La vida de Rosa María Sardá, que ha fallecido hoy en Barcelona, no se entiende sin la de su hermano Javier (las reacciones en las redes sociales a la pérdida). Y viceversa. Ella, 16 años mayor que él, no solo ha sido una actriz multifacética, ha sido una figura protectora para un hombre que generó un enorme vínculo con la actriz y presentadora, fortalecido por las tragedias familiares a las que han tenido que hacer frente como tándem.
Lo vimos el pasado mes de noviembre. Ella acababa de sacar a la venta ‘Un incidente sin importancia’, un libro que comenzaba narrando la pérdida de su hermano Juan. «Fue un personaje maravilloso, que nos hizo sufrir y que sufrió mucho», explicaba en esa aparición televisiva en ‘LaSexta Noche’ sobre él, que murió a los 26 años enfermo de sida en una España en la que este era aún un misterio. Casi un tabú.
«Eso era el infierno, pero nosotros seguimos viviendo con él y dándole ánimo dos años«, recordaba con una emoción tan firme que traspasaba la pantalla, y ante la atenta mirada de Javier, que sufrió ese calvario a su lado. Porque juntos es como se han enfrentado a los obstáculos que les ha puesto la vida.
En aquella ocasión, Rosa María recordaba también el rechazo que su madre tuvo siempre a que se dedicara a la interpretación. Lo hacía porque Javier, que había devorado el libro antes de regalarnos ese ‘mano a mano’, le pedía explicaciones sobre esa carta que le dedicaba en el libro. Y eso que, la primera obra que realizó, fue porque en su casa no andaban muy boyantes de dinero y necesitaban un sueldo con el que pagar las cosas básicas.
«Me costó muchísimo que me tomaran en serio. He tenido que ensuciarme mucho las manos y hacer muchas tonterías hasta que alguien me ha hecho hacer cosas espléndidas, como Lluís Pasqual», explicaba mientras Javier no perdía detalle y ambos echaban mano de esos días en los que, tras perder a su madre, Rosa María se llevaba a sus dos hermanos pequeños a sus ensayos, para que no se quedaran solos.
La relación complicada con la muerte
Rosa María fue una figura materna para Javier, que el pasado mes de diciembre sufría un aparatoso accidente por el que tuvo que permanecer unos días en observación para descartar daños neurológicos. Este se ha confesado hipocondriaco en más de una ocasión. Algo que achaca a la relación que siempre ha tenido con la muerte: «Mi madre murió cuando yo tenía siete años, mi padre cuando tenía 19, luego murió mi hermano muy joven y no conocí a mis abuelos«.
Tocados por los problemas de salud, la historia de los Sardá también tiene una muerte con componente político. Los hermanos relataban en aquel espacio de LaSexta la muerte de su abuelo. Si bien Javier tenía una versión más dulcificada, en la que se aludía a que «se le enganchó la carreta en un paso a nivel y empezó a cagarse en todos los santos. La Guardia Civil le pidió que no blasfemase y, en ese momento, se cagó en la Guardia Civil». Pero no, Rosa María le explicaba que lo fusilaron «por ser republicano».
Lo único que me queda por hacer es morirme»
rosa maría
Más allá de estas anécdotas con las que desgranaron un pasado cargado de drama, poco después ella concedía una entrevista a ‘El País’ en la que explicaba que la vida era muy diferente en ese momento a cuando se puso a relatar su biografía en ese libro: «Cuando escribí esto no sabía que estaría condenada a morir de cáncer. El bicho sigue ahí, tengo nuevo tratamiento, pero estoy muy cansada. El año que viene veré qué hago. Igual dejo la medicación y que dure lo que sea, a fin de cuentas tengo 78 años. Lo único que me queda por hacer es morirme».
Ella, la mayor, deja solo a Javier. Aunque ya lo intuía en esa entrevista con Jordi Évole el pasado mes de abril. Esa en la que no tenía esperanzas de curarse. Y en la que tuvo un recuerdo para su hermano Juan en medio de la pandemia del coronavirus: «Era muy distinto. Ahora todos se sienten implicados. Cualquiera puede pillar el coronavirus. El sida era de gente marginal, de gente degenerada y se los rehuía. Fue horroroso y vergonzoso lo que se hizo con los enfermos de sida. No soy creyente, pero no puedo ir al infierno porque ya he estado allí».
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