativo de los edificios del complejo del Parlamento holandés. La tradición se ha mantenido inmutable durante décadas. La llegada en carruaje, también. Aunque no siempre ha sido en la Carroza Dorada, que desde hace casi una década estaba cada vez peor vista entre una parte del pueblo y la clase política.
La última vez que los reyes usaron esa carroza fue el 15 de septiembre de 2015, año en el que se retiró para ser restaurada. Una restauración que ha llevado más tiempo que su construcción y que sigue prolongándose: hasta 2021, por lo menos, el carruaje no estará listo. Y este año, el Servicio de Información del Gobierno ha aclarado, este martes, que la semana que viene no recorrerá las calles. La polémica se encuentra en la pintura que decora uno de sus laterales, y ha sido exacerbada tras un verano en el que las protestas relacionadas con el Black Lives Matter y el asesinato de George Floyd se reflejaron en Holanda en una manifestación de más 50.000 personas, que hincaron la rodilla en solidaridad con el movimiento que pide el fin de la injusticia racial.
El carromato ostenta desde sus inicios un símbolo de esa injusticia: se trataba de un regalo contrarreloj que los grupos vecinales de Amsterdam financiaron en una colecta para regalarle a la reina Guillermina en su toma de posesión, el seis de septiembre de 1898. La reina decidió no aceptar ningún regalo ese día, así que el pueblo de Ámsterdam tuvo que hacer la entrega al día siguiente. Y el problema está en un lateral de la Carroza Dorada, donde se encuentra una pintura llamada Homenaje a las colonias. En ella, nativos asiáticos, indios y africanos se postran ante una virgen holandesa, blanca y pura, a la que llenan de ofrendas. El símbolo es ofensivo en sí para los pueblos explotados y sus descendientes, y más aún si tenemos en cuenta su significado: la virgen holandesa no es una figura religiosa, sino un avatar de los Países Bajos, como la Marianne francesa o la Britannia. La virgen holandesa no tiene nombre, aunque formó parte del escudo de la breve República de Batavia, el nombre que los romanos daban a la región. Y que fue también durante las colonias el nombre que le impusieron a Yakarta, la actual capital de Indonesia.
Holanda, como el resto de Europa Occidental, es un país principalmente blanco y con un pasado colonial del que sentirse poco orgulloso. Tanto, que Guillermo pidió perdón en marzo por el pasado imperialista precisamente en Yakarta, en un viaje oficial a la excolonia.El de los holandeses fue un imperio multicontinental, basado en el comercio, que se prolongó hasta los años sesenta en territorios como Indonesia y Malasia. Yque tuvo su auge en los siglos XVII y XVIII (hasta que los británicos montaron el mayor imperio de la Historia), aunque había empezado en la Era de los Descubrimientos. Si España y Portugal se repartieron la mayor parte de América, dejando a los holandeses trocitos septentrionales de lo que hoy son Estados Unidos u una pequeña parte del Caribe, los holandeses tenían buena parte de "las Indias": Formosa, Ceilán y otros territorios del sudeste asiático que hoy conocemos como Taiwán o Sri Lanka. En África, establecieron una colonia poblada por un grupo de origen holandés que institucionalizó el racismo incluso tras la abolición de la esclavitud: Sudáfrica y sus bóeres.
Así que abrir el curso político en una carroza que rinde tributo a esa época –es más, que cuando se fabricó era más una desiderata pictórica que otra cosa: cuando Guillermina sube al trono, el mundo hace 60 años que se arrodilla ante Victoria– no parece la mejor de las ideas en el siglo XXI. Aunque tampoco están renunciando a ninguna parte importante del pasado: tanto en bodas reales como en el Día del Príncipe, en durante el siglo pasado se alternó bastante entre la Carroza Dorada y la Carroza de Cristal, una alternativa que, además, la reina Guillermina prefería a la Dorada, cuyos excesos en pan de oro se le antojaban un poco demasiado para el país protestante.
La polémica sobre si volvería a usarse se repite cada año desde que el Gobierno decidiese jubilar la Carroza Dorada con una restauración sine die. Lo que ocurre es que este año ha coincidido con una protesta mundial contra lo que queda hoy del colonialismo de antaño: racismo.
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